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Una salida que abona el adelanto electoral

No hay razones legislativas ni políticas que obliguen a agotar la legislatura el próximo año

MADRID Actualizado: Guardar
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Uno de los indicadores que muchos socialistas manejaban para escudriñar si habría adelanto electoral era el momento de la salida de Alfredo Pérez Rubalcaba del Gobierno. Decían que si se producía antes de las vacaciones de verano los comicios serían en otoño, en octubre o noviembre, pero que si la dimisión se materializaba después se cumpliría el calendario de la legislatura y se convocarían en marzo. Pues bien, el candidato del PSOE se meterá de hoz y coz en su traje de aspirante desde hoy y abona el terreno del adelanto electoral.

Cierto es que la decisión corresponde al presidente del Gobierno, pero no es menos cierto que Rubalcaba va a tener mucho que decir sobre la fecha. El calendario legislativo, al menos en lo que a las grandes reformas se refiere, puede ventilarse en lo que queda de julio y septiembre. Desde ese punto de vista no habría razones para ir más allá de unos comicios en noviembre, incluso hay defensores de que sean en octubre.

La vertiente política tampoco aconseja esperar hasta la primavera. Rubalcaba es un político con un alto grado de conocimiento entre los ciudadanos y no necesita darse a conocer con una larga campaña electoral. Además, una vez que hoy sea proclamado candidato, tiene por delante una intensa agenda de actos con militantes de una a otra punta de España que le darán mucha visibilidad y permitirán que siga en el candelero mediático con la misma frecuencia que si retuviera sus cargos en el Gobierno.

Los socialistas están convencidos asimismo de que no necesitan esperar hasta el próximo año para movilizar a su partido. Creen que, aunque no tengan muchos motivos para ilusionarse con la acción del Gobierno, los militantes, pero también los votantes, tienen ganas de revancha de los resultados del 22 de mayo que tiñeron de azul el mapa de España.

Precariedad parlamentaria

Agotar la legislatura en las circunstancias actuales, con un respaldo parlamentario precario y cuyo mantenimiento tiene un alto coste político en forma de concesiones, no es tampoco el mejor escenario para el candidato del PSOE. Sacar adelante los próximos Presupuestos, por ejemplo, implica cumplir una serie de compromisos con el PNV que buena parte del Gobierno no ve con buenos ojos. Los nacionalistas vascos no están dispuestos a ceder y van a hacer valer cada uno de sus seis votos en el Congreso. Un escenario en el que la imagen de partido en las últimas y a la desesperada se agudizaría.

El panorama internacional y el caprichoso comportamiento de los mercados financieros es, quizás, el elemento que juega más a favor del cumplimiento de la legislatura. Aunque también aquí hay división de pareceres en el Gobierno y en el PSOE. Están los que se aferran a la máxima ignaciana de que en tiempos de desolación es mejor no hacer mudanza, pero también están los que creen que unas elecciones no van a introducir más elementos de incertidumbre.

Con todos estos mimbres Rubalcaba tendrá que tomar una decisión que Zapatero, le guste o no, deberá ejecutar. Ha llegado el momento de que el eterno segundo resuelva sin el parapeto de las espaldas del primero.