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Navas, el niño que regateaba a los charcos

Cumplidos los 25 años, el sevillista se debate si dar el salto a un grande

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Jesús Navas llega a la edad de los 25. A él poco le importa, porque no le pesan. Como se dice de Despeñaperros hacia abajo: no cumple años, cumple temporadas. Pasan los partidos, las derrotas, las victorias, pero hay cosas que nunca cambian. Como ver a los endocrinos del Sevilla recomendar al jugador que coma "todo lo que quiera". Ni sigue dietas, ni nada. "Coma usted golosinas y váyase a una hamburguesería", le dijo un día el famoso nutricionista Antonio Escribano. El médico cordobés siempre se alegra de que llegue el cumpleaños de Navas. Es el único día en el que no tiene más remedio que comer kilos de glucosa.

Porque al futbolista criado en la cantera nervionense nunca le ha gustado ser el centro de atención. Ni cuando va a cumplir el cuarto de siglo. Su agenda para ese día es la misma de siempre. Intentará recuperarse de su operación de tobillo, cenará con su pareja, con la que se casará en 2011, y estará un rato con la familia. Hombre sencillo, con cara de niño y parco en palabras.

Quizá por ello todo el mundo lo quiere en Los Palacios como a un hijo más. De hecho, casi lo es. Le concedieron ser 'Hijo adoptivo' de la localidad. No es para menos. Seis títulos con su equipo en casi otros tantos años. Pero no queda ahí la cosa. Campeón del Mundo. Se dice pronto. Tres palabras para describir un proceso que no ha sido fácil. Sin la estimable aportación del director técnico de la Federación Española de Fútbol, Fernando Hierro, hubiera visto el Mundial en el televisor de plasma de 40 pulgadas que tiene en el salón de la casa.

Problemas de ansiedad

Fue hace justo un año, o cerca: 355 días. En una reunión en una venta cordobesa. "Hasta el solomillo estaba en su punto. Pagó Fernando, por supuesto. Pero fue perfecto", recuerdan sus más allegados cuando se les cuestiona por aquella "charla entre amigos", como se puntualizó. Quién se lo iba a decir al bueno de 'Jesusito', al que sus problemas de ansiedad quince meses antes casi le cuestan no renovar su contrato. Ni siquiera ir a las playas gaditanas se atrevía. Gracias a los psicólogos no sólo pudo pagar el peaje de la autopista Sevilla-Cádiz. Logró cruzar un continente entero para robar un balón en defensa y comenzar la jugada, que a la postre, daría el título mundial a España.

Buen dicho aquel que dice que no se puede gustar a todo el mundo. Sólo hay que recordar las declaraciones de Pablo Hernández, jugador del Valencia. Aseguró que se estaba beneficiando al sevillista en su perjuicio de cara a la cita mundialista. "De manera mediática, porque no tiene tanto nivel", aseguró. Poco le importa el qué dirán a Navas. Con su talento natural es el ejemplo perfecto de lo que significa ser futbolista y andaluz. Sigue con su timidez, cierto. Sólo hay que ver las fotografías de la selección española, donde no se separa de su amigo Sergio Ramos. Pero como dice su descubridor, Pablo Blanco: "Cuando no medía ni metro y medio regateaba charcos donde podía ahogarse; ahora que mide unos centímetros más como si le quieren tirar cañonazos, que a él le dará igual".

Le queda la última gran duda: "¿Renovación o preparado para dar el paso a otro equipo?" Algunos dicen que Madrid en AVE sólo está a dos horas y media. Otros que nunca podrá dejar su casa. Él se limita a sonreír, cometer bocadillos de jamón serrano -"puestos a engordar, mejor esto que con hamburguesas"- y seguir regateando rivales como si fueran esos charcos de antaño.