PERFIL

David Cameron, condenado a gobernar

Sus raíces, su formación, su familia, su carrera política... Todo llevaba a Cameron hacia el 10 de Downing Street

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Las numerosas caricaturas que durante la campaña electoral han derramado ingenio en la prensa británica le han retratado con cruel cariño. David Cameron para los dibujantes es físicamente lampiño, con frente alta y con ojos como huevos. Su personalidad se representa como la de un niño bien, creído, susceptible, presumido, con aires de grandeza... pero con sentido del humor y un estoicismo que siempre impide que pierda la serenidad. Como lo demostró cuando durante un mitin le arrojaron un huevo y acabó por bromear sobre un hombre disfrazado de gallina que había visto entre el público. "Ahora sé que la gallina viene antes que el huevo", dijo el líder conservador.

Pero, ¿verdaderamente es así el hombre llamado a dirigir los destinos de Reino Unido? Con los políticos cualquier afirmación es complicada en este sentido. El bifrontismo innato de esta especie humana siempre lleva a correr peligros. Cameron también puede inducirnos a cometer errores y, quizás, a la espera de que el futuro confirme o desmienta su perfil, la mejor forma de conocerle puede ser sumergirse en su pasado.

La hasta ayer gran esperanza 'tory' radica sus raíces en Escocia, como Gordon Brown, pero los estratos sociales de los que proceden son muy diferentes. La sangre que circula por las venas de Cameron emana de la burguesía mercantil de la tierra de los Mac y de la aristocracia inglesa. La de Brown es minera. Descendiente de una prolongada saga de hombres del mundo de las grandes finanzas, por parte de padre, y del rey Guillermo IV (1830-1837), por su madre, el cabeza de la derecha británica nació condenado a triunfar, más si se tiene en cuenta que además es primo en quinto grado de la reina Isabel.

Y para esa cúspide fue educado. Tras ver la luz en 1966 en Londres y ser criado en Berkshire, toda su formación fue elitista, siempre dentro de la estricta moral anglicana, aunque nunca fue muy devoto. "Soy cristiano, voy a la iglesia y creo en Dios, pero no tengo línea directa con él", señaló en una ocasión. A los 7 años ya compartió canicas con el príncipe Eduardo en el selecto Heatherdown Preparatory School de Winkfield, su adolescencia la pasó en Eton, el colegio más prestigioso del país, por cuyas aulas han desfilado los políticos más prominentes de la historia británica, toda la realeza, personalidades de la cultura y mandos militares.

De allí el único salto posible era hacia la Universidad de Oxford, la cuna de las humanidades anglosajonas. Cameron cumplió con lo que se esperaba de él y en 1988 se licenció con honores en Filosofía, Políticas y Economía. Estaba ya sobradamente preparado para dar el salto a la política, con los conservadores, por supuesto. Su cuna había elegido por él. Estaba educado para el 10 de Downing Street.

El hombre que ha dado lugar a un nuevo vuelco electoral, similar al protagonizado por Margaret Thatcher en 1979, es el claro ejemplo de funcionario-político, con una carrera siempre paralela al aparato del partido, donde la firmeza presidió hasta sus primeros pasos, protegido y amamantado por el sistema. Aquellos que dio (1988-1993) en el departamento de investigación 'tory' a pesar de que sus profesores trataron de conminarle a que no desperdiciara su talento en política.

Colaborador de Major

Su inteligencia le llevó al poco a Downing Street para colaborar con el entonces primer ministro, John Major, al que preparó sus comparecencias semanales en la Cámara de los Comunes. Su premio fue convertirse en asesor personal del ministro de Finanzas, Norman Lamont, tras repetir el triunfo electoral de 1992. Aquella fructífera experiencia en la lucha por la recolección de votos despertó en él la ambición de competir por un asiento en los Comunes.

Aunque algún superior le puso en su sitio y le recordó que aún estaba muy verde y que carecía del bagaje necesario para plantear esa aspiración. Cameron no se lo tomó demasiado bien y durante el verano de 1994 abandonó la política para fichar por la empresa privada como director de asuntos corporativos en la selva de la City londinense.

Dos años más tarde contrajo matrimonio con Samantha Gwendoline Sheffield, una adinerada aristócrata rural con la que tiene dos hijos -Nancy Gwen (2004) y Arthur Elwen (2006)- y espera un tercero. Su primogénito (Ivan, 2001) falleció el año pasado de una rara enfermedad conocida por el síndrome de Ohtahara. Fue su pareja quien le convenció para que, ya maduro, regresara al ruedo político.

Se ofreció como candidato conservador en la circunscripción de Stafforshire con un discurso que rememoraba a Margaret Thatcher con fuertes críticas a la Unión Europea. Ganó la carrera por su inclusión en las listas 'tories', pero sucumbió ante el arrollador poder del nuevo laborismo de Tony Blair. Tuvo que refugiarse una vez más en el mundo empresarial, con las orejas gachas, pero nunca desalentado.

En 2000, sumidos en una crisis existencial, los 'tories' llamaron a Cameron para que liderara la candidatura de Oxfordshire. Logró el escaño en junio del año siguiente. Y desde entonces su ascenso es imparable y fulgurante: ministro en la sombra con Ian Duncan Smith y vicepresidente del partido (2003), líder 'tory' (2005) y primer ministro (2010). Una carrera impoluta, sólo salpicada por una 'affaire' con la marihuana durante su formación en Eton. El castigo estipulado de la expulsión fue sustituido por copiar quinientas líneas del texto en latín de 'Las Georgicas' de Virgilio. «Fata viam invenient» (El destino se abre sus rutas), dijo hace más de 2.000 años el poeta rural de la Roma clásica. ¿Se refería a David Cameron?