SUCESOS

«Lo peor fue el frío, una noche más hubiera sido muy peligroso»

Antonio Lobato relata cómo él y su compañero vivieron más de 24 horas atrapados en la Garganta Verde. «Me rompí un tobillo, no podía moverme. Nos calentamos con la manta térmica y queroseno»

MARÍA ALMAGRO

«De todo se aprende», dice ya más tranquilo Antonio Lobato. Él y su compañero de aventura José Javier Rosendi, se han convertido en protagonistas de los medios tras la arriesgada experiencia que han vivido este pasado fin de semana. Hasta 70 personas se movilizaron para ir a buscarlos una vez que saltó el aviso de que se habían perdido por la Garganta Verde de la Sierra de Grazalema mientras practicaban barranquismo.

Antonio y José Javier, dos grandes aficionados a la montaña y con años de experiencia, decidieron salir de expedición el sábado. Habían visto los partes meteorológicos y, aunque seguían dando lluvia, consideraron que no habría imprevistos. «Estamos hartos de hacerlo. El problema fue que me caí pero ya estábamos terminando el barranco a la hora recomendable según las previsiones del tiempo». Sin embargo no les dio tiempo de salir de allí. El cauce entraba ya cargado y podían quedarse atrapados. Y así pasó. Antonio se resbaló y cayó al agua. Bajaba con gran fuerza y le empujó contra las piedras. Perdió dos dientes, se dio un fuerte golpe en la cara y se fracturó el tobillo. «Decidimos quedarnos allí antes de que se pudiera poner la cosa peor» . Como conocedores del lugar pensaron que lo ideal era esperar a los equipos de rescate en una zona donde pudiera entrar el helicóptero. Pero, el tiempo iba empeorando y el rescate era cada vez más complejo.

Fue ese mismo sábado por la tarde cuando su contacto de grupo dio el aviso de que no habían regresado a la hora estimada. Saltaron las alertas de que les podía haber ocurrido algo por lo que se activó la búsqueda y se instaló un puesto de mando en Zahara de la Sierra. Decenas de personas se sumaron al auxilio entre Grupo de Rescate en Montaña del Consorcio Provincial de Bomberos, la Unidad de Montaña de Guardia Civil de Álora (Málaga), personal de Medio Ambiente y voluntarios de Espeleosocorro de la Federación Andaluza de Espeología .

Los expertos hicieron las primeras batidas supervisando la zona. No daban con ellos y la noche se echaba encima . Los guardias civiles al ver la complejidad que podía tener el rescate decidieron pedir apoyo a la Unidad de Granada. No cejaron en la búsqueda. Se barajó la asistencia también de buzos pero se descartó debido a la peligrosidad que existía por la fuerza del torrente de agua.

Una manta térmica y queroseno

Mientras, el accidentado y su compañero seguían esperando que todo saliera bien resguardándose lo que podían. «Lo peor de todo fue el frío. Una noche más y hubiera sido peligroso». Así que intentaron mantener la tranquilidad y tirar de protocolo de supervivencia. «Teníamos una manta térmica y un bote de queroseno que íbamos encendiendo cada vez que nos daban los temblores . Había que racionarlo por si acaso». Además intentaron aislarse de la pared poniendo sus mochilas, «aunque también estaban mojadas». Y para seguir luchando contra la hipotermia, (el peor enemigo en este tipo de circunstancias) tomaron también glucosa comiendo los geles y las barritas energéticas. En cuanto a sus móviles, poco pudieron hacer. No había cobertura.

Con lluvia y sin visibilidad

La carga de agua del barranco complicaba las tareas así que se pospuso al domingo la continuidad del rescate. «El helicóptero no podía salir al aire porque había poca visibilidad», cuenta el responsable que estuvo al frente de la unidad de expertos de la Guardia Civil. De ahí que empezaran a planificar otras opciones como los drones. Pero finalmente ya el domingo a las cinco de la tarde el helicóptero pudo despegar . «Íbamos ya hacia la zona y nos llegó el aviso de que un bombero y otra persona que conoce bien el barranco habían escuchado un silbato y creían que podían ser ellos». Efectivamente. «Sabíamos perfectamente que nos estaban buscando así que lo tocábamos cada vez que pensábamos que podían estar cerca», cuenta Antonio.

Una vez localizados vino la otra parte complicada del rescate, la aproximación al lugar donde se encontraban. «A través de un ciclo de grúa y bastante in extremis tuvimos que utilizar hasta 50 metros de cable para sacarlos de allí». El tiempo corría en contra porque el río cada vez bajaba más cargado y dificultaba la salida. Sin embargo la pericia del piloto y los agentes que actuaron fue extraordinaria ya que pudieron socorrerlos sin apenas problemas.

«Se han portado con nosotros de maravilla», dice agradecido Antonio. «Tenía la tranquilidad de que iban a encontrarnos» . Cuando se activó la búsqueda se puso en marcha también un protocolo exacto que actuó de manera coordinada en todo momento. Además hasta el lugar se desplazaron el subdelegado del Gobierno, Agustín Muñoz, el delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Cádiz, Juan Luis Belizón, el delegado territorial de Medio Ambiente, Ángel Acuña, y el alcalde de Zahara de la Sierra, Juan Nieto. Las familias de los dos montañeros fueron informadas puntualmente de todo lo que ocurría.

Tras esta aventura, Antonio es consciente del riesgo que asumieron aunque cree que todo se empeoró porque sufrió esa caída, «si no, hubiéramos salido a tiempo». Sin embargo esta experiencia le ha servido para pensárselo mejor para otra ocasión. «Bajaré el listón. Lo que más me preocupó es que algún bombero o guardia civil o quien estuviera de apoyo sufriera algún accidente mientras nos buscaban». Ahora, él y su compañero, tras pasar una noche en observación en el Hospital de Villarmartín, vuelven a casa sanos y salvos con una trepidante experiencia para siempre en la mochila y un buen susto ya pasado.

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