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El cerebro y la moral

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La relación entre el cuerpo y el espíritu es un tema que, discutido desde hace milenios y formulado en términos modernos desde el siglo de las Luces, está despertando en la actualidad un inusitado interés científico gracias a los progresos de las neurociencias. Hasta ahora, todos sabíamos que, no sólo la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto, sino también los pensamientos y las emociones dependían de la configuración y del funcionamiento del cerebro y que, por lo tanto, las malformaciones y las lesiones de este órgano rey -del que, en última instancia, depende la vida y la muerte- generan trastornos en la interpretación de la realidad o, en otras palabras, originan diversas enfermedades mentales. Por otro lado sabemos que, debido a la aproximación que -sobre todo durante los últimos quince años- se ha producido entre los estudios médicos y las investigaciones psicológicas se ha llegado a la conclusión de que, en cierta medida, la salud del cuerpo depende de la habilidad con la que administremos nuestros pensamientos y nuestras emociones. Ya se ha descrito con detalle cómo, por ejemplo, los estados de ánimo, depresivos o estresados, se manifiestan mediante afecciones en la piel o por alteraciones digestivas.

En una reunión interdisciplinar a la que han asistido profesores y alumnos de Retórica, Pedagogía, Psicología, Sociología y Anatomía de nuestra Universidad, hemos conversado, principalmente, sobre dos cuestiones: la primera, sobre la influencia de la configuración del cerebro en los comportamientos éticos, y la segunda, sobre la moralidad de las intervenciones cerebrales para, por ejemplo, evitar acciones terroristas o agresiones sexuales. La primera conclusión ha sido que hemos de abordar el estudio de estos temas humanos de manera convergente desde las ciencias del espíritu y desde las disciplinas naturales, y la segunda, que la comprensión de los comportamientos -entre ellos los de la conducta moral- exige que también pidamos ayuda a los neurólogos. Y es que los nuevos estudios de las Neurociencias han demostrado cómo la conciencia, la racionalidad, el comportamiento y la identidad se asientan sobre una base neurológica. Existen abundantes y rigurosos estudios que ponen de manifiesto cómo la voluntad, el control de uno mismo, el juicio moral, la toma de decisiones, las actitudes raciales, el miedo, la mentira y el engaño tienen mucho que ver con la arquitectura de cada uno de nuestros cerebros. A los que estén interesados por estos temas me permito invitarlos para que lean el libro titulado Neuroética, que la profesora Kathinca Evers acaba de publicar en la editorial Katz.