Opinion

Las zonas calientes

Pese a que la crisis económica absorberá buena parte de las energías de Barack Obama, lo cierto es que tarde o temprano deberá también enfrentarse a una complicada agenda exterior marcada por el estancamiento en Irak, la deriva de Afganistán, el reforzamiento de Irán y la inestabilidad en Pakistán. Obama también tendrá que dedicar parte de su tiempo a tratar de mejorar la pésima imagen que deja George W. Bush como herencia. Según una encuesta del Saban Center for Middle East Policy, el presidente Bush era el líder mundial peor valorado en el mundo árabe en 2006. Tenía una imagen negativa de él un 57% de los encuestados en Jordania, 49% en los Emiratos Árabes Unidos, 41% en Arabia Saudí, 38% en Marruecos, 36% en Egipto y 34% en Líbano, todos ellos países con gobiernos situados en la órbita de Washington. El intento de vender su intervención en Irak como un primer paso hacia la democratización del mundo árabe resultaba inverosímil para la mayor parte de la opinión pública. Según la mencionada encuesta, el 65% de los encuestados no consideraba que EE UU estuviese realmente interesado en promover la democracia, por un 5% que interpretaba lo contrario. Al ser inquiridos por los objetivos de la Casa Blanca en Oriente Medio, una abrumadora mayoría señalaba que el principal propósito era controlar el petróleo (83% de los encuestados) y, a continuación, defender a Israel (75%). El sistemático alineamiento de Washington con Israel, así como su tolerancia ante las políticas anexionistas aplicadas en los Territorios Ocupados en los últimos años, es una de las principales razones que explican el desencuentro entre EE UU y los árabes y musulmanes.

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Según la encuesta de 2008 del Anwar Sadat Chair for Peace and Development de la Universidad de Maryland, el 83% de los árabes tenía una imagen desfavorable de EE UU, mientras que el 70% afirmaba no tener confianza en sus políticas. El 81% de los encuestados interpretaba que la situación en Irak había empeorado desde la invasión del país, por sólo un 2% que afirmaba que había mejorado. Un 59% consideraba que la guerra de Irak había hecho la región más inestable, mientras que un 42% señalaba que el objetivo era distraer la atención ante otras cuestiones mucho más acuciantes, como el problema palestino. Al ser inquiridos sobre qué nación representaba la mayor amenaza para la región, un 95% se decantaba por Israel y un 88% por EE UU, y tan sólo el 8% señalaba a Irán como potencial amenaza. Todo ello a pesar del programa nuclear del país persa, que buena parte de los encuestados tachaba de positivo para Oriente Medio al considerar que serviría como factor de disuasión ante Israel.

Otra encuesta del Pew Global Attitudes Project, realizada dos años atrás, constató que si bien es cierto que «algunos en Occidente ven a los musulmanes como fanáticos, violentos e intolerantes, también los musulmanes de Oriente Medio y Asia ven a los occidentales en general como egoístas, inmorales y codiciosos, así como violentos y fanáticos». Las encuestas muestran con nitidez que la mayor parte de los musulmanes no considera al cristianismo como una religión violenta, al contrario de lo que ocurre con el judaísmo, probablemente por la errónea equiparación que establecen entre religión judía y las políticas del Estado israelí. Por el contrario, los occidentales señalaban al Islam como religión de la violencia (en España este índice alcanzaba el 81%, uno de los más elevados de Europa).

La opinión pública musulmana es sumamente crítica con sus regímenes autoritarios y apuesta claramente por la democratización de sus países. Considera que el sistema democrático puede funcionar, actitud que contrasta con la opinión occidental de que la democracia no tiene demasiado futuro en el mundo islámico.

Puede constatarse que la actual brecha entre el mundo árabe-islámico y Estados Unidos tiene una relación directa con la política exterior americana en Oriente Medio. Mientras la imagen norteamericana va en caída libre, especialmente después de la llegada a la Casa Blanca de George W. Bush, otros países occidentales como Francia, que desde De Gaulle hasta Sarkozy ha promovido su propia 'política árabe', han conseguido proyectar una imagen mucho más favorable. Como indican las encuestas, la mejoría de la imagen estadounidense está directamente ligada al replanteamiento de su política exterior y, en particular, a la salida de sus tropas de Irak y a la creación de un Estado palestino soberano y viable.