Europa del barça

Al fútbol europeo ya sólo le queda el consuelo de un Barcelona ganando su segunda Copa de Europa para que el ejercicio 2005-06 no se convierta en uno de los ejercicios más pobres de su reciente historia. Ya hace tiempo que la mediocridad camuflada de equipo 'outsider' se cuela de tapadillo en la final -el Liverpool de Benítez en la última edición-, lo que viene a decirnos que las vacas sagradas del viejo continente andan de capa caída. Con el Madrid a la cabeza, la lista de históricos abonados al fracaso no tiene fin: Bayern, Manchester, Ajax, Oporto, Anderlecht, Hamburgo, PSV... Luego están los equipos italianos. Su papel en este tipo de competiciones debería ser estudiado por un psicoanalista ya que tratan de obtener la máxima recompensa posible por el camino de la ramplonería sin importarles un pimiento la frustración de una hinchada impotente ante semejante barbarie. Ancelotti, Capello y Mancini, tan elegantes en el vestir como poco dados a alegrías de índole ofensivo, han hecho del Milán, Juventus e Inter, respectivamente, bloques en los que nada se deja a la improvisación y en los que todo se limita a un juego encorsetado donde las figuras no son Shevchenko, Nedved o Adriano. Estos técnicos se pirrán por futbolistas del talante destructivo de Gattuso, Vieira y Verón, el antifútbol campando a sus anchas por la Champions League.

Capítulo aparte para el Chelsea, versión arisca, multimillonaria y soberbia del club azulgrana, en la que Mourinho se empeña en acaparar todo su protagonismo y del que el Arsenal se parte de la risa. Así que hasta el madridista más recalcitrante, que puede ser el caso del sincero y envidioso Guti (fiel reflejo de la pocas luces que alumbran hoy en día al fútbol), debería alegrarse por una vez de que el Barça colocara el número dos en su casillero de la competición más grande; a la que sólo el equipo culé está haciendo justicia con un juego atrevido, hermoso, reconciliador y merecedor de este título.