TURISMO

Las Beatillas, el último coletazo de la burbuja inmobiliaria

Las excavadoras han derribado el complejo turístico de JALE en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo de 2011

Una excavadora derriba las instalaciones de Las Beatillas L. V.

MERCEDES MORALES

Las Beatillas, el lujoso hotel del grupo Jale que fue símbolo de toda una época, ya es historia. Con el derribo de las instalaciones en las afueras de El Puerto de Santa María, que llega 15 años después de la orden dictada por el Tribunal Superio r de Justicia de Andalucía en 2003 y ratificada por el Supremo en 2011, se pone punto y final a un largo contencioso entre la Junta de Andalucía y el grupo empresarial aún liderado por José AntonioLlópez Esteras.

Las instalaciones del complejo hotelero llevan tiempo abandonadas. Según ha trascendido a los medios ya hay un proyecto embrionario, que cuenta con el respaldo del equipo de gobierno municipal, para recuperar el viejo cortijo e instalar una destilería artesanal.

De esta manera se pone fin a un proyecto turístico con «una sentencia ejemplar» , tal y como rezaba en el fallo del Tribunal Supremo, en la que se recordaba que la orden de demolición del macrocomplejo turístico decretada en 2003 por la Dirección General de Urbanismo de la Junta de Andalucía y recurrida por las citadas empresas «no se puede tachar de desproporcionada».

La sentencia recordaba hace ya siete años que los promotores del citado complejo obtuvieron del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María en 2001 una licencia «para adecuación» de un antiguo cortijo a «usos de hostelería».

Sin embargo, en esos terrenos, destinados al sistema general de espacios libres, donde «se pretendía configurar un parque periurbano» y se prohibían «edificaciones de nueva planta», construyeron un palacio de congresos de planta baja más subterráneo, un restaurante de 284 metros cuadrados , cinco pistas de padel con vestuario s y duchas, una carpa de 700 metros cuadrados, un parque infantil , un aparcamiento y una urbanización de 11.684 metros cuadrados, según recoge la sentencia.

Pero el Tribunal también dio entonces un gran toque de atención a las administraciones implicadas, ya que «toda demolición supone una pérdida de riqueza, por lo que han de evitarse actuaciones excesivas e inútiles», y apuntaba a que se trata de una medida «excepcional y de utilización restringida».

Y subrayaba que había «echado de menos una actuación mejor coordinada de las administraciones urbanísticas municipal y autonómica competentes» para evitar «la consumación de los hechos y dilapidar así esfuerzos o riqueza».

Una vez recordado el largo antecedente que ha dado pie al derribo que ayer se ejecutó, cabe apuntar que 'Las Beatillas' fueron todo un símbolo de la bonanza económica del incio de la década pasada. Los actos de prestigio relacionados con el turismo se celebraban allí. Todos hemos cubierto presentaciones de productos, competiciones deportivas o incluso asambleas de Horeca en este complejo turístico que tampoco era el más escandoloso ni el que dañaba más la conciencia medioambiental del visitante en esta provincia.

El derribo de Las Beatillas representa mucho más. Significa el fin de un emporio, el mayor que hubo a finales de los años noventa e inicio del 2000 de capital netamente gaditano vinculado al turismo. Al frente de él siempre estuvo, y aún se mantiene, el empresario José Antonio López Esteras.

El grupo empresarial nació a finales de los ochenta, cuando este empresario diversificó su negocio de construcción -que fue la base del holding hasta hace diez años- hacia el sector turístico. Algo que en el mundo hotelero puro se observa con cierto recelo, por el hecho de vincular el futuro del modelo de negocio turístico al inmobiliario.

Esta aventura del grupo de López Estera comenzó con el Hotel Monasterio San Miguel, uno de los primeros proyectos en demostrar que la apuesta por lugares históricos podía ser rentable. Más tarde la firma se hizo popular por una de sus propiedades, el complejo hotelero Las Beatillas. Y el último intento por reflotar el negocio fue una huida hacia adelante, expandiéndose con la adquisición del hotel Incosol en Marbella (en el que se planteó una inversión incial de 200 millones de euros) para volver a dar brillo al mítico alojamiento de lujo, especializado en el turismo de salud y belleza de la casi extinta 'jet set' marbellí.

Jale llegó a tener otros hoteles como el Cerro del Lago en Istán, Marbella. Y fue mucho más allá, invirtiendo justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria en otras zonas como Málaga, Ciudad Real, Córdoba, e incluso en el extranjero, en la ciudad alemana de Berlín, donde compró el hotel Hoppegarten.

En 2007 el grupo facturó 30 millones de euros, el doble del resultado de las ventas de 2006, según apuntaban entonces fuentes empresariales a este medio. Pero el hundimiento del ladrillo y una escasa rentabilidad a corto plazo de las inversiones hoteleras hundieron el complejo de forma inexorable.

El grupo empresarial tuvo que replegar velas y quedarse solo con el Hotel Duque de Medinaceli, Hotel Monasterio San Miguel, Dunas Puerto y el Gran Hotel Costa Ballena, todos en Cádiz. En Córdoba, mantuvo el Palacete Mirador. Pero uno a uno fueron cayendo como fichas de dominó, lastrados por las fuertes deudas.

Con la ruina llegaron los administradores concursales y los pleitos continuos. El propio López Esteras, que ha cumplido ya los 79 años, sigue peleando cada día denunciando que se siente estafado. Él mismo ha relatado a este periódico en muchas ocasiones que solicitó el concurso «voluntario, urgente y con sigilo» el 3 de marzo de 2008, cuando aún el grupo contaba con unos activos «valorados en 920 milllones» y que de forma «sorprendente» se decretó el concurso de acreedores al día siguiente.

Desde entonces, el empresario portuense ha denunciado en prensa y en los tribunales un «expolio continuado» y la paralización de sus negocios, culpando directamente a los acreedores a quienes ha llevado a los tribunales.

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