Iván Odero escoltado por la Guardia Civil | L. V.
UNA Vida de Cine | NARCOTRÁFICO

La condena del otro niño

Iván Odero, el conocido rey de las planeadoras y que inspira al personaje de la película de Monzón, acaba de ser sentenciado

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El Niño tiene una mirada que arrebata corazones adolescentes; su acento causa gracia o chirría en los tímpanos según el oído que le escuche. El director de cine Daniel Monzón se ilustró en el testimonio de varios narcotraficantes que pilotaron planeadoras en los años 80 para dotar de contenido verídico a la película que está arrasando ahora en las taquillas. Ese joven narcotraficante, interpretado por Jesús Castro, se convierte en dueño y señor del estrecho pasillo marítimo que une Marruecos con la península, se inspira en la figura de otros niños que en la vida real quedaron enganchados al tráfico de hachís. Una vida de riesgo y ganancias rápidas para los más avispados.

Una de esas musas que han fraguado la leyenda en el Estrecho es Iván Odero, ese joven sanluqueño, conocido como el rey de las planeadoras por su pericia en el manejo de estas lanchas. Su nombre se convirtió en argumento de noticias y reportajes a partir del año 2009 cuando fue detenido en la operación Q7. Un operativo de la Guardia Civil que sacaba a la luz pública las andanzas de una organización liderada por un tal Iván, que por entonces ya tenía 29 años y a quien vinculaban con el lucrativo negocio de introducir la droga por la desembocadura del Guadalquivir. Los investigadores responsabilizaban a su banda de la entrada de 25.000 kilos de hachís y de llevar años en el negocio.

A partir de entonces comenzaron a complicarse las cosas para aquel chico, amante de las motos y la velocidad, que había levantado una mansión en su pueblo y que circulaba para envidia de algunos en coches de lujo –un Hummer, un Mercedes y un BMW X5 le incautó la Guardia Civil-. Ahora la trayectoria de este otro niño se hunde en la prisión de Ceuta. Allí fue conducido en 2011 después de ser detenido nuevamente antes de que pudiera escapar a través de la frontera de Gibraltar. Desde entonces no ha salido.

Tres años por tres toneladas

El pasado verano le llegaba la primera condena tras haber obtenido alguna victoria procesal en forma de nulidad. La Audiencia Provincial, con sede en la ciudad autónoma, lo ha condenado a tres años y nueve meses de prisión por un alijo de 3,6 toneladas de hachís que introdujo por la denominada autopista de la droga (desembocadura del Guadalquivir) hasta tocar tierra en Trebujena en junio de 2011.

La sentencia ha sido dictada por conformidad de las partes. Iván Odero, su hermano David y otros ocho integrantes más de su banda han aceptado el relato de los hechos que defendía la Fiscalía a cambio de una reducción de las penas. El Ministerio Público partía de seis años y al final rebajaba a la mitad su acusación; a cambio, ha obtenido la confesión y el acatamiento de la condena por parte de los procesados.

El alijo por el que ha sido sentenciado ahora el rey de las planeadoras lo introdujo al poco de salir de prisión. El arresto por la gran operación antidroga de 2009 lo mantuvo alejado de los motores fueraborda menos de dos años. A principios de 2011, la jueza que sustituyó a la instructora que había dirigido la ‘Q7’ lo ponía en libertad con cargos. Le fijó una fianza de 15.000 euros.

En esa investigación se descubre, por ejemplo, cómo uno de los dueños marroquíes para el que trabaja el joven sanluqueño pagó 200.000 euros a la Policía Marroquí para que lo dejaran en libertad. Iván había sido abordado por una patrullera cerca de la costa de Larache. Los 15.000 que tuvo que entregar Odero para salir de prisión es pura calderilla para el líder de una organización de traficantes.

Una puesta en libertad criticada

La polémica decisión judicial, que se producía incluso antes de que cumpliera los dos años como preso preventivo, se acordó en contra del criterio de la Fiscalía Antidroga, que tenía en sus manos informes de la Guardia Civil que confirmarían que Odero seguía al frente de su banda, organizando nuevas entradas, pese a encontrarse entre rejas.

Su comportamiento fuera de prisión siguió danzando un baile peligroso con la Justicia. Nuevamente fue arrestado en dos ocasiones en poco más de un mes, entre mayo y junio de 2011. La primera por conducir sin carné, por pérdida de puntos, a 215 kilómetros por hora a bordo de un Lamborghini (su pasión por la velocidad no sólo la demostraba en la mar). Un radar de la autovía A-7, en Algeciras, lo cazó. Fue puesto a disposición judicial y quedó en libertad con cargos.

En junio fue sorprendido en la Bahía de Algeciras, donde los agentes sospechaban que había trasladado su centro de operaciones ante la presión que ejercían contra su banda en Sanlúcar. Al oír el alto de una patrullera, se dio a la fuga. Cuando fue interceptado, la embarcación estaba vacía. El 27 de ese mes, a la medianoche, fue cuando pilotó una neumática con tres motores de 250 cv y llevó hasta Trebujena las tres toneladas de hachís que hoy le han valido la condena de tres años. No fue apresado entonces.

Descubierto en la frontera

Tuvieron que transcurrir cuatro meses para que fuera descubierto en la frontera con la colonia británica. Trató de pasar con su hermano, quien también había logrado escapar del cerco policial. El agente de aduanas que revisó su documentación sospechó y fue a verificar si estaba ante una persona reclamada por la Justicia. El joven sanluqueño se dio cuenta y emprendió la huida. En un primer momento logró escabullirse por las calles de La Línea. Dos mujeres de origen marroquí que les acompañaban se quedaron en la frontera. Los guardias optaron por la paciencia y las mantuvieron vigiladas hasta que el traficante se puso en contacto con una de las chicas. Ahí cometió el error, según relataron fuentes policiales. Cuando iban a encontrarse en Algeciras, fue apresado.

El próximo año cumpliría condena, pero antes de que haya liquidado ese asunto con la Justicia puede que vuelva a sentarse en el banquillo. En caso de que se retrase ese segunda vista oral, el Ministerio Público ya está preparado para solicitar que permanezca en prisión preventiva hasta que se celebre el juicio. El objetivo: dificultar su regreso al negocio.

La Fiscalía Antidroga le pide seis años y nueve meses de prisión por la ‘operación Q7’ en la que se enfrentará a un tribunal junto a otras 12 personas que conformaban su banda, entre ellas su pareja sentimental.

El Ministerio Público acusa a Caridad M. V. de tener una participación activa en las actividades ilícitas de su pareja. Acataba sus órdenes y entre sus cometidos estaban la preparación de los trajes de neopreno que usaba el rey de las planeadoras para cruzar el Estrecho, «esconder efectos, transportar dinero, coordinador a otros miembros de la organización o informar de los cambios de terminales telefónicos…», según detalla en su escrito de acusación la Fiscalía.

Además de la pena de prisión, a Odero le reclaman parte de la fortuna que presuntamente amasó con el hachís: 11,8 millones de euros. La acusación pública sabe que rara vez los narcotraficantes abonan las multas; así que ha solicitado que se incremente la pena en caso de impago.