opinión

Secador de cuerpo

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El jueves 14 fue el día de visitar en familia por vez primera el parque temático de Isla Mágica. Para cualquiera que tenga más de treinta años, el espacio resulta familiar, pues es el lugar donde se celebró durante seis meses la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Y, aunque el lugar es reconocible, se tardan horas en localizar los lugares más señalados, que entonces acompañaban su fama de las horas de cola que demandaba cada visita a un pabellón o un cine.

Este jueves, sin embargo, las colas eran escasas e incluso inexistentes, lo que hacía al parque mucho más abarcable y divertido, pues no había problema para repetir, sin espera, en muchas de las atracciones. El parque ya no es el lugar donde todos querían ir, a promocionar su autonomía, su país, a subirse a un escenario, a recorrer como lugar turístico, o a hacer la vida social de primavera-verano. España tampoco es la que fue, con dos crisis entretanto. Entonces, quizá fue el lugar donde más se habló catalán durante un tiempo, fuera de sus regiones de origen. Ahora, el idioma más hablado después del castellano es el portugués, y deben de ser los portugueses un pilar para la supervivencia del parque, pues en el país vecino, tal como contaban unos empleados del parque, hay mucha más publicidad visible que en España.

El agua también es esencial en varias de las atracciones que la utilizan, a veces para dejar empapado al público que monta en ellas o que, en el caso de Iguazú –un viaje en canoa con descenso y remojón final-– espera como espectador para gozar de un chapuzón. Como no sabría recomendar una sola cosa para quienes quieran pasar un buen día, aparte de lo obvio, aconsejaré una de las atracciones menos solicitadas. Creo que ni figura en el plano que se da con la entrada. Su nombre es Secador de cuerpo, una cabina abierta donde por un total de 2€ pueden entrar hasta cinco personas previamente empapadas e intentar quitarse el agua de encima para seguir disfrutando de otras atracciones, mientras ríen o saltan. Se paga aparte de la entrada, pero merece la pena por su rareza y para quienes gustan de contarlo pueden estar seguros de que durante un tiempo seguirá siendo algo exclusivo.