opinión

Invocación de la política

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El planteamiento jurídico-constitucional del conflicto secesionista catalán se ha agotado en su enunciado: la Carta Magna declara taxativamente la indivisibilidad de la soberanía española, por lo que el Gobierno Rajoy no autorizará un referéndum que cuestione la ruptura del Estado como la que solicita la Generalitat con fines secesionistas. Las dos grandes formaciones políticas que se turnan al frente del Gobierno coinciden en este planteamiento, por lo que el asunto está bloqueado. De persistir en la convocatoria, las consecuencias serán imaginables, de nuevo con la Constitución en la mano, lo que conduce a conclusiones inquietantes.

Ahora bien: por encima del Derecho está la política, como acaban de recordar y de proclamar Miquel Roca y Miguel Herrero de Miñón en un acto en la Fundación Diario Madrid. Roca había dicho con anterioridad que «lo que suceda en los próximos años se jugará en el ámbito de la negociación política y no de los límites que marquen las leyes». Herrero remachó estas ideas con un aserto heterodoxo pero realista: «en la Constitución cabe todo lo sensato que se quiera que quepa». Evidentemente, la democracia y la racionalidad desacralizan la Constitución, que sólo es deificada por los regímenes autoritarios. Porque, como dijo Joaquín Garrigues Díaz-Cañabate en los albores de la Transición cuando alguien le planteaba la inamovilidad de los Principios Fundamentales del Movimiento para negar la democracia, «sólo Dios en el Sinaí dio leyes inmutables a los hombres».

En efecto, la Constitución no permite la secesión de Cataluña. Ninguna Constitución democrática prevé la fractura del territorio nacional, por razones ontológicas: no tendría sentido negar el ser cuando de lo que se trata es de organizar el ser. Pero si la democracia es el método más depurado para la resolución de conflictos, algún medio habrá de haber de resolver ese conflicto por antonomasia que es hoy el de la disidencia catalana. Y nos pongamos como no pongamos, algún método habrá de haber también de que se independice pacíficamente la población de un territorio autosuficiente y bien caracterizado culturalmente que desee hacerlo y esté dispuesto a luchar políticamente por ello.