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De las barbacoas quedan cenizas

La edición 2013 de las barbacoas del Carranza confirman que la cita ha perdido gran parte de su atractivo y antigua afluencia

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La ciudad de Cádiz amanece hoy con resaca. O al menos lo parece. El Paseo Marítimo, entre las calles Antonio Accame y Neptuno, y la playa de La Caleta, albergaron anoche uno de los, antaño, acontecimientos más singulares de la geografía estival patria, las barbacoas del Carranza. La fiesta, o mejor dicho, lo que queda de ella, ya es historia. Pero historia de verdad. Porque el nivel de afluencia registrado este año deja entrever que las barbacoas viven sus últimos estertores, y están en un callejón sin salida costoso para las arcas municipales y que no aporta nada de valía a la ciudad. Ni turístico, ni económico..

A falta de datos oficiales, que se aportarán en la mañana de hoy por parte de las autoridades municipales, puede decirse que las barbacoas de la capital ya no guardan relación directa con la competición deportiva al amparo de la que nacieron, ni con el ambiente festivo de convivencia de final de verano que tuvo antaño, y que siguen perdiendo adeptos a velocidad de vértigo.

La vieja costumbre de los gaditanos de reunirse tras el fútbol del Trofeo Carranza para compartir carne a la brasa, unas copas de vino y conversación, ha ido derivando como ocurre en otras aglomeraciones festivas a lo largo y ancho de primavera o del mes de agosto, en una concentración de adolescentes que tratan de pasarlo bien consumiendo grandes cantidades de alcohol.

La menor ocupación de la playa por parte de los asistentes comenzaba temprano. Desde las seis de la tarde ya era posible ver a grupos, en su mayoría de jóvenes, llegando a la playa o haciendo acopio de sus enseres para pasar la noche. Lo más repetido en su equipaje, los consabidos lotes de bebidas y comidas, compradas en su mayoría a escote entre varios amigos, así como alguna prenda de abrigo por si refrescaba de madrugada, y muchas ganas de fiesta. «Ponemos diez euros por persona y pasamos el día y la noche entera, hasta que el cuerpo aguante», explicaba María José Reyes, una joven estudiante de Chiclana, que llegaba pasadas las siete a la zona de La Victoria donde la esperaban sus amigos. En Cádiz anoche olía poco a pinchitos. La mayoría de los grupos portaban neveras repletas de botellas de alcohol y refrescos, y sólo los más osados cargaban con la barbacoa portátil adquirida para la ocasión. Acotadas como viene siendo habitual en el escaso kilómetro lineal que separa los módulos 2 y 4 de la principal playa urbana de Cádiz, la de La Victoria, las barbacoas del Trofeo Carranza fueron anoche un pequeño hervidero de gente joven. El menor hervidero, o asador, que se recuerda.

El dispositivo que mantuvo el Ayuntamiento y las fuerzas del orden garantizaba al cierre de esta edición la seguridad y la correcta marcha de la fiesta, pero también le restaba emoción. Como algunos asistentes resumían: «Ahora está todo mucho más controlado que hace unos años». Así lo recordaba Antonio Pérez, un joven isleño que hacía «tres o cuatro años que no venía a Cádiz en agosto», y que aseguraba «haberse divertido en las barbacoas, hace años, mucho más que éste».

Las ganas de diversión de quienes llenaban trenes, autobuses y sobre todo coches particulares para venir a las barbacoas no entendían ayer que «alguien, en su despacho, pueda prohibirnos venir a pasar la noche en la playa».

Para ellos no existe la polémica sobre si el evento debe desaparecer, o por el contrario hay que reavivarlo. Pero todo apunta a que las barbacoas morirán por inanición. El refuerzo del transporte público invitaba, y facilitaba, a muchos jóvenes a venir hasta Cádiz a pasar la noche de juerga. La mayoría de ellos ni sabía con qué equipos jugaba el Cádiz Club de Fútbol el triangular en que se ha convertido este año el Trofeo Carranza. Tampoco sabían quién ganó finalmente este trofeo futbolístico, otrora santo y seña de la ciudad.

En esta edición 2013 de las barbacoas, para colmo, la premura de las fechas elegidas para su celebración también cogió desprevenido a algún turista que pasa estos días sus vacaciones en Cádiz. Eloisa Ramírez, madrileña de nacimiento que veranea con su marido en la capital desde el pasado día 1, lo ratificaba. «Yo sabía que aquí se hacía esta macrobarbacoa, pero pensaba que era más adelante, más tarde», apuntaba.

Lo cierto es que más allá de Cortadura, a muchos les extraña que una administración local permita «que la playa se convierta en un estercolero aunque sea por unas horas».

Eso sí, el Ayuntamiento no se cansa de repetirlo. La Victoria es una playa calificada con la ISO-14.001, la Q de Calidad Turística y cuenta con Bandera Azul y lo sigue siendo después de la celebración de las barbacoas.

Sea como fuere, hoy domingo, volverán las críticas, crecientes, y los halagos, menguantes, hacia un evento que ha caído en desgracia por varias causas. Para muchos las barbacoas benefician muy poco a la imagen de la ciudad, y para colmo, tampoco parece llenar en exceso las arcas de los hosteleros y del resto de establecimientos de ocio de la zona de playa, que cualquier otro fin de semana hacen más caja que anoche.

Aparte de las barracas y su disparatada venta de bolsas de hielo, la mayoría de establecimientos o chiringuitos no había preparado actividades o programación especial, e incluso temían daños en su mobiliario, como ha sucedido en años anteriores.

Eso sí, las barbacoas del Carranza 2013 han vuelto a ser todo un reto organizativo para el Ayuntamiento de Cádiz y el resto de estamentos participantes. Además de colocarse 80 bidones de basura pintados en rojo para recoger el carbón que pudieran verter los comensales, repartirse 10.000 ceniceros ecológicos y 5.000 bolsas de basura en la tarde del sábado por parte de los colaboradores medioambientales, la edición 2013 de las barbacoas contaron con un dispositivo de más de 80 agentes de Policía Local, Guardia Civil y Policía Nacional, que trabajaron hasta el amanecer. También los 36 vigilantes situados estratégicamente en los acceso a la playa, una dotación de 20 sanitarios y cuatro ambulancias, o los casi 300 operarios que cuando usted lea esta crónica todavía estarán limpiando la playa, participaron en el despliegue humano.

A la espera de conocer el dato oficial de afluencia que a lo largo de la mañana de hoy ofrecerán las autoridades municipales, todo parece indicar que las barbacoas gaditanas pierden fuelle a pasos agigantados. Basta echar un vistazo a sus números en las últimas ediciones. El pasado 2012 sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Cádiz cifró la asistencia en 36.000 personas, una cifra muy inferior a la contabilizada un año antes, en 2011, cuando los datos que se manejaron llegaron a las 50.000 personas. Muy lejos quedan ya los 250.000 asistentes que participaron en la cita en el año 2005, cuando trató de batirse el récord Guiness, o los 160.000 asistentes del año 2006.

En los últimos años ha ido cambiando el perfil de público que participa en las barbacoas gaditanas. De su origen de fiesta familiar y popular, el evento ha ido a derivar en la última década a un macrobotellón en muchos momentos de la noche.

De hecho, numerosos jóvenes procedentes de localidades de la Bahía y de la provincia de Sevilla llegaban ayer hasta la capital gaditana para hacer suya la playa durante unas horas, y beber a destajo. Al cierre de esta edición no se habían producido incidencias de gravedad.

Dos detenidos por hurto

Hasta la medianoche, sólo se registraron dos detenciones. La Policía Local arrestó a M.A.M.F, de 43 años y M.P.G. de 42 años, vecinos de Cádiz, como presuntos autores de varios hurtos en la playa Victoria, aprovechando la mayor afluencia de público. En algunos casos, llegaron a llevarse objetos y dinero por valor de mil euros. Según la Policía Local, habrían actuado durante toda la semana previa al Trofeo Carranza, especialmente a los usuarios de las hamacas del Hotel Playa y Tryp Caleta, así como de los chiringuitos. En el momento de la detención, ambos detenidos fueron sorprendidos por dos agentes de la Policía Local cuando estaban manipulando una mochila en la playa Victoria.

Más allá de ese episodio, las restricciones de entrada de mobiliario a la arena funcionaron, y el incremento de la concienciación ambiental en torno a los residuos que se generan también pusieron su granito para racionalizar el evento. Las barbacoas del Carranza del año pasado dejaron casi 30 toneladas de residuos, diez menos que las de 2011. En esta edición la cifra podría ser similar.

Minutos antes de las seis de la mañana, la playa empezaba a ser desalojada por el operativo de limpieza. Porque el evento repite los mismos patrones en los últimos tres años. Se repite la historia. Ytambién se reabren los mismos debates sobre la conveniencia o no de mantener una tradición que en su día se fue de las manos, y que ahora se reduce a su mínima expresión.

Pero nadie se atreve a dar el paso de eliminar las barbacoas. Al final y al cabo esto es Cádiz. Pleno agosto. Y ayer se jugó el Trofeo Carranza, que supone el final del verano. ¿O ya no?...