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De Cádiz a Polonia

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El cierre de la fábrica gaditana de Altadis acaba con tres siglos de historia tabaquera en la Bahía pero, al mismo tiempo, supone la desaparición de otro icono industrial de la provincia. En muy poco tiempo se ha esfumado Delphi, Visteon y ahora Imperial Tobacco. Las multinacionales se mueven por interés y no por sentimientos hacia personas o lugares. La tabaquera inglesa se hizo en 2008 con el grupo franco-español Altadis y, al año siguiente, presentó un ambicioso plan de integración de sus factorías en Europa, donde la planta gaditana ya no encajaba en sus planes. La compañía cerró así las instalaciones de Alicante, reordenó la de Palazuelos, en Cáceres, y eliminó de un plumazo dos de las tres líneas de producción de la factoría de Cádiz. Tanto la planta extremeña como la gaditana tenían en ese preciso instante fecha de caducidad. Era la crónica de una muerte anunciada. El año pasado se cerró Palazuelos y ahora le ha tocado el turno a Cádiz. Imperial Tobacco, como tantas otras multinacionales, decide sus estrategias en función de la cuenta de resultados y, en este caso, los números han reflejado que el consumo de tabaco ha caído en la llamada Europa desarrollada, mientras que los costes de producción se han disparado. Toca hacer las maletas y buscar nuevos horizontes donde la actividad sea más rentable. La Europa del Este, y más concretamente Polonia, es el nuevo paraíso industrial donde los sueldos están por los suelos y los convenios colectivos, casi en blanco.

Es la misma radiografía de aquella España de los ochenta que empezaba a emerger en una Europa donde nos condenaban a servir y a trabajar por la mínima expresión. El tiempo pasa y la situación ha cambiado. Ahora son otros los que tienen ese cartel que definió a España durante un par de décadas, las mismas que aprovecharon las multinacionales para implantarse y sacar su rédito. Es lo que se denomina globalización y deslocalización. Los ingleses no han reparado en ese romanticismo, casi mágico, que impregna a una ciudad, donde el humo de tabaco ha formado parte de su paisaje y de sus costumbres. Era un humo blanco, fino, incluso agradable que siempre lo he asociado con momentos de mi vida en la ciudad y que ahora regresan como si fueran fotogramas de una película. El paseo por Canalejas en las tardes de verano o las visitas al puerto para ver sus barcos son secuencias de los años setenta que tienen como fondo la fachada de la antigua Tabacalera de Plocia. Más cercano a nuestros días recordaré siempre el olor que despedían las chimeneas de la planta de la Zona Franca, mientras cruzaba despacio el puente Carranza a la espera de que alguno de los cientos de pescadores que se apostaban entre sus barandillas levantara la caña con alguna recompensa.

La Tabacalera encierra también una liturgia ligada a la Semana Santa. Sevilla y Cádiz guardan como tesoro cofrade sus cigarreras, no aquellas mujeres tan adelantadas a su época, sino las dos hermandades que nacieron bajo el amparo de sus fábricas de tabaco. La multinacional se lleva de Cádiz parte de su historia y de nuevo los políticos llegan tarde para frenar esta sangría laboral. La decisión de Imperial Tobacco es irrevocable. Sólo queda que el terreno que deja sirva para generar empleo.