hoja roja

Hagamos un trato

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Queridos Reyes Magos, sé que es un poco tarde para enviaros mi carta, aunque aún tengo esperanzas de que, por aquello de la magia que os envuelve, atendáis mis súplicas con algo más de benevolencia que las del año pasado. Ya sé que os pasa más o menos como a nosotros, que entre la crisis y el I+D+I del Papa estáis un poco desnortados, aunque lo vuestro es peor, porque aquí no sabremos a dónde vamos, pero es que vosotros ni siquiera sabéis de dónde venís. En fin, da lo mismo. Lo importante es que esta vez leáis con atención lo que os escribo y nos caigáis en la tentación de pensar que por aquí somos más tontos de lo que aparentamos y que nos conformamos con cualquier cosa, que para eso ya están los que nos gobiernan, y así nos va.

Tomando prestado el optimismo existencial de Enrique Montiel de Arnaiz, he de deciros que nosotros este año nos hemos portado bien, demasiado bien para mi gusto, que como sabéis suele ser un tanto estrambótico y desestructurado. Y eso que, en muchas ocasiones, nos lo han puesto muy fácil para portarnos como auténticos energúmenos. Pero bueno, hemos protestado lo mínimo, hemos obedecido lo máximo y al final nos han convencido de que tenemos lo que nos merecemos y hasta nos lo hemos creído, dándole demasiadas facilidades al de la tijera y sus secuaces. Sí, señores, eso es lo que hemos sido, fáciles, más que buenos. Pero llevamos mucho tiempo siendo fáciles, tal vez por eso os reísteis tanto de la carta del año pasado. Ni puente, ni hospital, ni castillo, mi música, ni tren, ni siquiera libros… os llevasteis nuestras ilusiones y a cambio dejasteis regalos de relleno, baratos, que eso se notaba –siempre se nota– mucho. Mucho papel de colorines, cajas muy grandes, paquetes muy bonitos pero con exposiciones de segunda mano, con espectáculos ya usados, con chapuzas, con remiendos, con quiero y no puedo… Bueno, también trajisteis a vuestro colega Juan Carlos en los ratos que le quedaban entre caídas y operaciones. Y al Gobierno en pleno y a todos aquellos presidentes hispanoamericanos… pero no, no era lo que os habíamos pedido.

Por eso este año, para que no haya malos entendidos, os propongo hacer un trato. En vez de traer, llevaros todo lo que nos sobra por aquí. Pero tened cuidado, y no os llevéis a más gente, que cada vez somos menos y nos conocemos más y eso complica las cosas. Llevaros la arrogancia de quien supone que vivimos a la puerta del paraíso, llevaros la ignorancia de quien aplaude privatizaciones, despidos y recortes, llevaros la pereza de cuantos dejan todo para mañana, llevaros la mentira, el engaño, la autocomplacencia, el derrotismo, la crítica, el pesimismo. Llevaros la angustia de no llegar a fin de mes, la solidaridad impostora y los espejitos mágicos. Llevaros la ingenuidad de cuantos siguen brindando al sol, las diferencias ¿ideológicas? entre partidos, las acusaciones, las crispaciones. Llevaros la mala leche, la caradura y la injusticia. Sabéis donde encontrarlo, pasad ligeros y no hagáis ruido.

Ah, y de paso llevaros la pantalla, los altavoces y el micrófono de San Juan de Dios, que en Cartagena de Indias ya deben estar de nosotros hasta el gorro.