Truco o trato

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La parrilla televisiva de este domingo, con varios títulos de terror, y los coletazos de las fiestas temáticas de Halloween, me dan licencia hoy, cuatro de noviembre, para hablar de los muertos. De los míos y los suyos. Y de la muerte. De la de todos. De una celebración que muy poco tiene que ver ya con el recogimiento y la oración, con una serie de ritos que van desde las reuniones familiares en los panteones, al consumo de dulces con el descriptivo nombre de huesos de santo.

Cada vez que un niño golpea una puerta al grito de truco o trato, me recuerdo con cinco años en un primero de noviembre, aguardando a mis padres a las puertas de un cementerio, preguntándome cuándo podría yo curiosear por aquel laberíntico mundo de los difuntos. Queriendo entender rápido lo que hoy, varias décadas después, continúo sin asimilar. Creo que en esta vida no lo llegaré a comprender. No puedo aceptar la fatídica llegada de Hades en plena fiesta para llevarse por delante a cuatro chicas rebosantes de salud. Su terrible y caprichosa elección para dejar pisoteadas las existencias de los que ahora las lloran. Aterra pensar que, a menudo, apresa los corazones y las mentes de quienes deciden encontrarse con ella mucho antes de que hubiesen sido convocados por su ruleta rusa ejecutora. Y enloquece saber que, tarde o temprano, tendrás que decir adiós a quienes la vida te dio. Por eso no nos gusta pensar en la muerte. Ni siquiera porque el calendario lo prescriba. A pesar de que construyan un puente de días de libres para reflexionar sobre ella. Le hemos puesto la lápida a una jornada triste para hacer de ella la prolongación de un sábado de carnaval. Empezamos a asumir el credo de los zombies, que ellos nos aseguran un después del mañana. Al cambiar la tradición que conocimos hasta hace muy poco y pasar a decorar calabazas, no solo estamos pareciéndonos más a los norteamericanos. Qué más da si lo llamamos Tosantos o Halloween. Lo que creo es que, así, nos estamos encaminando hacia otra forma de encarar lo que años de experiencia nunca nos harán entender. Si esto son dos días...