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García Pomar desgrana su propia Semana Santa

Magnífico pregón en Villamarta del cofrade de la Sagrada Cena, que encandila al público con su sinceridad y compromiso

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Calas blancas en el altar. Consejo directivo de la Unión de Hermandades en el patio de butacas. Presidencia mirando al pregonero, con la única presencia de pregonero, presentador, alcaldesa, presidente del Consejo y obispo diocesano. Vieja cruz de guía de la hermandad de la Cena. Faroles escoltándola... Estos fueron los elementos que hicieron diferente el pregón de la Semana Santa, el de Ignacio García-Pomar. Eso, y una presentación deliciosa de su tío que anunció que Cristo fue el primero el pregonar su pasión y muerte. Una presentación en la que el sacerdote confirmó que el pregón era el pregón de la verdad, el pregón de un cofrade convencido de la profundidad de la Semana Santa.

Sonó Corpus Christi, y con la marcha, San Marcos llenó de luz las sombras del Teatro Villamarta, que registró una magnífica entrada para escuchar a ‘Tacho’, como le conocen todos en el mundo de las cofradías. Y la palabra, la de Dios y la de ‘Tacho’, comenzó a embaucar los rincones de un teatro que aplaudió un comienzo brillante y sentido en prosa en el que dedicó su intervención a nuestros padres, a los que nos legaron la Semana Santa que hoy tenemos. San Marcos siguió siendo protagonista, y de qué manera, cuando el pregonero versificó la coronación de la Estrella por parte de los hermanos de la Salle. Rotundo, García-Pomar reivindicó, tras hablar de la hermandad de los niños, una respuesta activa contra el aborto, que fue aplaudida por el respetable. ‘Tacho’ olvidó el recorrido habitual por las cofradías de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección, e hizo una defensa a ultranza de la Iglesia a la que pertenece en la figura de tres sacerdotes ya desaparecidos, que dieron ejemplo hasta el último día.

Comenzó a partir de entonces el pregón de ‘Tacho’, el de verdad. La anécdota en la que jugando al fútbol cercenó una voluta del respiradero del misterio de la Vera-Cruz, a la que aconsejó volver a los Marianistas, fue largamente aplaudida. Aparecieron los costaleros, su profunda visión del «oficio más bonito del mundo», como lo describió el pregonero, que contó de nuevo sus vivencias en la calle Bizcocheros, donde se enamoró del oficio de la costalería cuando vio a Paco Sacrificio mandar la cuadrilla de la Paz en su Mayor Aflicción.

El pregonero, un enamorado de la Semana Santa, recorrió la Madrugá jerezana entonces, recordando el préstamo del paso del Santo Crucifijo a la hermandad de la Sagrada Cena cuando se estaba restaurando el paso de misterio de la hermandad del Lunes Santo. Pero de nuevo llegaron sus compromisos personales, sus vivencias de cofrade comprometido. Su repaso a la hermandad del Nazareno fue mejorado con creces cuando contó su experiencia con la hermandad de la Entrega, a la que ayudó desde sus primeros inicios gracias a la llamada de José Manuel Sánchez-Romero Martín-Arroyo.

El recuerdo a los que ya no están llegó sereno, tranquilo, cuando cuatro nazarenos ya fallecidos vestían su túnica de la Oración en el Huerto. Eran Manolo Mesa, Pepe Núñez, Antonio Asenjo y Pepe Antonio González de la Peña, a los que dijo literalmente que «el dolor ante la muerte lo vivisteis vosotros como Cristo en el misterio de vuestra cofradía a la que sin duda alguna fortaleceréis cada día y cada minuto como ángeles confortadores de vuestros hermanos».

Y llegó la Soledad... ‘Tacho’, hermano y costalero de la Soledad, se entregó a la que llora en la Porvera como quien le habla a la única verdad de su ser. Su «camina junto a mi vida, camina por la Porvera», con la que terminó el romance dedicado a la Soledad será recordado siempre en los pasillos de un Villamarta que aplaudió convencido la carta a los cielos, ya casi tradicional, que escribió el pregonero a un hermano fallecido, en este caso, a José Alfonso Reimóndez, ‘Lete’.

La juventud, una de las edades del hombre, volvió a salir a la palestra cuando el pregonero habló de su relación con la hermandad de la Lanzada, y con una décima preciosa recordó las lágrimas de Alvarez Duarte cuando se encontró de nuevo con la imagen del Buen Fin que él mismo tallara. Y si la juventud sirvió para hablar de la Lanzada, sus amigos sirvieron de excusa para contemplar el Miércoles Santo jerezano, y para defender la caótica situación que vive actualmente la «catedral del barrio de Santiago», cerrada sin fecha de apertura.

El pregón de los recuerdos

Los recuerdos a su padre fueron envueltos en la sonrisa de sus propios hijos, cuando quisieron acompañarle en el viacrucis del Señor Cautivo. Emotivo, a punto de romperse , el pregonero recordó a Pepillo y a su inolvidable poesía, solicitando un palio para la Virgen de los Remedios. Con recuerdos, con anécdotas, haciendo suyo el pregón, el pregonero iba avanzando los folios y culminando un pregón brillante y diferente a lo que hasta ahora se había escuchado en Villamarta, con referencias incluso al papa alemán que «nos dio rango de dignidad y muchísimo cariño ante los ojos de todo el orbe católico».

El año pasado, el pregonero no salió en su hermandad de la Cena, sino tras el manto de Amor y Sacrificio, que volvió de esta manera a convertirse en protagonista de un pregón tras los magníficos versos de Zarzana el año pasado. García-Pomar, con el atril ya controlado, se acercó hasta la ermita de San Telmo para afirmar que «el Cristo es mucho más que Jerez, es toda nuestra vida». El pregonero contó cómo, cada Viernes Santo, antes de sacar la Soledad aparece por el Campillo para que el Cristo abrace su alma como lo hacía con su abuelo Manuel. Un romance que encandiló al Villamarta, que ya aplaudía sin rubor al pregonero.

En San Marcos comenzó todo, y a San Marcos volvió el pregonero para ir cerrando el pregón. Volvió para escribir la página más bella de cuantas hasta ahora se habían escrito, con permiso del Cristo de la Expiración, o de la Vera-Cruz, o de la Soledad, o de tantas otras historias que había desgranado hasta entonces. Una historia de amor a la trabajadera y a la túnica por igual, unos versos encendidos donde ‘Tacho’ enseñó que su alma, para siempre, estará presa en una túnica del cortejo de palio de la Virgen de la Paz, y que ser costalero de la Cena es tan solo, si es que eso es poco, el privilegio de un cofrade de ley.

Un pregón que comenzó con María, y que terminó en Ella. Las dos cercanas... Una terrenal, otra espiritual. Ambas, asomadas ayer en un balcón con vistas a la parroquia de San Marcos aplaudiendo sin descanso a Ignacio García-Pomar, el pregonero que ayer se ganó el cariño para siempre de su ciudad.