día mundial del riñón

El riñón de mi abuelo

"Formas parte de mi mitad", le dice Kevin a su 'Bobo'. Con cinco añitos estaba destinado a la diálisis de por vida, pero Paco le ha devuelto la sonrisa. Esa que se desborda en cuanto se cruzan las miradas

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Kevin acaba de superar otro nivel en la Nintendo DS cuando parte de su numerosa familia entra en la habitación 307 del Hospital Torrecárdenas, en Almería. El videojuego de Goku, el héroe manga con el que este precoz campeón de la vida acorta las muchas horas muertas de bata y gotero, pasa milagrosamente a un irrelevante segundo plano.

Está con Alexandra, su madre, y con Jenny, su abuela materna, cuando alguien le dice «¡mira quién está aquí!». Y Kevin descubre a su 'Bobo', como él le llama. Es Paco, su abuelo paterno. Sus miradas se cruzan y al pequeño se le escapa una aguda risotada -sí, de pura alegría- y esconde la cabeza casi avergonzado. Paco, Francisco Moreno (Melilla, 1962), tiene cara de buena persona y los ojos achinados, producto de una incontenible sonrisa que contagia a todos los que están a su alrededor. Abuelo y nieto se besan, y acto seguido comienza un frenético y delicioso carrusel de miradas, caricias, carantoñas, juegos y carcajadas que no deja lugar a dudas. Esta es una historia de amor.

Así lo vio también Coca-Cola, cuando fichó a Paco para uno de esos geniales anuncios llenos de optimismo, a finales del año pasado. Le prometieron «un regalo», pero todavía está esperando. «Estoy pensando cambiarme a Pepsi», se burla. Con el lema 'razones para creer en un mundo mejor', la compañía de refrescos puso los pelos de punta a los telespectadores con una de esas musiquitas pegadizas -'Whatever', de Oasis, pero interpretada por un coro de jóvenes de Nueva York-, que solo se atrevieron a silenciar levemente para sobreimpresionar la ola de solidaridad con Lorca y cuando, al final del anuncio, Paco comenta: «yo le decía a mi nieto que tenía dos riñones. Uno pa' mí y otro pa' ti». No hacen falta mágicas notas musicales ni sesudos lemas para emocionarse con 'Bobo'. Solo hay que verle con su nieto.

Uno de esos dos riñones es ya de Kevin, que nació con una insuficiencia renal crónica que mermaba notablemente su calidad de vida y la de toda la familia. Hasta que los médicos del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, encabezados por Rafael Medina, director de la Unidad de Gestión Clínica de Urología y Nefrología, plantearon el transplante de un donante vivo para acabar con los graves problemas de salud del pequeño. Una leve infección de orina ha tenido la culpa del último ingreso de Kevin, pero su cara rebosa hoy vida y energía, la misma que lanza al fotógrafo en forma de «bola de luz». De esas con las que Goku bate a sus enemigos de 'Bola de Dragón'. «Hace cuatro meses no podía andar del dolor y se le empezaban a atrofiar otros órganos», recuerda su madre. Ni ella -de otro grupo sanguíneo- ni el padre de la criatura -celíaco- eran válidos para donarle un riñón. Entonces entró en escena el abuelo, que con su gesto hizo que los regalos que la madre había trasladado en la ambulancia desde Almería a Sevilla -«por si acaso había que dárselos allí»-, volvieran a casa por Navidad. Y con ellos, Kevin.

Paco no deja de saborear ni un minuto los buenos momentos que le regala ahora la vida junto a su nieto sano, pero recuerda con amargura el miedo que atenazaba a la familia cuando Kevin iba derecho hacia una máquina de diálisis, una vida de perros sobre todo para un niño. «Por fuera no se le veía mal, pero por dentro estaba muy malito. Las analíticas eran terribles. Cuando podíamos llevárnoslo a casa, se pasaba las noches con fiebre, vomitando... Pobrecito», suspira ahora. «No me lo pensé ni un momento. Los médicos buscaban el riñón izquierdo de una persona bajita y delgada. Yo daba el perfil perfectamente. Si llegan a decir que también querían alguien feo, lo clavan». Paco, efectivamente, es menudo. Pero todos le reconocen como «un tío muy grande». ¡Menudo es Paco! En el hospital le paran por los pasillos y le preguntan con admiración: «¿Es usted el abuelo que donó un riñón a su nieto?». Y Paco, ufano, no afloja el buen humor, a pesar de todos los rompecabezas que hay detrás de Francisco Moreno. Abuelo ya de cinco nietos, pero al fin y al cabo un «joven» de 49 primaveras. Una edad «muy mala» para estar en el paro desde hace dos años y con embargos a rastras. Este ferrallista, currante desde que tenía uso de razón, se dedica a buscar trabajo para él y para su hijo Sabino -el padre de Kevin, que tampoco tiene nada-. Ahora lo hace, eso sí, con la tranquilidad que da escuchar a su nieto desternillarse a mandíbula batiente.

Este es el primer transplante de riñón entre un abuelo y su nieto que se realiza en Andalucía -y muy probablemente en España-, desde que se tienen registros, a pesar de que cada vez es más común la donación entre familiares. Pero esta estadística de color de rosa no le ha traído a Paco un empleo. «Tampoco un solo euro de los programas de televisión, que no han dejado de llamar desde ese 23 de noviembre, el día de la operación. A 'Ana Rosa' y a 'La Noria' no va, que a Madrid hay mucho camino», precisa Jenny, su consuegra, que regenta la cafetería Alexandra en el barrio de San Luis. Allí Paco ayuda en la barra y saca unos cuartos para ir tirando. «No le dejamos coger peso», puntualiza su nuera. A él le da igual y se agacha a recoger el lavavajillas. La cicatriz que le recorre el costado izquierdo solo le genera «picores», pero si algo siente de verdad es «orgullo».

Además, a cicatrices le gana su nieto, que sabe muy bien lo que hizo su abuelo por él. «Después de la operación me decía: 'Bobo', me duele tu riñón». La intervención le dejó a Kevin quince centímetros de «bocado de tiburón» en el lado derecho. El chaval vuelve a reír mientras bromean con soltarle otro mordisco y se defiende con sus zapatillas de Spiderman. Las carcajadas inundan la habitación de la Unidad de Pediatría, poco acostumbrada a esa música. A esa sensación de felicidad que también siente Paco cuando su nieto le acaricia las mejillas con sus pequeñas manos y le espeta: «'Bobo', formas parte de mi mitad».

Mañana, al colegio

«Está deseando salir de aquí y jugar», anhela Alexandra -madre a los 17 años- sin dejar de mirar a su hijo. Vivir, en definitiva. «Queremos que empiece a disfrutar de su riñón». Después de siete operaciones, de cientos de pinchazos en los bracitos y de muchas lágrimas, Kevin pasa este fin de semana en casa. Y mañana vuelve al cole, ese que no ha pisado en todo el año. «¿A que sí, Kevin?» pregunta su abuela. El nene se hace un poco el sueco hasta que el Barça, su equipo de fútbol, vuelve a centrar su atención.

-Pero el abuelo dice que te estás haciendo un poco del Real Madrid. ¿No te gusta el Madrid?

-Bueno, sí...

-Entonces eres del Barça y también del Madrid...

Mientras Kevin titubea -parte importante de responsabilidad tiene su abuelo en semejante disyuntiva deportiva-, su madre y su abuela, catalanas de pura cepa, tratan de abortar su evolución merengue: «¡Eso no lo dices delante de tu padre, Kevin!»

Y nueva risotada. Tan grande como las que se echa con su tío Aarón -de su misma edad- y con su hermano Alejandro -de dos años-, que hasta la fecha son sus mejores amigos. De hecho, cuando la familia recoge los bártulos para irse a comer, Kevin pregunta por Álex.

-¿Va a subir luego, mamá?

-No sé, hijo... ¿Quieres que te suba 'phoskitos', patatas o algo?

-Quiero que suba Alejandro. Pero bueno, trae algo.

Las carcajadas de la habitación 307 se escuchan hoy en su casa, donde Kevin seguirá lanzando las mágicas bolas de luz de Goku en su videoconsola. Pero no se equivoque, su héroe es de carne y hueso y se llama 'Bobo'.