Exámenes trimestrales

Lo que hemos dado en llamar la ‘hoja de ruta’, que se presta a una fácil rima, incluye compromisos inmediatos y aplazamientos concretos. Quiere decirse que hay que pagar sin pérdida de tiempo, ya que a nuestros acreedores no les gusta perderlo y nos urge. Las obligaciones que hemos contraído como ciudadanos, en rigor, fueron aceptadas por los que vivían en el suntuoso extrarradio y no estaban dispuestos a mudarse de la zona residencial del poder a los suburbios donde habitan los que eligen a sus mandatarios. La verdad es que parece mentira que en España hayamos escogido tan mal entre las mentiras que se nos han venido proponiendo desde el Siglo de Oro para acá. Los muros de la patria nuestra se han llenado de pintadas, que ahora se llaman ‘grafitis’, del mismo modo que se denominan conductas ‘no ejemplares’ a los comportamientos de los granujas. Sería curioso desde un punto de vista meramente estadístico, saber el número de pillos y pícaros que ha contribuido a la actual ruina. Sin ellos no tendría Rajoy que anunciarnos 100 días para intentar cambiar las cosas, ni muchos más para conseguir enderezarlas.

Cuando todo va mal, la palabra ‘cambio’ se identifica con mejora, pero no existen los sinónimos. Cada vocablo puede tener parecida significaión, pero nunca idéntica, ya que nunca se hubiera tenido la necesidad de inventar la otra. («Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas», suplicó Juan Ramón Jiménez a sus difusos dioses y aunque escribiera con jota la palabra fue atendida por ellos). Lo que ahora rogamos es que alguien nos dé el número exacto de sinvergüenzas. En cien días no vamos a tener tiempo para enumerarlos, pero hay que presentarse a exámenes trimestrales. No son solo Urdangarin, ni José María del Nido, actual presidente del Sevilla y exasesor jurídico del Ayuntamiento de Marbella, ni el llamado ‘Cachuli’. Nuestros mejores golfos son algunos que no pasan por tales. Gentes respetables a los que nunca va a examinar un tribunal y menos el de Justicia.