editorial

Respaldo al cambio

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Un axioma diplomático pretende que «quien no comparece siempre se equivoca» y eso podría valer para quien, en política, opta casi invariablemente por la abstención. La oposición marroquí, una mezcla de modernistas post-liberales del 20-F, una facción del sindicalismo instalado y una cierta corriente islamista muy hostil a la Corona, llamaron a boicotear el referéndum constitucional que ayer ganaron claramente sus defensores: votó un 70% del censo electoral y hubo un 92% de síes. En términos políticos, la comparación con consultas precedentes remitía sobre todo a la abstención, percibida como una especie de censo oficioso de opositores radicales al Gobierno y, de hecho, al régimen vigente. Si se acepta este planteamiento, podrá decirse que el programa de cambio sometido a la preceptiva ratificación popular ha ganado en el doble registro: el de promover un cambio hacia un modelo más consensuado, democrático y parlamentario y el de mostrar confianza en la voluntad real de llevarlo a buen puerto. El rey Mohamed VI estaba listo para avanzar en ese camino modernizador apenas entronizado tras la muerte de su padre, Hassan II, en 1999, pero una serie de tensiones sociales, dificultades económicas y, sobre todo, los trágicos atentados terroristas de Casablanca en 2003, le disuadieron. Eso, además de los consejos de ciertos sectores del poder, nada convencidos de la necesidad de atenuar los medios autoritarios y poco favorables a un proceso de democratización que contaba con apoyo social sobrado. La emergencia de una juventud particularmente activa en la defensa de una democracia solvente no ha hecho sino reforzar al ala reformista y, de paso, a la voluntad del rey. Tal vez Mohamed VI debió personalizar menos la iniciativa, pero su triunfo es claro y merecido. El impulso del soberano hacia el encuentro definitivo con la voluntad popular de más democracia, menos corrupción y más cesión de poder a los ciudadanos, que no a los súbditos, es un éxito en esta etapa del largo viaje hacia una genuina democracia parlamentaria, por completo compatible, como sabemos bien aquí, con la institución monárquica.

Clinton elogia las reformas

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, concluyó ayer una visita de 24 horas a España durante la cual se ha pasado revista a la intensa relación bilateral entre ambos países. Cancelado el viaje de Obama a Madrid para la cumbre EEUU-Europa de mayo de 2010 durante la presidencia española de la Unión, han sido escasos los gestos de cercanía entre las dos administraciones, a pesar de la teórica buena sintonía ideológica de los dos presidentes, y la escala de Clinton ha pretendido seguramente paliar este déficit. En una rueda de prensa con Trinidad Jiménez en que se examinaron los grandes asuntos, Clinton reconoció que «el Gobierno español ha dado importantes pasos para fortalecer las finanzas, reestructurar el sistema bancario y reforzar la competitividad». Asimismo, la jefa de la diplomacia estadounidense dijo ser consciente de que estas reformas económicas son «difíciles políticamente», pero subrayó que es necesario que España, al igual que Obama ha hecho en EE UU, adopte «decisiones responsables sin importar sus consecuencias políticas» y las críticas que puedan recibir. Es fácil elogiar el coraje de la impopularidad pero es bastante más difícil sobrellevar su peso.