Los lugares marcados

Cerezos

Jerez Actualizado: Guardar
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Leo que han florecido los cerezos del Valle del Jerte. La primavera ha vuelto a hacer allí su abracadabra y a ejecutar el milagro. Un año tuve el privilegio de asistir a ese espectáculo y contemplar atónita las laderas nevadas y perfumadas, la extensión inmaculada de flores hasta donde mis ojos alcanzaban a distinguir.

Nunca he visto, sin embargo, los cerezos de Japón. Dicen que empiezan a florecer por el Sur, en Okinawa, y terminan por la isla más al Norte, Hokkaido. No sé si este año habrá quien celebre bajo la nube de sus copas el Festival de Hanami, compartiendo los alimentos y deleitándose en su belleza. No lo creo. Habrá, eso sí, quienes recuerden sus jardines destruidos, los árboles que arrastraron el agua y el desastre. Habrá quien mire una fotografía donde aún la sombra de una casa y un cerezo antiguo cubran mansamente a una familia, antes del desastre. Y habrá también quien vuelva a plantar un árbol, quien levante de nuevo la casa e intente retomar la vida desde los escombros y las pérdidas. Japón es un pueblo fuerte, obstinado. Por eso no pierdo la esperanza y la ilusión de asistir algún día a esa fiesta familiar del Hanami y embriagarme del olor de la sakura y la alegría de su regreso.

Hoy sólo tenemos la imagen de las ruinas, el temor por los temblores que se pueden repetir, los vídeos de olas gigantes, negras y destructivas. Tenemos también la sensación de que el hombre se equivoca al confiar ciegamente en el progreso y no prever el poder absoluto (a veces benéfico, a veces cruel y violento) de la naturaleza. Pero pasará el tiempo y llegarán otras primaveras, y otros árboles vendrán a sustituir a los perdidos, y aprenderemos (eso deseo) de los errores. Y yo veré los cerezos florecidos también en Sendai.