feria taurina de El PUerto

Gran tarde para Morante y El Juli

Los remiendos de Sanpedro y Parladé levantaron un incompleto encierro de Zalduendo

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Una gran tarde de toros, al menos hasta el cuarto, se lidió ayer en el centenario coso portuense. A pesar del previo baile de corrales que nada bueno hacía presagiar. Pero los remiendos de los HermanosSanpedro permitieron ver a dos toreros en la plenitud de su torería. El mal uso de la espada impidió el esperado reguero de trofeos pero ello no constituyó óbice para que los espectadores disfrutaran del buen hacer de dos auténticas figuras de la torería. Una vez más, demostró Morante de la Puebla que es un diestro de sobrada valentía, hondo y estético a la vez y que toda la suertes que ejecuta exhalan alegría y naturalidad. Por su parte, Julián López ‘El Juli’ evidenció que es la viva muestra de un espada que se halla en la misma cima de su madurez.

Se presentó el de la Puebla tirándose con garbo a la verónica, donde obtuvo lances de mucho sabor y relajo por el pitón izquierdo. Su enemigo presentaba un alegre tranco y mucha nobleza y fijeza tras los engaños. Inició Morante el trasteo con mandones pases por bajos y planteó la contienda en los medios, donde esculpe varios naturales de gran profundidad y belleza. Fue tanta la verdad y la quietud que imprimió a su toreo que el toro en un descuido, lo vio y lo volteó sin consecuencias. Tras otra tanda de derechazos, tornó la muleta a la izquierda con la que dibujó otra serie de naturales rematados con un hondo y pulcro pase de pecho. Esto constituyó el núcleo de una labor rebosante de exquisitez. Posteriores adornos plenos de elegancia dieron paso a una media estocada que necesitaría varios golpes de verduguillo. El cuarto de Zalduendo presentó una embestida carente de la necesaria profundidad y entrega para que el de la Puebla pudiera mostrar su majestuosidad capotera.

Muleta en mano y con la montera puesta se fajó decidido con pases por bajos para brindar después al público, lo que ocasionó las palmas por bulerías por tan inusual detalle de torería. Aprovechó el buen pitón derecho de su enemigo para estampar tandas de derechazos rotundos en los que acompaña con suma plasticidad el viaje con la cintura. Kikiriki, afarolados cambios de mano, todo un prolijo repertorio de adornos con los que enlazaba las series y aromaba de alegre escuela sevillana su obra.

El segundo de Sanpedro fue un ejemplar de gran nobleza, pronto y de humillada embestida al que El Juli realizó una faena técnicamente irreprochable. Muletazos largos, cuajados, tras cuyos remates siempre atrás llevaba bien colocado para enlazar con el siguiente. Faena redonda en la que exprimió hasta la última acometida que el boyante animal le regaló. Para sorpresa de todos El Juli erró con los aceros. Recibió por delantales al quinto de la tarde, titular de Zalduendo que se desplomó con estrépito tras el encuentro con la cabalgadura. Toro de nulo poder y extrema sosería, con el que el madrileño realizó un ímprovo esfuerzo para pasarlo de muleta.

Desacoplado con el capote Cayetano, no fue capaz de someter la briosa acometida que presentó el de Parladé de salida. Inició el trasteo de hinojos, posición en la que alargó el viaje cuanto pudo y hasta dibujó un bello cambio de mano que caló enseguida en los tendidos. Sometió a su enemigo, que manifestaba una clara tendencia a rajarse, en dos series de redondos ligados en la que nunca le quitó el engaño de la cara. Cuanto intentó el toreo al natural el animal se aquerenció en tablas, terrenos donde hubo de finalizar la faena. Dada la huidiza condición que ya de salida demostró el sexto, Cayetano salió a recibirlo a los medios. Tras brindar a sus compañeros intentó estirarse con muletazos en redondo, en cuyos remates el toro se echaba la cabeza arriba y deslucía la suerte. Sin el debido acople ni ceñimiento las tandas de Cayetano, compuestas por un goteo inconexo de muletazos, no alcanzaron el nivel estético deseado.

No se obtuvieron trofeos pero el público salió encantado de la torería de dos maestros.