SOLUCIONES PREVENCIÓN

¡Esos malditos bichos!

Indeseables inquilinos, los insectos aprovechan las temperaturas cálidas para pasearse a sus anchas, aunque son tan necesarios como molestos

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¡Insectos molestos y repulsivos! Se cruzan en nuestro camino sin ser detectados, acceden a la cocina bajo los rodapiés, se deslizan bajo la cama en un visto y no visto, se agazapan tras las cortinas... Indeseables inquilinos, huéspedes no invitados, se acomodan entre nuestras paredes, reconocen el terreno con su irritante zumbido y finalmente, con nocturnidad y alevosía, lanzan su ataque fulminante.

Todos hemos padecido alguna vez el picotazo de un mosquito, y más en los meses cálidos y después de unas fuertes lluvias. «A diferencia de las aves y los mamíferos, los insectos son animales de sangre fría. No tienen un sistema regulador de la temperatura corporal eficaz y dependen de la temperatura exterior para moverse y volar. Por eso en estas fechas están más activos», explica Pablo Bahíllo de la Puebla, doctor en Ciencias Biológicas y uno de los entomólogos españoles más reconocidos.

De hecho, ya están aquí. Los vemos, los sufrimos a diario. Pero no son más que una parte infinitesimal de los que podrían llamar a nuestras puertas. Hay un millón y medio de especies registradas -los entomólogos estiman hasta cinco millones sin catalogar, debido a la gran biodiversidad existente en las zonas tropicales-. Una hoja de roble puede aguantar el peso de cien insectos. Son diminutos, pero su poder es enorme. El mosquito que transporta la fiebre amarilla causó, él solito, la paralización de los trabajos en el Canal de Panamá; 16.000 obreros murieron hasta que se pudo controlar la enfermedad.

Pero, cuidado, cumplen una función biológica imprescindible. Más del 60% de las plantas dependen para sobrevivir de los insectos polinizadores. Sin contar que son los principales desintegradores de los cadáveres animales y excrementos... Dado que la vida no sería posible sin ellos, aguantemos de nuevo su presencia este verano. No son tan fieros como los pintan, pese a sus complicados nombres y amenazantes siluetas. Si han encontrado acomodo en casi todos los ambientes del planeta, hasta en los océanos, ¿cómo podemos echarlos de nuestros hogares?

MOSQUITOS

Necesitan nuestra sangre

«Todos los que nos pican pertenecen a una especie concreta, los pulícidos, y tienen una característica un poco peculiar que también es válida para los tábanos: son especies hematófagas», advierte Pablo Bahíllo de la Puebla. Es decir, se pelean por la sangre humana. Pero sólo las hembras; los machos de muchas especies no se alimentan durante toda su vida de adulto. Ellas, en cambio, son unas chupópteras, sí, pero hay que disculparlas: si nos pican es para que la especie se perpetúe. Necesitan conseguir un compuesto de la sangre que es necesario para que madure la puesta de huevos que van a realizar.

En verano es muy frecuente ver, sobre todo en parques y zonas de césped, unos grandes mosquitos de aspecto aparatoso y temible, con las patas muy largas, conocidos como típulas. Si los pequeños pican, ¿qué pueden llegar a hacer éstos monstruosos? Tranquilidad. Son inofensivos, porque no tienen un aparato bucal lo suficientemente desarrollado como para que puedan infligir daño alguno.

Carlos Aranda, biólogo del Servicio de Control de Mosquitos de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), fue el entomólogo que capturó en 2004 el primer mosquito tigre de España. La misión tiene su mérito. Varios centros de investigación de prestigio -el Instituto Carlos III, la Universidad de Zaragoza y la red de investigación de enfermedades víricas Evitar- habían editado carteles para pedir su busca y captura. «Se distingue por sus inconfundibles rayas blancas», explica. Su presencia podría considerarse sólo una molestia si no fuera por su dolorosa picadura. Ahora, el felino volador se está extendiendo por la cuenca del bajo Ebro.

AVISPAS Y ABEJAS

Sólo atacan para defenderse

Se alimentan de polen de distintas flores y sólo atacan para defenderse. Cuando ven que hacemos algún gesto brusco para tratar de alejarlas, lo interpretan como un ataque.... Y reaccionan. Puesto que lo más probable es que no consigamos evitar los aspavientos que desencadenan su ataque, aprendamos qué armas utiliza el enemigo.

Las avispas disponen de dos mecanismos de defensa: el aguijón y unas mandíbulas que cortan como cuchillos. En general, más que a clavar su aguja venenosa, tienden a morder. A diferencia de las abejas, cuyas mandíbulas son inofensivas y se limitan a inyectarnos su veneno, la apitoxina, clavando su aguijón en nuestras carnes.

Algunas personas confunden las picaduras de abeja con las de avispa, mucho más dolorosas. Las de abeja producen un efecto muy parecido al de una picadura de mosquito. La barcelonesa Adela Pérez, especialista en terapia con abejas, asegura que el veneno de las abejas sirve para tratar quinientas enfermedades. En su consulta, cada paciente se somete a pruebas para determinar su grado de sensibilidad al veneno y descartar el tratamiento en caso de resultar alérgico. Diagnosticada la afección, se utilizan los mismos puntos de la acupuntura para poner sobre ellos una abeja y que inyecte el veneno con su aguijón.

En cuanto a las avispas, Alejandro Martínez, presidente de la Asociación Nacional de Control de Plagas (Anecpla), explica los procedimientos para mantenerlas a raya. «Cuando anidan en las escaleras de una casa, en la esquina de una ventana o en un árbol plantado en una zona transitada, se hace imprescindible la intervención de una empresa de control de plagas», señala. Estos especialistas prefieren atacar los nidos por la noche, cuando la mayoría de estos insectos se encuentran inactivos. Por lo general, se vierte insecticida en polvo a la entrada del nido y a medida que se aplica se va sellando. Nunca hay que tapar el nido de golpe, ya que las avispas pueden buscar otra vía de escape.

HORMIGAS

Jamás les vence la pereza

Bonito día de campo, ideal para preparar una barbacoa. Un campista se sienta en la hierba y, sin darse cuenta, planta sus posaderas encima de un hormiguero. Sintiéndose atacadas, un ejército de enfurecidas hormigas pone rumbo al tobillo del campista, para llenarlo de mordisquitos. «La gente seguramente vea a todas las hormigas iguales, pero tienen unas espinitas, unos pelos...», se deja llevar el profesor granadino Alberto Tinaut, que en los últimos años ha dirigido seis tesis doctorales y siete u ocho tesinas, la mayor parte sobre las hormigas y que tratan temas muy alejados de la fantasía con que películas como Hormigaz y Bichos presentan a estos laboriosos insectos.

Con ellos seguro que alguna que otra vez se ha topado en su cocina. Le dejan absorto, caminando en fila india cargando sobre sus espaldas cáscaras de pipas o migas de pan tres veces más grandes que ellas. Entran en su hormiguero a descargar y salen de nuevo, apresuradas. Buscan otro trocito de cáscara y vuelven. Rodean alfombras, sortean los obstáculos sin vacilar, ensimismadas en su labor. A veces caen boca arriba y patalean, les cuesta enderezarse. ¿Cómo es posible que las hormigas de este año tracen exactamente el mismo camino que siguieron las del pasado verano? Hay una explicación: a su paso liberan ácido fórmico. Es inapreciable a la vista, pero se convierte en algo así como las miguitas de pan que iba tirando Pulgarcito para no perderse en su camino de vuelta al hogar. Una curiosidad: las ortigas contienen el mismo ácido.

En verano, las hormigas se aburren bajo tierra. Trabajarán a brazo partido bajo un calor aplastante, para aprovisionarse de víveres para el invierno. «Desde el final de la primavera, todos los hormigueros generan las castas reproductoras, que son las hormigas que vemos volar». Éstas se alejan del hormiguero y buscan el lugar idóneo para intentar levantar uno nuevo. En los huecos de las paredes, por ejemplo. Sus huevos originarán castas estériles, las hormigas obreras que se encargarán de explorar los entornos para buscar comida y comunicar su hallazgo. Imagine el resto. No les vence nunca la pereza.

ESCARABAJOS

Vuelan al atardecer

Peloteros, sanjuaneros, el escarabajo de la patata, el de la coliflor... La denominación de estos bichos es de lo más rimbombante. Los escarabajos forman parte del mayor grupo animal de nuestro planeta: los coleópteros. Habitan bosques, selvas tropicales, montañas, costas, desiertos, estepas, cuevas...

Su diversidad morfológica y adaptativa es extraordinaria, pero también su alimentación, pues explotan todos los recursos imaginables a su alcance. De hecho, son la causa de muchas plagas agrícolas, carcomen la madera y, a poco que aflojemos la limpieza doméstica, nos los podemos encontrar bajo el fregadero.

Los libros de entomología cuentan una anécdota: un teólogo preguntó a J.B.S. Haldane, uno de los principales biólogos evolutivos de principios de siglo XX, qué podía decirse del Creador basándose en el estudio de las especies existentes. Éste le respondió: «Tiene un gusto desmesurado por los escarabajos». Así es. El número total real de especies estimado varía entre uno y más de diez millones -les siguen en cantidad las mariposas y las polillas-, de los que 90.000 habitan en España. Para hacerse una idea: el número total de especies de aves conocidas en todo el mundo no llega a 10.000.

Los escarabajos más grandes son los sanjuaneros, llamados así porque aparecen en fechas próximas a San Juan, a finales de junio. Se les puede ver apiñándose en las farolas o atropellados en las carreteras. Para los jardineros son una lata. Para los mirlos, una delicia. La verdad es que parecen muy nutritivos y llenos de proteínas, tan regordetes. Ojo, lo parecen.

Este animalito pone sus huevos en una pelota de estiércol y allí nacen las crías. Los antiguos egipcios lo tenían por imprescindible para la resurrección y la vida eterna. Por ello ponían en el sitio del corazón de las momias una imagen de un escarabajo. Sin contar los que se alimentan de productos almacenados en casa, buscaremos a los escarabajos preferidos: las mariquitas, beneficiosas para los cultivos, porque depredan sistemáticamente sobre los voraces pulgones.