Sus hermanas Manuela, Juana y Rosario, junto a sus primas Luisa y Charo acudieron ayer al homenaje. / MIGUEL GÓMEZ
Sociedad

El corazón de Santa María late al compás del recuerdo de Chano Lobato

Familiares y amigos brindan el primer homenaje al artista en una tarde en la que sus paisanos glosan su figura El día 15 se descubrirá una escultura en la Plaza Las Canastas

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«¿Usted es hermana de Chano?», pregunta al azar un periodista despistado a las puertas del Centro Flamenco de La Merced. La señora, gitana y muy digna, se vuelve y le contesta: «No, pero como si lo fuera». Para sus vecinos de Santa María Chano Lobato era mucho más que un artista del barrio. Era mucho más que un cantaor largo, dotado de una singular alegría y con una habilidad pasmosa para contagiar su transparencia y su calidez a cualquiera que se le acercara. Chano era, ante todo, un hijo nacido en aquel dédalo de callejuelas y, por lo tanto, un hermano de vivencias, de peñas, de llantos y de fiestas, de charlas de estufa y de ocurrencias de barra.

Ayer, la Cátedra de Flamencología de Cádiz le brindó el primer homenaje en la ciudad tras su fallecimiento y el acto se convirtió en la expresión de un sentimiento colectivo, popular, que no pudo ni quiso atarse al rigor del protocolo. Sobre las tablas, la mesa oficial, compuesta por Mariana Cornejo, Germán López, Francisco Perujo y la hermana del cantaor, Rosario Ramírez. Sin duda, fue esta última quien regaló a los presentes el testimonio más emotivo, dibujando a un Chano de 14 años, operario de Tabacalera y estibador en el muelle que decide cantar en las ventas para «ganar un piquito» tras la inesperada muerte de su padre. «Se echó la familia a hombros», relató Rosario.

Siendo apenas un adolescente, lejos de las mieles del triunfo, Chano cantaba hasta el amanecer en fiestas de señoritos que luego no le pagaban, pero acudía puntual a su trabajo diurno. «Mira que estaba reventao, pero nunca perdía su buen humor, sus ganas de guasa, su forma de ver la vida como un regalo», explicó Rosario. Luego, «ya se sabe», se fue a Madrid, con 20 añitos, «vio cómo reconocían su arte, y eso fue una alegría para todos después de tanto esfuerzo».

Maestro de la alegría

El Chano Lobato hombre era «un ser amigable, cálido, generoso, amigo fiel, bromista incansable y cumplidor»; el Chano Lobato profesional, según Francisco Perujo, «dinamitó con su arte prejuicio tras prejuicio, arrolló cualquier diferencia entre cantes grandes y chicos y demostró que el buen flamenco no sólo es el que parte de la pena, del dolor, de la angustia, sino que es capaz de beber de todas las emociones, incluyendo la fiesta, el alboroto que él transmitió como nadie».

Germán López, vicepresidente de la Cátedra de Flamencología de Cádiz, explicó que «hemos querido, como amigos y admiradores, que el primero de los muchos homenajes que se dedicarán a Chano en los próximos meses sea aquí, en su barrio, de la mano de la gente que tanto lo quiso».

Manuel Chacón, de la Asociación de Vecinos, informó de que el próximo día 15 de mayo se clausurarán las jornadas culturales del barrio con la «inauguración de una estatua de bronce, a tamaño natural, en la que Chano aparece sentado en una silla, y que será obra de un conocido artista de Chiclana». Lo único que aún queda por determinar es si la figura se situará en la Plaza Las Canastas, «lo más probable», o en la de El Piojito, afirmó el responsable vecinal.

Tras la intervención de Germán López, en la que glosó detalladamente las cualidades de Chano, le tocó el turno al pueblo. Uno a uno, sus vecinos fueron tomando el micro y desgranando las vivencias que compartieron «con el maestro de la alegría y de las alegrías». El Chano ocurrente y saleroso compartió espacio con el profesional elegante, que jamás llegó tarde a una actuación «porque creía que le daba mala suerte». El sortilegio, visto todo el cariño que ha legado, le funcionó.

dperez@lavozdigital.es