EN SEVILLA. Tres de los costaleros gaditanos de las Cinco Llagas. / LA VOZ
CÁDIZ

Del paso horquilla al costal

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Las devociones no entienden de rivalidades geográficas y de eso sabe mucho un vecino de Loreto, Ángel Pichaco Gutiérrez, quien reparte las cicatrices dolorosas de la Semana Santa entre sus hombros de cargador y su cuello de costalero. Un Sábado Santo de principio de década se enamoró «de la forma de mandar» del capataz del Cristo de las Cinco Llagas de la hermandad sevillana de la Trinidad, y su empeño por conocer a Antonio López le llevó en 2002 a meterse debajo de los faldones del paso de misterio de esta cofradía hispalense, conocida por ser el contrapunto en una jornada marcada por el recogimiento y el luto que dicta el Santo Entierro. «Un día viendo la procesión, comprobé cómo mimaba a sus costaleros, cómo los animaba al igual que si fueran sus hijos y quise saber cómo se trabaja con ese hombre». Con Ángel Pichaco se abrió la veda y hoy en día la cuadrilla de costaleros del Cristo de la Trinidad tiene retazos de color azul y amarillo. Siete gaditanos volverán a colocarse hoy el costal para mecer un misterio, pasito a pasito, en un viaje a Sevilla de ida y vuelta. «Nos vamos juntos en un coche grande por la mañana, sacamos el paso y nos volvemos de regreso». Parece fácil, teniendo en cuenta que la distancia entre Sevilla y Cádiz es corta, aunque para los cofrades se hace eterna si tienen que abandonar su Semana Santa, pero en el caso de estos cargadores/costaleros ha llegado a ser estoico: «cuando el Resucitado de Cádiz salía antes, tal y cómo llegamos a Cádiz, nos metíamos a cargarlo». Un detalle a tener en cuenta: la cofradía sevillana tiene un recorrido de once horas aproximadamente.

Con una mijita de guasa, este gaditano y sus compañeros interpretan cada año dos formas distintas de mecer y honrar unas imágenes. Dos formas irreconciliables, pero que tienen en común la pasión por la Semana Santa: «Cargar al hombro es más molesto y como vas tan apretado al resto de cargadores, termina siendo un agobio. En el costal, llevas repartido más el peso, pero cuando llevas tantas horas, no hay forma cómoda». Aunque el paso horquilla es santo y seña de la Cádiz cofrade, este experto cargador que tiene en su extenso curriculum desde la Borriquita, El Perdón y «la maravilla del Cristo de la Columna», no se le antojaba imposible ver algún día fajines y costales por el Palillero, pero esa idea ya se ha disipado por completo: «Yo pensé que podían incorporarse costaleros para hermandades que salieran de lejos, porque van más rápido, pero la nueva cofradía de Jesús Despojado ha demostrado que no, que también se pueden cubrir largas distancias a paso horquilla».

Esa simbiosis perfecta que han logrado estos gaditanos, que se marchan de su ciudad sólo cuando esta descansa de cofradías, para sacar un paso en Sevilla, saben de las grandezas de ambas fiestas: «La Semana Santa de Cádiz es la gran desconocida. Cuando me traje a mi capataz de la Trinidad, se quedó maravillado y me dijo que no sabía que tuviéramos tantas cosas buenas y de calidad. Y de Sevilla admiro la devoción que tiene la gente y el ambiente que hay en la calle». Por eso en su corazón hay espacio para «el momento mágico del recorrido de la Soledad de la Vera Cruz por San Pedro y la espinita clavada de no sacar a la sevillana cofradía de Santa Marta», uno de los misterios, obra del imaginero Ortega Bru, que estremecen hasta al más ateo. ¿Pero serían capaces de abandonar Cádiz un Domingo de Ramos? «Bueno a mi me gustaría conocer más de Sevilla y sus hermandades, pero por cuestiones familiares y por muchos motivos más, al final no he ido más días». Quién sabe si la parte de su corazón cofrade-gaditano no es la que frena esos ímpetus. Cosas de la Semana Santa