María de la Luz Mejías, con un retrato en el que aparece junto a su marido, también miliciano./ C. MORENO
ESPAÑA

La última miliciana del ejército rojo

En el 70 aniversario del final de la Guerra Civil, María de la Luz Mejías, de 93 años, recuerda el horror de un infierno que ella vivió en primera persona en las filas de la República

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Huele a primavera en Extremadura. El campo se tiñe con el blanco puro de las flores y se oyen ecos de Neruda: «Quiero hacer contigo / lo que la primavera hace con los cerezos». Pero hoy, precisamente hoy, no parece el día más propicio para las flores ni para la poesía ni para el amor. (¿O quizás sí?).

Un coche se encamina hacia las afueras de Badajoz (me piden que no haga pública la dirección), se interna por senderos campestres y aparca frente a una humilde casa en la que vive María de la Luz Mejías Correa, nacida el 3 de marzo de 1916 y alistada en las filas del Ejército Popular de la República con veinte primaveras.

Hoy, a sus 93 años, recuerda el horror de un infierno, el de la Guerra Civil española, que ella vivió en primera fila, es decir, en las trincheras. Su testimonio, además de excepcional, es único, pues ya no viven más mujeres españolas que, como ella, combatieran en el «ejército rojo». Es, por tanto, la última miliciana, la misma que, en un gesto que la honra y la define para siempre, comparte una conversación de más de tres horas en la mañana del día 17 del presente mes. Es su legado -«mi última entrevista», dirá luego, al darme un beso imborrable de despedida-, justo casi en la víspera del setenta aniversario del final de aquel horror, cuando «los muertos eran enterrados como perros en el campo».

Habla de la guerra y muy pronto pone los puntos sobre las íes para evitar malos entendidos: «Aquello no fue una guerra, sino un engaño y un exterminio. Quien tenía la fuerza era la derecha y el clero. Sin guerra, España hubiera sido como una balsa de aceite». «Yo no he tenido miedo ni en la trinchera ni en la vida. Nunca he pensado que me van a matar. Siempre he pensado: ya saldremos de este bache y tendremos libertad», sostiene.

Semblanzas

Y la entrevistada se convierte entonces en la entrevistadora: «La vida del obrero cuando yo era una muchacha... ¿Quieres que te la cuente?» (Por supuesto que sí): «Para desayunar, sopas y migas; garbanzos para comer, y gazpacho por la noche... Ante esta esclavitud, el obrero se organizó, y por eso mismo vino la guerra... porque eso no les gustaba nada a los ricos».

Al oírla, se entiende cómo esta mujer ha sido capaz de relatar con su propia voz toda su biografía, condensada en un libro publicado por la Editorial Renacimiento bajo el título Así fue pasando el tiempo, en el que se reflejan ésas sus «Memorias de una miliciana extremeña». Con la ayuda de uno de sus nietos, Manuel Pulido Mendoza, lo ha sacado a la luz para «recordar», porque «si lo echamos todo en el olvido puede repetirse otra vez».

Al recordar, le hablo del incendio de iglesias por parte de miembros del Frente Popular y ella me responde sin dudarlo: «Eso lo hicieron los mismos curas para culpar a los rojos. Los milicianos se refugiaban en las iglesias y luego venían las tropas de Franco y las quemaban...». Acaba de pronunciar su nombre. Cuando le preguntan sobre Franco, contesta de inmediato, como de carrerilla, como cuando se dice algo que siempre se dirá en cada momento que uno lo piense o lo recuerde: «Franco era una persona criminal porque era quien mandaba matar. Es el culpable auténtico de todo lo que ocurrió».