TRIBUNA

La reinserción social y los hermanos Flores

Partamos de un hecho irrebatible. De demostrarse la autoría de los hermanos Flores en los delitos que se les imputan, su estancia en prisión como consecuencia de la condena por otros delitos de naturaleza similar ha resultado en vano. Es decir, lo único que ha servido es para tenerlos apartados durante un tiempo de las calles y no para su reinserción social. Y digamos más, de quedar acreditado en una futura sentencia condenatoria que realmente volvieron a delinquir estando de permiso penitenciario, quedará también demostrado que el haberle concedido dichos permisos resultó un clamoroso error, puesto que no estaban preparados para salir en libertad antes de tener cumplida definitvamente su condena.

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Y preguntémonos ahora si estamos ante una excepción -y por tanto debemos comenzar a preocuparnos menos y no dejarnos llevar por el alarmismo que nunca debe producir un supuesto aislado- o por el contrario en este país, actualmente, la reinserción de los presos es una quimera. Pues bien centrémonos en algunos datos objetivos y luego saque cada cual sus conclusiones.

España es uno de los países de la Comunidad Económica Europea con menor tasa de criminalidad, por debajo de la media europea y muy, pero que muy por debajo de la criminalidad registrada en países como Alemania, Francia, Gran Bretaña... También somos, desafortunadamente bajo mi punto de vista, uno de los países europeos en los que se cumple más (en cantidad y en cuantía temporal) penas de cárcel. Si ha leído bien, no nos caracterizamos precisamente por que los delincuentes condenados a la cárcel sean pocos o estén poco tiempo en ella.

Se me replicará con el cacareado asunto de la cadena perpetua. Pues bien, habrá que insistir en algo que es innegable: un preso condenado a cadena perpetua en Francia, volvamos a los ejemplos, tiene muchas mas posibilidades de salir a la calle antes que un preso condenado en España a, pongamos, cuarenta años de cárcel.

Y dicho esto admitamos como cierto que la reinserción de las personas delincuentes es aún en este país un objetivo más que una realidad. Existen estudios de distinta índole, más o menos oficiales y académicos al respecto de la reincidencia de quienes pasan una temporada, corta o larga, en la cárcel. Y que concluyen que entre el treinta y cinco y cuarenta por ciento volverán luego a ser condenados tras salir en libertad. Y lo más alarmante: en no pocas ocasiones los nuevos delitos cometidos son de naturaleza más grave que aquellos otros por los que fueron encarcelados por primera vez. No en vano se dice, y con razón, que la cárcel puede llegar a ser la gran universidad del delincuente. Es decir, todo lo contrario a la finalidad que teóricamente nuestro sistema legal atribuye a la pena privativa de libertad.

Cierto es también que el nivel de reincidencia de delitos cometidos durante los permisos penitenciarios o la libertad condicional son ínfimos, y lo natural y real es que la mayoría de quienes consiguen disfrutar de estos instrumentos legales cuya finalidad es la reinserción no cometan delitos algunos durante su duración, a diferencia de lo que ha sucedido presuntamente con algunos de los hermanos Flores. Y al hilo de esto habrá también que contar -e invito a quién opine lo contrario que lo demuestre con cifras en la mano (le va a resultar imposible)- que una buena parte de las personas presas que obtienen los permisos penitenciarios lo consiguen prácticamente cuando ya tienen pocos meses por delante de condena, y son también muchos los que cumplirán íntegramente su condena sin haber disfrutado de ellos.

Dicho lo cual, daré mi opinión. Y es que efectivamente, este país tiene que avanzar mucho en la reinserción de los presos. Para ello son necesarios más medios materiales y humanos. No basta con construir cárceles, se debe evitar que estas sólo sirvan para albergar temporalmente a quienes comenten delitos mas o menos graves y son condenados por ellos. Pero además es necesario que esta sociedad entienda que el endurecimiento de condenas no es la solución contra la criminilidad. Nuestro país ha endurecido -más que ningún otro de su entorno durante los últimos quince años- las condenas de cárcel y resulta que con ello precisamente no se ha solucionado el alto nivel de reincidencia delictiva al que antes me refería.

Y efectivamente en el mejor de los sistemas, y que conste que yo creo que no es ese nuestro caso, podrán ocurrir fallos como los que ahora debatimos y que han posibilitado que presuntamente unos delincuentes hayan vuelto, años más tarde, y tras volver a estar en libertad, a delinquir. Ellos, de ser condenados, serán los principales responsables de sus actos, pero la pregunta respecto a la que debemos reflexionar es ¿en qué hemos fallado los demás, esta sociedad, nuestro sistema, para que esto haya pasado? ¿Cómo podemos evitar que vuelva a suceder? Y por favor vamos a pensar tomando como referencia datos objetivos, nos jugamos mucho como para andar, como suele ocurrir en estos casos, dando por ciertos verdaderas mentiras y sandeces que sólo sirven para acalorar el debate pero no para reflexionar.