nástic 0 - Cádiz C.F. 1

El viento ya sopla a favor

Un gol de Casas en el 87' propicia la victoria del Cádiz en Tarragona, ante un Nàstic que no pudo con la defensa amarilla y que se vino abajo tras el descanso Los gaditanos aprovechan el desgaste local y la expulsión de Abel para lograr el triunfo

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Un tempestuoso vendaval ha azotado la provincia en los últimos días. Ningún peligro. El viento ya sopla a favor. El Cádiz de Calderón ha levantado velas y ha sabido remar contracorriente cuando el maremoto amenazaba con tragarse todas las ilusiones. Mérito enorme el de su capitán, un gaditano que tomó el timón con la dudas de muchos y ha enderezado el rumbo de la nave. Y vaya ombligo el del presidente, un hombre al que la fortuna le acompaña toda su vida y respalda en momentos delicados como éste.

Ha vuelto. El Cádiz de siempre, el que está obligado a pelear por un hueco entre los grandes. El conjunto amarillo se aprovechó de la inercia (él hacia arriba, el Nàstic hacia el pozo) para vencer en el Nou Stadi de Tarragona. Un triunfo trabajado, basado en el orden defensivo y el acierto postrero de Casas. Pudo haber llegado antes porque las ocasiones se sucedieron en la recta final, sobre todo tras la expulsión de Buades y la salida de Nano, pero los locales también pusieron contra las cuerdas a Contreras en muchos minutos del encuentro.

Especialmente en la primera mitad. Poco o nada ofrecen los visitantes. El equipo de Calderón sale con la idea clara de controlar a los catalanes en estos primeros minutos, que irremediablemente se convierten en 45 corriendo detrás de la bola. El Cádiz sólo ofrece trabajo y orden defensivo, lo mínimo para no perder, pero no lo suficiente para lograr victorias.

Máxime cuando ya no hay chisteras de las que Lobos saca conejos. Parri contempla varias virtudes, entre ella su toque de balón y su pase al primer toque, pero ni sus compañeros lo buscan ni él se ofrece como lo hacía el argentino. Sin un hombre que mueva la pelota en el centro del campo (sí, otra vez lo del doble pivote destructivo), los amarillos están condenados a ser dominados por cualquier conjunto de medio pelo.

El Nàstic, con una presión horrible impuesta desde el inicio por su descontenta afición, tocaba el cuero con mucha calidad en la medular pero ni por esas atemorizaba a Contreras.

El conjunto de Calderón se muestra serio pero carente de magia, y su rival, anárquico y con sus hombres de arriba desorientados. La prueba es que no se chuta a puerta en todo el periodo, y las primeras ocasiones nacen de dos cantadas, de Tortolero y de Contreras, de nuevo fallón por arriba. Y poco más. El Cádiz es como la piedra filosofal pero al revés. Todo partido que toca fuera de casa lo convierte en bazofia. El encuentro es malo, aburridísimo, como si los futbolistas se hubieran cogido vacaciones anticipadas. La falta lanzada por Antonio López sale muchos metros por encima del arco, y por pocos centímetros no llega Dani a un buen centro de Cristian. La emoción llega al final. Espoleado por los silbidos y gritos de desaprobación de su hinchada, el Nàstic quiere morir arriba. Al filo del descanso, Óscar Rubio se fabrica un centro medido que Tortolero cabecea a la madera. Peligro. Y lección: quien juega al empate suele acabar perdiendo. El míster toma nota. Por ahora, el partido transcurre según sus intenciones. Hay que ofrecer algo más porque los tres puntos están al alcance de la mano. Y todo cambia tras el descanso.

Desgaste local

El desgaste hace mella en el Nàstic, que da serios síntomas de agotamiento físico y mental. Justo antes de ello, Miku disfruta de la ocasión más clara. Mingo se la pone en bandeja al delantero, que casi la saca del estadio con un disparo horrible. A continuación, Contreras detiene en dos tiempos el primer tiro a puerta del encuentro, propiciado por la desidia de Nano.

Es el último susto. El Cadiz le ha dado 50 minutos a su rival, que no aprovecha. Hay que buscar al meta Roberto, hasta ese momento un perfecto desconocido. El intermitente Parri bota una falta cerrada. Dani, en boca de gol, controla fatal pero su toque se transforma en una perfecta asistencia que Nano malogra una vez más. Insufrible. Incomprensible. Es el primer gran aviso. El Nàstic se quiebra. Abel pierde el control y Arpón no engancha con sus compañeros. Anarquía total. El Cádiz se crece. Llega su momento y adelanta líneas. Gustavo López sustituye a Nano y equilibra el partido, ya son once contra once, y comienzan a llegar las mejores ocasiones. Abel contribuye enormemente al desastre rojillo, que se va fraguando con el paso de los minutos, y se va a la ducha antes de tiempo con dos amarillas. Hay que ganar, Raúl López tira de casta y pone un centro que Dani cabecea fuera.

El reloj avanza, el tiempo se acaba. Pero este Cádiz ya no es el de antes. El trianero la pifia en un disparo dentro del área, con la suerte de que el rechace llega a Casas. Gastón, con la caña preparada y al borde del fuera de juego, bate a Roberto con tranquilidad. Caen las murallas tarraconenses. Afloran los pañuelos en las gradas. No hay tiempo para más. Llegan las vacaciones en el mejor momento. El descanso del Cádiz guerrero después de un año durísimo. Los fantasmas del descenso han desaparecido. Todos miran hacia arriba y no es por la lluvia. Y con un deseo. Que el lastre del principio no tire por la borda la hazaña de Calderón. ¿Y Lobos? ¿Alguien se acuerda?