cierre de delphi puerto real

La palanca, por Manuel J. Ruiz Torres

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Sobre las tres de la tarde se bajaban del Cercanías de San Fernando unos trabajadores que venían de manifestarse en Cádiz contra el cierre de la factoría de Delphi en Puerto Real. Eso decía una pegatina a sus espaldas: «Delphi no se cierra», que es toda una declaración de coraje pero también de firme voluntad ante quienes tienen realmente la capacidad de decidir ese cierre. La imagen expresa gráficamente lo que para toda la Bahía significa la empresa. Antes de que existiera la voluntad política de mancomunar servicios, la incipiente industrialización de la Bahía consiguió articular, e ilusionar, un futuro común que superará alguna vez los localismos. Nuestras fábricas han sido, estos años, la verdadera plaza mayor de la Bahía. Eso también está ahora en peligro.

Sin dejar de ser realistas, porque ese respeto se merecen los trabajadores de Delphi, todavía se puede condicionar la decisión que tomen los nuevos propietarios en dos frentes: Europa y la Bahía. Y como la decisión se tomará con criterios de mercado, usar los propios mecanismos del mercado. Hay que implicar a la Unión Europea, a la que nos unimos precisamente para ser menos débiles. Que la empresa tenga que negociar con ese buen cliente suyo que es Europa, y que ésta le imponga condiciones. Hay que implicar también a toda la Bahía para que esa unión sea fuerza y, como correa de transmisión, no pierda fuelle en los intermediarios. Al éxito de esta manifestación debería seguir otra, en otro horario que permita sumar la participación de quienes trabajan en las otras empresas, amenazados todos por el mismo peligro.

Un daño colateral del desánimo con el que hemos recibido las intenciones de cierre es la extensión del discurso reaccionario de la inutilidad de la política. Cuando es esa desactivación política del ciudadano lo que favorece los abusos. Lo que ofrecen esos países en oferta a las multinacionales de la deslocalización son menos costes en impuestos (menos dinero a invertir en el país) y en mano de obra, es decir, menos salarios, menos derechos de los trabajadores, menos protección ambiental, menos participación, menos democracia. Es la exportación a todo el mundo de los derechos, sindicales y políticos, que disfrutamos aquí lo único que puede hacerles poco rentable trasladar una fábrica.

Quizás sea muy difícil conseguirlo. Para mover grandes pesos inventó el hombre la palanca. Una palanca sirve para multiplicar una fuerza, si se encuentra un buen punto de apoyo. Ahora, en este lado, todos tenemos que empujar hacia el mismo lado.