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Desolación atlética mientras los jugadores del Celta celebran un gol - AFP
LIGA BBVA / JORNADA 23

El Atlético, del éxtasis al naufragio

Una semana después de su goleada al Real Madrid se deja un jirón de Liga en Balaídos ante un Celta muy competente (2-0)

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El «partido a partido» de Simeone cobra todo su significado en encuentros como el que se disputó en Balaídos. De nada sirven los recuerdos. El equipo imperial que vapuleó al Real Madrid la jornada anterior naufragó no solo por su inoperancia, sino por el buen hacer del Celta. Crecido por las facilidades que le dio el rival, el conjunto gallego llegó a abrumarlo en la primera parte, donde mereció llenar su bolsa, y lo sentenció en la segunda, justo cuando los rojiblancos despertaban. Los vigueses le han arrebatado al vigente campeón cinco puntos esta temporada.

[Así hemos narrado el encuentro]

Las bajas, por lesión o sanción, de Koke, Arda y Raúl García, obligaron al Cholo a un dibujo casi revolucionario.

En realidad, lo del cacareado tridente del Atlético fue más una cuestión de apariencia: no porque Griezmann, Torres y Mandzukic sean falsos delanteros, sino porque en este equipo tanto tirios como troyanos se ponen el mono de trabajo. El tridente fue la primera línea de presión rojiblanca y trató de cortocircuitar la salida del balón de los locales. Si los rojiblancos perdían un balón en ataque, tenían la orden de perseguir al rival para recuperarlo cuanto antes. Pero se vio desde el principio que el experimento chirriaba.

Torres se ganó una tarjeta de tanto encimar a Krohn-Dehli, uno de los tipos más interesantes que juegan, casi de incógnito, en el fútbol español. El danés es el metrónomo del Celta, se asocia de maravilla con sus compañeros y gestiona las jugadas a balón parado. Fue el artífice de un arranque imponente de los locales en un terreno de juego encharcado por la lluvia.

Dominio estéril

Con Krohn-Dehli a los mandos, el Celta empujó al Atlético hacia su portería. Orellana y Nolito explotaron las bandas y sembraron el pánico en el área visitante, donde a los barullos y rebotes les faltó el remate final para que el marcador fuera otro antes del descanso. Se vio a Moyá haciendo gestos ostensibles con las manos pidiendo calma a sus defensas. El balón quemaba en los pies de los rojiblancos, sombras de los jugadores que deslumbraron hace una semana frente al Real Madrid. El doctor Jekyll y mister Hyde en un campo de fútbol. Tiago, que despachó un partido impecable ante el eterno rival, tuvo problemas físicos y fue sustituido a la media hora de juego por Mario Suárez. El remedio desahogó algo al Atlético, que en cualquier caso enfiló a los vestuarios dando las gracias al santoral completo.

Simeone se olvidó del tridente en el entreacto, sentando a Torres y sacando a Cani. La cosa pareció equilibrarse, pero fue entonces cuando el Celta consiguió el botín que se le había negado antes. La jugada estuvo cargada de polémica, porque Augusto se llevó la pelota claramente con la mano antes de ceder a Nolito, que fue zancadilleado por Mario. Protestó Godín detrás de su máscara, pero la decisión estaba tomada. El propio Nolito ejecutó la pena máxima.

Sentencia Orellana

Cinco minutos después, Larrivey perdonó lo imperdonable. Nolito centró desde la derecha, el balón se paseó por el área pequeña y el delantero argentino, con toda la puerta para él, despejó en lugar de marcar. Reaccionó el Atlético con un gran zurdazo de Griezmann que salvó Sergio con ayuda del palo y un remate de Mandzukic que Jonny salvó con la cara desde el suelo. Pero el Celta se cobró cuentas pendientes: Krohn-Dehli puso el balón a Orellana, que llegó como un relámpago por la derecha y ejecutó un disparo raso y duro que superó a Moyá.

Fontás hizo un penalti clarísimo a Siqueira, pero Martínez Munuera se hizo el don Tacredo. Fue el Celta el justo vencedor y el Atlético se dejó un jirón importantísimo de Liga.

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