Los diez monumentos más impresionantes que hizo Sabatini en Madrid

El tercer centenario del nacimiento de uno de los arquitectos que más contribuyó a la imagen de Madrid como una gran capital europea es una buena excusa para un paseo por la Villa y Corte (y sus alrededores)

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Fachada de la Basílica de San Francisco El Grande de Madrid EFE/J.J. Guillén

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Trescientos años atrás nació en Palermo una de las personas que más contribuyeron a crear la imagen de Madrid como una gran capital europea: Francesco (o Francisco) Sabatini (1721-1797). Él fue el arquitecto responsable de algunos de los monumentos, palacios y rincones más representativos de la regeneración de la ciudad durante el reinado de su gran patrón, el rey Carlos III. Si este ha quedado para la historia como 'el mejor alcalde de Madrid' es, en gran medida, gracias al genio de Sabatini. Es posible darse un buen paseo por la ciudad (si el calor lo permite) recorriendo las construcciones que nos dejó el siciliano.

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El Ayuntamiento de Madrid instaló a principios de agosto en la Puerta de Alcalá unas letras de 35 metros de longitud, recubiertas de hojas, con el mensaje 'Patrimonio Mundial' para homenajear la reciente declaración como Patrimonio Mundial por la Unesco del conjunto Paisaje de la Luz, integrado por el paseo del Prado y El Buen Retiro EFE/ Mariscal

Puerta de Alcalá

Podríamos empezar por la Puerta de Alcalá. Tal vez no sea la única construcción de Sabatini a la que se le ha dedicado una canción, pero desde luego es la más conocida y simbólica. Fue diseñada para dar una imagen imponente de Madrid, ya que por ella entraba a la capital el Camino Real de Aragón y Cataluña , que era la vía de conexión más directa con Francia y con el resto de Europa, así que convenía que representase con grandeza a la ciudad. Ya anteriormente hubo allí otras puertas más o menos monumentales (si bien no estaban exactamente donde la actual), pero cuando Carlos III llegó a Madrid a través de una de ellas no quedó impresionado y quiso echar el resto en un nuevo diseño. Prueba de ello es que, además de Sabatini, presentaron proyectos otros dos grandes arquitectos del Madrid neoclásico: José de Hermosilla y Ventura Rodríguez . Finalmente fue Sabatini quien convenció al rey proponiendo construir un arco del triunfo como no se había hecho en Europa desde la caída del Imperio Romano. Viendo que hoy en día sigue siendo uno de los símbolos de Madrid y telón de fondo de todo tipo de eventos, celebraciones e intervenciones artísticas, la idea de Sabatini fue acertada.

Y la de Alcalá no fue siquiera la única puerta que diseñó para Madrid. También es suya la de San Vicente , en el Paseo de la Florida (si bien la que diseñó Sabatini fue desmantelada a finales del siglo XIX y la actual es una copia inaugurada en 1995). Y también podríamos añadir la Puerta Real por la que se entraba al Jardín Botánico. Pero de esta hablaremos más adelante.

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Real Casa de la Aduana, en la calle de Alcalá Belén Díaz

Real Casa de la Aduana

Hemos dicho ya que Sabatini fue un arquitecto neoclásico. Pero su fuente de inspiración directa no fue la arquitectura de la Roma y la Grecia antiguas, sino la del Renacimiento italiano. Esto se aprecia muy bien en el edificio de la Real Casa de la Aduana ( actual sede del Ministerio de Hacienda , casi al comienzo de la calle de Alcalá), con ese aire de palacio italiano del siglo XVI creado por su fachada de granito almohadillado y ladrillo y los frontones -alternando curvos y triangulares- de las ventanas del primer piso.

Además, este edificio también muestra la racionalidad que era habitual en los diseños de Sabatini, ya que todo el conjunto se ordena en torno a tres grandes patios, que tenían la función de dar espacio donde recoger todas las mercancías que llegaban a Madrid y que debían pasar por allí cuando era la aduana. Los patios cumplen además otra función, ya que las ventanas que se abren a ellos permiten dar luz a todas las oficinas que se alojan en los pisos superiores.

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Un rincón del Real Jardín Botánico Maya Balanya

Real Jardín Botánico

Decíamos antes que la Puerta de Alcalá quizá no fuese la única obra de Sabatini sobre la que se ha hecho una canción. Por lo menos, si el jardín botánico en el que estaba la estatua sobre la que cantaban Radio Futura era el de Madrid, ahí también tuvo que ver el siciliano.

El Paseo del Prado (entonces conocido como Salón del Prado) fue uno de los grandes proyectos del reinado de Carlos III, un lugar de paseo y esparcimiento para los madrileños, con glorietas y fuentes, donde además estarían ubicados varios espacios dedicados a la ciencia: el Observatorio Astronómico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado) y el Real Jardín Botánico. A Sabatini se le encargó el diseño de este último, para trasladar desde su anterior ubicación junto al Manzanares las más de dos mil plantas que había recogido en sus viajes por Europa el botánico José Quer. Sin embargo, el jardín que hoy en día se puede visitar tiene poco que ver con el diseño de Sabatini, ya que finalmente fue Juan de Villanueva -el cerebro tras la mayor parte del proyecto del Prado- quien lo modificaría creando el actual trazado dividido en cuarteles cuadrados. La muestra más perdurable del diseño sabatiniano es la Puerta Real del jardín, que se abre al Paseo del Prado. Sin embargo, hasta en esto fue desplazado por Villanueva, ya que fue este quien diseñó la puerta por la que hoy en día se accede al interior, situada junto al Museo del Prado.

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Entrada principal del Museo Reina Sofía Museo Reina Sofía

Museo Reina Sofía

La historia arquitectónica del Hospital General y de la Pasión (que conocerán mejor como el Museo Reina Sofía) es complicada, ya que retrasos, problemas de financiación, fallecimientos, invasiones y otras dificultades provocaron que el proyecto fuese pasando por varias manos, por lo que en el edificio actual se mezclan ideas de José de Hermosilla, Sabatini, Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y otros (a quienes los siglos acabarían sumando varios más, como Jean Nouvel y su famosa ampliación), sin que el proyecto llegase nunca a finalizarse enteramente.

Sin embargo, es a Sabatini a quien debemos la actual imagen del edificio, ya que Hermosilla (el arquitecto original) había pensado en un edificio discreto, que mirase extramuros, hacia Delicias, y fue el italiano quien añadió al proyecto la monumental fachada abierta hacia Atocha . Y la restauración dirigida en los años 80 del pasado siglo por Antonio Fernández Alba para convertirlo en museo se basó ante todo en recuperar las ideas de Sabatini, especialmente en cuanto al exterior, tomando los materiales y las calidades de lo indicado en su proyecto.

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Salón de Columnas del Palacio Real Gustavo Cuevas / Efe

Palacio Real

Carlos III -que, por aquel entonces aún era Carlos VII de Nápoles- descubrió a Sabatini cuando este ayudó a su suegro, Luigi Vanvitelli, en la construcción del Palacio Real de Caserta. Así que no es sorprendente que, cuando Carlos accedió inesperadamente al trono español tras las muertes de sus medio hermanos Luis I y Fernando VI, recurriese a Sabatini para reformar el palacio real madrileño a su gusto. El arquitecto italiano se encargó de la decoración de las habitaciones (aún pueden verse algunos de sus diseños, por ejemplo en el Salón de Alabarderos y en el Salón de Columnas ) y proyectó una ampliación de la que solo se llevó a cabo una parte, la conocida como 'ala de San Gil', en la parte sureste del conjunto palaciego, que posteriormente sirvieron como estancias privadas de Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII. También modificó, ya por encargo de Carlos IV, la escalera principal del palacio, cambiando su orientación.

¿Y los famosos Jardines de Sabatini , junto al palacio? Pues, curiosamente, tienen muy poco que ver con el arquitecto italiano, ya que se crearon mucho después de su muerte, durante la Segunda República. El nombre -aparte de ser un homenaje apropiado, ya que es un jardín de estilo neoclásico- se debe principalmente a que ocupan el lugar donde antiguamente estaban las reales caballerizas diseñadas por él.

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Palacio del Marqués de Grimaldi Luis García / CC

Palacio del Marqués de Grimaldi

El Palacio Real no es el único en el que Sabatini trabajó en Madrid. El del Marqués de Grimaldi (contiguo al Senado y que hoy en día alberga el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales ) es menos imponente, pero es completamente obra del siciliano. A él se puede aplicar mucho de lo ya comentado sobre la Real Casa de la Aduana, ya que también tiene ese aspecto de palacio renacentista italiano. Cosa apropiada, ya que su inquilino original iba a ser un transalpino, el genovés Jerónimo Grimaldi , secretario de Estado de Carlos III. Sin embargo, pese a que el palacio ha conservado su nombre, Grimaldi nunca llegó a vivir en él, ya que dimitió de su cargo antes incluso de que empezase a construirse.

Por ello, su primer inquilino fue el Conde de Floridablanca , sucesor de Grimaldi. Tras él lo ocupó Manuel Godoy, que lo hizo ampliar y redecorar lujosamente y que llevó allí su gran colección de pinturas, incluidas “La Venus del espejo” de Velázquez y las dos majas -desnuda y vestida- de Goya, a quien también encargó para el palacio una serie de pinturas alegóricas, parte de las cuales están ahora en el Prado. Posteriormente fue residencia del mariscal Murat durante la ocupación francesa, Real Biblioteca, sede de varios ministerios, Palacio del Almirantazgo y Museo del Pueblo Español. En los años 30 del pasado siglo, cuando estaba en estado de abandono, se demolió una tercera parte del edificio, incluyendo la ampliación de época de Godoy, aunque el imponente despacho de este fue desmontado y aún se conserva hoy en el antiguo Ministerio de Marina. En 2019, unas obras en las inmediaciones del palacio descubrieron los sótanos del sector que fue demolido, sorprendentemente bien conservados.

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Fachada de la Basílica de San Francisco El Grande de Madrid EFE/J.J. Guillén

Real Basílica de San Francisco el Grande

Este es otro de esos edificios en donde la mano de Sabatini se mezcla con la de otros arquitectos. En este caso, lo más conocido del edificio -su espectacular cúpula, la más grande de España y sólo superada en el mundo por las de San Pedro del Vaticano, el Panteón romano y Santa Maria del Fiore- no es obra suya, sino de Francisco Cabezas y Antonio Plo .

La aportación de Sabatini fue la fachada principal de la basílica, que da a la Plaza de San Francisco, en el cruce de la calle de Bailén, la Carrera de San Francisco y la Gran Vía de San Francisco. La fachada se ciñe al estilo neoclásico (arcos de medio punto, pilastras dóricas, ventanales con dinteles entre columnas jónicas, un frontón triangular y una balaustrada). Lo singular del trabajo de Sabatini aquí es que, en lugar de unir una fachada recta a la planta circular de la basílica, hizo la propia fachada convexa, una solución ingeniosa que también le hizo retranquear las dos torres entre las que asoma la cúpula.

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Monasterio de las Comendadoras de Santiago Maya Balanya

Convento de las Comendadoras de Santiago

Este antiguo convento da nombre a la Plaza de las Comendadoras, donde están algunas de las terrazas más animadas del barrio de Universidad. De nuevo, Sabatini comparte protagonismo con otros arquitectos, como Manuel y José del Olmo (que diseñaron la iglesia) y Francisco Moradillo (patio y Sacristía de los Caballeros, entre otras estancias). De hecho, la parte diseñada por Sabatini es la más tardía, que cierra la manzana y unifica todas las estancias del convento, que hasta entonces estaban repartidas en distintas casas. Así, como sucede en otros casos, fue el italiano quien dotó al edificio de la imagen exterior que hoy nos es familiar, si bien en ese caso -quizá por tratarse de un convento- su labor fue mucho más sobria y austera que en otros casos.

Algo notable de este edificio es que durante los años de la Guerra Civil su trayectoria fue doblemente terrible. Primero fue incautado a las religiosas y albergó una “cheka”. Más tarde -ya tras la entrada de las tropas franquistas- se convertiría en una cárcel en la que se calcula que se hacinaron entre 2.000 y 3.000 prisioneros, entre ellos el poeta José Hierro.

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Puente de la Culebra, en la Casa de Campo

Puente de la Culebra

Prueba de que Sabatini no era solamente un arquitecto de palacios y monumentos, sino que sabía dar soluciones prácticas a espacios muy diferentes son los muchos trabajos que hizo en la Casa de Campo, todos ellos de índole muy funcional: fue él quien restauró y completó la tapia que cierra el recinto y fue él quien (con la ayuda del ingeniero José de la Ballina ) se encargó de canalizar todas las aguas del Real Sitio, con un conjunto de medidas que incluyen el pequeño acueducto aún conocido como de Sabatini o de la Partida y un ingenioso conjunto de rejas oscilantes que permitían que los diversos arroyos que recorrían el lugar salvasen la tapia, impidiendo las riadas. También creó edificios ya desaparecidos, como un par de pequeñas iglesias, un cementerio y una faisanera.

Sabatini también construyó cinco puentes sobre el arroyo de Meaques , un pequeño afluente del Manzanares. De dos de ellos no se conserva ningún resto y otros dos están parcialmente cegados y con su estructura cubierta con cemento. Pero aún se puede ver en buen estado el más bonito y original de ellos, el Puente de la Culebra, llamado en principio Puente Estrecho y ahora conocido por ese nombre debido a los serpenteantes pretiles de granito que coronan sus arcos de ladrillo.

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Convento de San Pascual Patrimonio Nacional

Convento de San Pascual

Sabatini no solo trabajó para Carlos III en la capital, sino también en otros lugares ligados a la corte real, como Aranjuez. Su obra más importante allí fue la fachada de la iglesia del Convento de San Pascual , frente al Antiguo Hospital de San Carlos, construido en la misma época. Se trata de una fachada muy clasicista, aunque con algunos toques de barroco italiano, sobre todo en las dos torres. Sabatini juega con las columnas y los pilares para darle relieve al conjunto.

En su altar mayor hay un cuadro de Antonio Rafael Mengs, pero quizá lo más curioso fue que tanto en el altar como en otras partes de la iglesia hubo inicialmente obras de Tiepolo; sin embargo, tras la muerte de este su estilo pasó de moda y sus pinturas se retiraron de mala manera y se descartaron. Aquellas que sobrevivieron están ahora en el Museo del Prado.

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