Wiggins, con el maillot de líder, tendrá que luchar contra el calor si quiere llevarse el Tour. / Reuters
Nueve puertos en dos etapas, entre ellos muchos de los que acumulan la gran historia del Tour, una llegada en alto, la tercera en toda la prueba, el segundo día en los Pirineos, una etapa corta de kilómetraje y calor, mucho calor, algo que no hemos tenido en todo lo que llevamos de carrera y que puede causar estragos en muchos corredores.
El líder, Bradley Wiggins, no asimila muy bien las altas temperaturas y habrá que comprobar como lo digieren sus rivales.
Para estrenar las jornadas pirenaicas se subirán este miércoles cuatro puertos míticos en el Tour, Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde, en una etapa de 197 kilómetros entre Pau y Bagnéres-de-Luchon.
Del último puerto a la meta quedarán dieciséis kilómetros de una bajada muy rápida. En total serán 57,3 kilómetros de subidas y 69 de bajadas, un terreno ideal para Vincenzo Nibali, en el que no es fácil trabajar para ningún equipo.
Hay puertos y hay muchos kilómetros para estrenar los Pirineos. La segunda etapa es totalmente diferente. De entrada sólo serán 143,5 kilómetros, en una jornada corta, que afortunadamente tiene un puerto de salida que no es muy duro, lo que permitirá que no se produzcan muchos destrozos en el pelotón.
Se subirán seis puertos con un total de 43,6 kilómetros de ascensiones y final en alto, Peyragudes, que es una continuación del Peyresourde, con 15,4 kilómetros al 5,1%.
No es un puerto de una gran dureza, pero la parte final de la etapa tiene su complicación. En los últimos 50 kilómetros es donde se concentrarán las mayores dificultades, con el puerto de Bales y sus 11,7 kilómetros al 7,7%, en un puerto que se hizo famoso por el salto de cadena de Andy Schleck y el ataque de Alberto Contador, que no vio el problema mecánico del luxemburgués, lo que creó una polémica importante en 2010.
La jornada de descanso también nos trajo un emotivo vídeo grabado por Miguel Indurain gracias a TVE, en el que le habla a Wiggins, que se colocó un pañuelo rojo de San Fermín al cuello.
Miguel le dijo a Wiggins, que escuchó atento el mensaje y se emocionó, recibiendo una sorpresa total que «sé que disfrutaste mucho cuando eras joven y seguías mis carreras. Sé que fuiste un seguidor mío durante muchos años y ahora eres el líder del Tour. Eres uno de los míos, un corredor grande de estatura y con una forma de correr parecida a la mía, fuerte en la contrarreloj y capaz de mantener un ritmo sostenido en montaña. Estás ante una oportunidad única de ganar el Tour».
Le gustó a Wiggins lo que escuchó y, sobre todo, ver a Indurain, que le enganchó al ciclismo, dirigiéndose a él.
