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El arte de los titiriteros

La familia Parada, natural de Torralba de Calatrava (Ciudad Real), participa al completo: abuelo, hijos, nietos y biznietos siguiendo una tradición de ¡más de doscientos años!

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¡Los titiriteros en Urda! Así se anunciaba no hace muchos en mi localidad el circo de los hermanos Parada. Sólo cumplieron con el lugar destinado a sus funciones: el recinto ferial ocupado por los puestos del mercadillo de los viernes y por los feriantes en las fiestas de finales de septiembre. En cuanto al horario, ningún día dio comienzo el espectáculo antes de las 11 de la noche, cuando cesaba el calor tan agobiante de estas fechas.

Por suerte para muchos, decidieron ampliar su estancia y sus actuaciones un día más hasta que se marcharon, bien temprano, camino de Madridejos. Continuaban así su gira veraniega que empezaron el pasado 21 de junio en Argamasilla de Alba, pasando por Mirandilla, Torremejía, Alcázar de San Juan, Consuegra, Guareña, Puebla de Don Rodrigo, Tembleque… Es larga la lista de localidades afortunadas y suelen repetirla en años alternos, quizá para no cansar a su público (cosa difícil, según lo que he visto) o tal vez para que sea más esperado su reencuentro.

La familia Parada, natural de Torralba de Calatrava (Ciudad Real), participa al completo: abuelo, hijos, nietos y biznietos siguiendo una tradición de ¡más de doscientos años! Sus antepasados ya recorrían las plazas y las eras de los pueblos, cargados con todos sus enseres en viejos carromatos tirados por caballos y mulas.

En la actualidad cuentan con caravanas, camiones y furgonetas. Uno de sus componentes, Eduardo Junior, se ha encargado de pintar, de forma sensacional, cada vehículo, convirtiéndolos en verdaderas obras de arte; cada uno con el nombre y la imagen de su dueño. Todos los que hemos visto su espectáculo, como dice el abuelo, conocemos a Tarugo, Taruguito, Pirri… También sus nombres reales: Eduardo, Luis Alberto, Iván, Sheila… Algunos tienen varias ocupaciones: presentador, payaso, malabarista, equilibrista, cantante, vendedor… En mitad de cada función hacen un intermedio y abren sus carros-tiendas para vender helados, bebidas, palomitas, algodón de azúcar y hasta cenas rápidas. Hasta aquí no deja de ser un pequeño circo normal, lo que le hace extraordinario es su espíritu de entretenimiento, de ilusión y de sacrificio de siempre.

Por poner un ejemplo, recuerdo que hace años ya pedían como precio de entrada «la voluntad». Es algo realmente único. Mucha gente no podía, ni puede permitirse pagar la entrada de un gran circo, ni mucho menos la del Cirque du Soleil. Los Titiriteros siempre han querido acercar sus funciones a todo el público, incluso a los que menos tienen. En la actualidad siguen pasando la bandeja (a veces son los mismos espectadores los que la van pasando entre ellos), piden 2 euros a los niños y la voluntad para el resto. Muy poco comparado con todo lo que ofrecen en más de una hora cada noche: risas, emociones, diversión, participación… He visto a gente que aguardaba con impaciencia su llegada, que se acercaba una hora antes de la función para coger buen sitio y para charlar con sus integrantes. He podido comprobar que tienen gran cantidad de seguidores en muchos pueblos y también en Facebook: «Circo Los Titiriteros». En esta red social informan de sus actuaciones, comparten fotos, vídeos, etc. El gran Tarugo (el abuelo Parada), motor principal de este circo, suele despedirse en Urda dando gracias al Cristo de la Vera–Cruz y a sus habitantes por la asistencia y generosidad. También entre risas (y alguna lágrima) pide que tengan buenas cosechas para que luego vengan ellos a recogerlas. Puede que repitan palabras, números, bromas… No importa, el público se sigue riendo y emocionando con ellos. Su oficio es uno de los más difíciles que existen en este mundo, es un ARTE y muy necesario.

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