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Máximo, el dibujante que retrató a Dios

Cientos de periodistas y miles de lectores hemos quedado huérfanos de este catedrático del humor inteligente

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No pudo doblar la esquina del año. A Máximo San Juan (Mambrilla de Castrejón, Burgos, 1933), dibujante y escritor, le falló el corazón en Madrid cien horas antes de que expirara 2014. Cientos de periodistas y miles de lectores hemos quedado huérfanos de este catedrático del humor inteligente.

Máximo ha gastado sus mejores energías en hacernos reflexionar y sonreír a la vez. Un dibujante, un viñetista, posee el privilegio de contar una historia profunda en un octavo de página. Y Máximo San Juan fue un privilegiado de la brevedad; brevedad en el trazo, en la palabra… Sus trabajos son editorialistas profundis que reflejan en un espacio mínimo pero infinito, la actualidad que más nos duele. Sin dogmas, sin ataduras. Compaginar crítica y humor en las páginas de opinión de los grandes rotativos españoles denota una inteligencia superior.

Sabe que millones de ojos vigilan su trabajo. Y por ello, no puede haber ni una sospecha de entreguismo al poder interno y externo; cada entrega debe confirmar en cada desayuno la independencia que solo poseen los escritores y hombres libres. Y por la tarde, volver a empezar. Un periodista al fin y al cabo, solo vale lo que vale su último artículo.

Máximo, junto al desaparecido Mingote, con Forges, Ricardo y Nacho, El Roto, Guillermo y otra media docena de ilustradores han marcado toda la Transición política y civil españolas.

El intelectual burgalés, nos ha dejado a los 82 años un legado excepcional en miles de páginas describiendo desde su perspectiva “triangular”, -su ojo divino era todo un referente de geometría variable- una realidad siempre constructiva y esperanzadora desde el escepticismo de la incertidumbre. Sus dioses barbados, sus ángeles alados, sus palomas blancas, y sus caricaturas de intelectuales de cuello blanco le han servido para explicar y explicarnos cientos de ideas sobre lo humano y lo divino. “Levantarse por la mañana y distinguir entre la euforia y la depresión”, en eso consistía su filosofía de vida.

La prensa como patria

Este autor polifacético –“en mis dibujos todo es literatura”- elevó a categoría de género el dibujo del humor. Siempre con una economía de trazos impulsado por sus convicciones éticas y morales.

Máximo inició sus estudios de peritaje industria el Valladolid, estudios que nunca llegó a concluir. Allí comenzó su trayectoria literaria en la Cadena Azul, primero como locutor y productor y luego como guionista. Pero fue en 1962 cuando decidió dar el salto a Madrid y dedicarse en cuerpo y alma a su trayectoria vital: el dibujo. La revista Juventud, el diario Arriba y el magazin “don José” le ofrecieron la oportunidad de consagrarse como profesional. Y supo aprovechar esas oportunidades para fichar por el diario Pueblo que, dirigido por el periodista abulense Emilio Romero, era entonces el centro del mundo informativo de la tarde en España entera. Allí, se le dio cobijo en las páginas más nobles, junto a los editoriales. Y ahí comenzó su ascenso irresistible profesional que ha durado casi cinco décadas en la cumbre del talento y de la popularidad.

La desaparición de la Prensa del Movimiento abrió paso a una prensa más comprometida con los nuevos tiempos. El ocaso de Nuevo Diario hizo posible el surgimiento de cabeceras como El País. Máximo San Juan en la plenitud de su creación, se incorporó en 1976 a PRISA y en la que colaboró hasta 2007. Con anterioridad su firma ya era una garantía de profesionalidad en Correo Catalán Mundo y La Codorniz. En este seminario satírico fue donde yo descubrí al Máximo más satírico.

Ya apuntaba maneras de buen humorista político, abstracto, elíptico y comprometido. Las páginas de Por Favor, Triunfo, Interviú y La Vanguardia son testigo de su mejor quehacer profesional. La crisis de la prensa agudizada por Internet que castigó a toda la industria sin piedad, no lo dejó sin trabajo. De EL PAIS pasó a ABC donde dejó de publicar sus viñetas pocos días antes de fallecer. La prensa escrita fue su patria.

Libros y premios

Aunque nuestro personaje brilló con luz propia en el firmamento de la prensa diaria, su talento se extendió también al libro y a las adaptaciones teatrales.

Quienes tuvieron el privilegio de tratar a Máximo San Juan destacan su bonhomía y su sentido de la amistad. Máximo, como buen humorista, era una persona seria y reflexiva. No solo hilvanó miles de artículos en dibujos y viñetas sino que, además, también en clave literaria, escribió varios libros: Historias impávidas, Este País, Carta abierta a la Censura, Diario Apócrifo (Recopilación de sus artículos satiríco-humorísticos en La Codorniz), Animales Políticos, No a la OTAN y otros incordios, El poder y viceversa e Hipótesis.

Su carrera estuvo jalonada por el reconocimiento permanente en lo profesional. Recibió en 2008 el Premio Internacional del Humor Gat Perich; ha obtenido, entre otros también, el González Ruano de Periodismo, el Mingote (ambos otorgados por ABC) y el Rodríguez Santamaría de la Asociación de la Prensa de Madrid.

Madrid nunca cambió a este hombre humilde que no ha mucho recordaba en Diario de Burgos su amor a la tierra y los recuerdos que la siembra, la trilla, la matanza y la herrería de su tío Teodosio le traían de su infancia burgalesa en Mambrilla de Castrejón, donde fue nombrado Hijo Predilecto.

Muchos han sido los elogios que ha recibido tras abandonarnos. Humoristas de izquierda y de derecha, políticos de todo el arco parlamentario y periodistas en activo y en el paro han destacado sobre todo su pasión por la libertad y por el trabajo. Deja esposa y cuatro hijos. Desde finales de año reposa en el cementerio de la Paz, de Madrid. Desde su inmensa sabiduría, solo le guió un propósito: hacernos pensar. Loable principio. Máximo fue el único humorista que llegó a retratar a Dios. A estas horas, el geómetra de las líneas casi invisibles ya ha podido comprobar, cara a cara con el Creador, si su retrato se correspondía (o no) con el original. Estas líneas solo pretenden recordar que cien días después de su ausencia, le echamos de menos. Descanse en paz.

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