Un fotógrafo de prensa se divierte en la tirolina
Un fotógrafo de prensa se divierte en la tirolina - ANA PÉREZ HERRERA

Un negocio con gancho

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Quien osa cruzar el río Tajo en la tirolina más larga de Europa se marcha con ganas de repetir la experiencia, un viaje efímero con un decorado medieval de película

Elvira quiere repetir. A sus 88 años, ha probado en Toledo la tirolina urbana más larga de Europa, según anuncian sus promotores, y ya ha dicho a sus hijos que está contando los días para volver a lanzarse. Son 183 metros de recorrido sobre el río Tajo, de orilla a orilla, a más de 30 kilómetros por hora (según el peso del usuario: cuanto más peso, más velocidad).

El viaje es corto (unos 30 segundos), pero muy intenso. «El primer salto es un caramelito, muy emocionante y relanjante a la vez.

Te quedas con ganas de más». Lo dice Elisabeth Bustos, redactora de ABC, quien a sus 29 años ha probado por primera vez una atracción de este tipo. No es el caso de Joselid. Esta venezolana de paso por Toledo ha experimentado algo similar en su país, en el parque de La Exótica Flora Tropical (en el Estado Yaracuy). «Realmente, allí no era tan larga como esta, sino en cinco tramos», cuenta esta joven, ya con el arnés puesto y preparada para lanzarse.

Antes de subir a la pasarela para el lanzamiento, Joselid firma un papel en el que declara que se tira por su propia voluntad, con las condiciones físicas y psíquicas adecuadas para la práctica de esta actividad. Diego y Alfredo, dos de los cuatro empleados, le dan las últimas explicaciones antes de deslizarse por el cable.

Posiblemente, hay muy pocos sitios en el mundo donde a uno le permitan cruzar en el aire, de ribera a ribera, un río emblemático con la impresionante imagen de un puente medieval, el de San Martín, como decorado. Y, encima, sin esfuerzo.

Casco, arnés, cintas, poleas y mosquetones aseguran al usuario a la tirolesa mientras, agarrado a un dispositivo, contempla en su fugaz trayecto una panorámica maravillosa, que acaba con un frenazo en la otra orilla. Diez euros cuesta el trayecto, aunque hay descuentos. Y quien lo desee, por otros diez euros, puede grabar su corta pero intensa aventura con una cámara «GoPro».

Hace tres años que a los hermanos Diego y Alfredo se les ocurrió esta idea. Sus viajes por Europa les encendieron la bombilla. Les ayudó su afición a la escalada y su formación académica. Alfredo es doctor en Ciencias del Deporte; Diego, biólogo. Sus dos compañeros en el negocio también saben lo que se traen entre manos: Carlos es licenciado en Ciencias del Deporte y el otro Diego es técnico superior deportivo.

Cuestión de tiempo

Después de largos meses de trámites administrativos, lograron hacerse con el concurso del Ayuntamiento para poner en marcha una atracción turística que se integra en el paisaje. Un asunto que ha generado polémica en la ciudad, aunque seguramente todo sea una cuestión de tiempo. «Nadie que ha probado la tirolina se ha quejado, salen con la sonrisa de oreja a oreja», asegura Diego. Cuando acaba la jornada, la plataforma y las escaleras desaparecen. Sólo quedan los postes. El personal recoge el material hasta el día siguiente. Están esperando a que Elvira vuelva para un nuevo salto. A la vejez, viruelas.

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