El Vaticano invita a «votar con la cartera» frente a los abusos de las oligarquías financieras internacionales

Propone crear «comités éticos» en las empresas y reforzar la certificación de productos financieros

Afp
Juan Vicente Boo

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En un documento caracterizado por su crudo realismo, el Vaticano ha invitado este jueves a " votar con la cartera ", boicoteando entidades financieras que abusan de su superioridad respecto a consumidores y gobiernos, dañando una y otra vez la economía real y el empleo.

El texto denuncia sin ambages el daño continuo de una oligarquía de grandes fondos especulativos internacionales que operan desde " paraísos fiscales ", evadiendo impuestos y sofocando la economía real.

El documento “Las cuestiones económicas y financieras”, combina elementos de ética y moral con un análisis de lo poco que se ha hecho desde la recesión del 2007 para corregir las patologías y abusos del sistema financiero internacional.

Como respuesta ciudadana propone “un ejercicio crítico y responsable del consumo y del ahorro ”, pensando bien antes de hacer la compra pues “a menudo la realizamos de manera inconsciente, comprando bienes de cadenas productivas donde es normal la violación de los más elementales derechos humanos, o gracias a empresas cuya ética, de hecho, no conoce otros intereses sino los de la ganancia de sus accionistas a cualquier costo”.

El Vaticano aconseja “ seleccionar aquellos bienes de consumo detrás de los cuales hay un proceso éticamente digno ”, ejercitando lo que algunos llaman “el ‘votar con la cartera’: se trata, en efecto, de votar diariamente en el mercado a favor de lo que ayuda al verdadero bienestar de todos nosotros y rechazar lo que lo perjudica”.

Aconseja proceder del mismo modo “en la gestión de los propios ahorros, dirigiéndolos, por ejemplo, hacia aquellas empresas que operan con criterios claros , inspirados en una ética respetuosa del hombre entero y de todos los hombres y en un horizonte de responsabilidad social”.

El análisis del sistema económico mundial realizado por teólogos morales y expertos en economía reconoce que, desde la recesión del 2007 se ha realizado “muchos esfuerzos positivos, en varios niveles” pero, por desgracia, “no ha habido ninguna reacción que haya llevado a repensar los criterios obsoletos que continúan gobernando el mundo. Por el contrario, a veces parece volver a estar en auge un egoísmo miope y limitado a corto plazo”, que daña a las empresas y los ciudadanos.

El milimetrado texto de “consideraciones para un discernimiento ético” ha sido elaborado por los departamentos vaticanos responsables del Desarrollo Humano Integral y la Doctrina de la Fe, y presentado el jueves por sus titulares, el cardenal Peter Turkson y el arzobispo Luis Ladaria.

El problema central, según el documento es que “la libertad de que gozan, hoy en día, los agentes económicos, entendida en modo absoluto y separado de su intrínseca referencia a la verdad y al bien, tiende a generar centros de supremacía y a inclinarse hacia formas de oligarquía , que en última instancia perjudican la eficiencia misma del sistema económico”.

El resultado es que “ante el creciente y penetrante poder de agentes importantes y grandes redes económicas y financieras, a los actores políticos, a menudo desorientados e impotentes a causa de la supranacionalidad de tales agentes y de la volatilidad del capital manejado por estos, les cuesta responder a su vocación original de servidores del bien común, y pueden incluso convertirse en siervos de intereses extraños a ese bien”.

El documento considera “asimismo evidente que ese potente propulsor de la economía que son los mercados es incapaz de regularse por si mismo : de hecho, no son capaces de generar los fundamentos que les permitan funcionar regularmente (cohesión social, honestidad, confianza, seguridad, leyes...), ni de corregir los efectos externos negativos (‘diseconomy’) para la sociedad humana (desigualdades, asimetrías, degradación ambiental, inseguridad social, fraude...)”.

En ese cuadro proliferan los abusos del consumidor en torno a productos de ahorro e hipotecas pues “comercializar algunos productos financieros, en si mismos lícitos, en situación de asimetría, aprovechando las lagunas informativas o la debilidad contractual de una de las partes, constituye de suyo una violación de la debida honestidad relacional y es una grave infracción desde el punto ético”.

La práctica de abusos se vuelve crónica cuando “el mero beneficio se sitúa en la cima de la cultura de una empresa financiera, ignorando las simultáneas necesidades del bien común” pues “crea fácilmente una lógica perversa y selectiva, que a menudo favorece el ascenso a la cima empresarial de sujetos capaces pero codiciosos y sin escrúpulos , cuya acción social es impulsada principalmente por una ganancia personal egoísta”.

Y no daña solo al consumidor, pues “esta lógica obliga con frecuencia a los administradores a actuar políticas económicas encaminadas, no a impulsar la salud económica de las empresas, sino a incrementar solo los beneficios de los accionistas (‘shareholders’), perjudicando así́ los intereses legítimos de todos aquellos que, con su trabajo y servicio, operan en beneficio de la misma empresa, así́ como a los consumidores y a las varias comunidades locales (‘stakeholders’)”. Un proceso “estimulado por enormes remuneraciones proporcionales a los resultados inmediatos de la gestión”.

El documento es muy gráfico respecto al daño de los productos financieros tóxicos y el abuso de los paraísos fiscales pues “en la actualidad, más de la mitad del comercio mundial es llevado a cabo por grandes sujetos, que reducen drásticamente su carga fiscal transfiriendo los ingresos de un lugar a otro, dependiendo de lo que les convenga, transfiriendo los beneficios a los paraísos fiscales y los costos a los países con altos impuestos”.

La solución a este cuadro general anómalo pasa por muchas medidas, entre las que el documento menciona desde una mejor certificación pública de productos financieros hasta una mayor colaboración internacional de Estados y organismos supranacionales para evitar la perdida de control frente a fondos especulativos de dimensiones gigantescas.

Propone igualmente la creación de “ comités éticos ” que ayuden a los consejos de administración de las empresas y, en último término, anima a los ciudadanos a “votar con la cartera”, es decir, a no comprar productos financieros de bancos o de fondos que actúan de modo rapaz o insolidario.

El trabajo de legisladores nacionales y supranacionales no será fácil, pues a la turbulencia económica se ha añadido la inestabilidad e impredictibilidad política en muchos países importantes. Pero justo esos dos procesos hacen más urgente la toma de conciencia y responsabilidad por parte de los ciudadanos.

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