El Papa recordará a los mártires de Japón y del horror nuclear

Tras visitar Tailandia, Francisco viaja a Hiroshima y Nagasaki, cuna del cristianismo en Asia

EFE
Pablo M. Díez

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Cinco siglos después de que un jesuita español, san Francisco Javier, comenzara la evangelización de Japón, otro ilustre miembro de esta orden, el Papa Francisco , regresa a ese mismo país para seguir propagando el cristianismo. En su cuarto viaje a Asia, el Santo Padre ha visitado desde el pasado miércoles Tailandia antes de recalar este domingo 24 de noviembre en Japón, donde quiso ser misionero en su juventud.

Muy concienciado con la amenaza nuclear, recordará el horror que sembraron las bombas atómicas desplazándose hasta las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Precisamente, esta última se enorgullece de ser la cuna del cristianismo en Japón desde el primer contacto con los exploradores portugueses en 1543. Seis años después llegaría san Francisco Javier, quien estuvo predicando por estas tierras hasta 1551, cuando tuvo que volver a la India. Antes de su nuevo regreso a Japón, fallecería en China en diciembre de 1552 a los 46 años, pero su corta vida no le impide ser recordado como el gran evangelizador de Oriente.

En Japón, dicha labor la llevaron a cabo los jesuitas desde el puerto de Nagasaki, que floreció como una ciudad abierta al mundo gracias al comercio de los marinos portugueses. Aunque Nagasaki llegó a ser incluso colonia jesuita , tampoco se libró de las sucesivas persecuciones contra el cristianismo lanzadas por las autoridades. Tanto los «shogunes» como el poder imperial, que profesaban el sintoísmo propio del archipiélago, temieron siempre la amenaza de esta nueva religión y, sobre todo, de la influencia extranjera.

Entre esos perseguidos destacan los 26 Mártires de Nagasaki, misioneros españoles, portugueses y japoneses que fueron crucificados en 1597, y a los que el Papa rendirá homenaje en su monumento de la colina de Nishizaka. Este calvario y el que sufrieron durante siglos otros «kakure kirishtian» («cristianos escondidos») es descrito en la novela «Silencio» de Shusaku Endo, adaptada al cine por el maestro Scorsese.

En medio de esta persecución y del aislamiento de Japón, Nagasaki fue entre 1641 y 1859 el único puerto del archipiélago nipón abierto a Occidente, lo que atrajo barcos de todas partes y forjó el espíritu internacional de la ciudad, donde se asentaron comerciantes británicos, holandeses y chinos. En la actualidad, en Nagasaki vive buena parte de los 450.000 católicos que hay en Japón , una pequeña comunidad que solo supone el 0,3 por ciento de la población en un país con 127 millones de habitantes.

Pero la barbarie nuclear no hizo distinción entre credos. De los 12.000 feligreses que tenía esta diócesis durante la Segunda Guerra Mundial, murieron 8.500 cuando Estados Unidos lanzó su segunda bomba atómica contra Japón el 9 de agosto de 1945, que mató a 70.000 de los 240.00 habitantes de Nagasaki y dejó a más de 120.000 personas sin hogar.

Fotografía facilitada por el diario de la Santa Sede «L'Osservatore Romano» del Papa Francisco (d), durante su encuentro con el Príncipe Akishino (i) de Japón y a su mujer, la princesa Kiko (c), en el Vaticano hoy, 12 de mayo de 2016. EFE

A solo medio kilómetro del lugar donde estalló la bomba, donde el Papa hará un alegato contra las armas nucleares, quedó totalmente destruida la bella catedral de Urakami, construida a finales del siglo XIX y la mayor de Asia en esos momentos. Presidía el altar una imagen de la Virgen María que, milagrosamente, sobrevivió a la explosión. La figura, tallada en Italia con el modelo de la Inmaculada Concepción de Murillo y regalada a esta iglesia en 1920, sufrió quemaduras en el rostro y en uno de sus costados, pero su cabeza fue encontrada por un monje entre los escombros varios meses después. Con las cuencas de los ojos vacías y una expresión que parece reflejar todo el dolor sufrido en Nagasaki, esta «Virgen bombardeada» se ha convertido ya en un símbolo de la paz y del movimiento antinuclear.

«Fue una suerte que la Virgen no se rompiera. Solo eso ya indica que estaba bendecida, pues se ha convertido en un símbolo del coste humano de la guerra», aseguraba años atrás a ABC Shigemi Fukahori, un octogenario sacerdote católico que perdió a su madre y cuatro de sus cinco hermanos en la bomba atómica. «Pero no debilitó mi fe, sino que la reforzó, porque Nagasaki era católica desde hacía más de tres siglos y había sufrido muchas persecuciones», explicaba la fuerte religiosidad que caracteriza a esta ciudad.

Tras su paso por Nagasaki, el Papa recalará en la otra ciudad que sufrió la bomba atómica, Hiroshima, donde otro español que luego dirigiría la Compañía de Jesús, el padre Arrupe, sobrevivió a la hecatombe y ayudó a sus víctimas. En su memoria, Francisco protagonizará un encuentro por la paz para que nunca más se vuelva a repetir aquel horror nuclear.

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