El Papa pide a los médicos que no practiquen la eutanasia aunque la enfermedad sea irreversible

En su mensaje por la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, el Pontífice recuerda que la vida es sagrada desde la concepción hasta la muerte.

El Papa durante una visita al hospital Bambino Gesù, en Roma ABC

Ángeles Conde

Claro llamamiento del Papa Francisco al personal médico: no ceder «a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible» . Así lo escribe en su mensaje para la XVIII Jornada Mundial del Enfermo que se celebra cada 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes.

Ante la liberalización de la práctica de la eutanasia en cada vez más países, el Santo Padre insiste en que «la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella». Subraya el Papa que toda vida «debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que empieza hasta que termina». «Lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida», sentencia Francisco.

De ahí que solicite a los profesionales de la medicina que sus acciones tengan «constantemente presente la dignidad y la vida de la persona». Anima además a los sanitarios a no dudar en acogerse a la objeción de conciencia si así pueden preservar la coherencia «con este “sí” a la vida y a la persona».

El Pontífice también les quiere invitar a abrirse a la trascendencia, en especial, cuando la ciencia médica no puede hacer más por un paciente. Les explica que, aunque a veces no puedan curar al enfermo, sí que pueden «siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio», ya que es necesario brindar consuelo y amor a las personas enfermas porque, en ocasiones, «se percibe una carencia de humanidad en el trato y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar para una recuperación humana integral».

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré», es el título del mensaje de este año en el que el Santo Padre indica a los enfermos, -quienes están especialmente «cansados y agobiados»-, que en Jesús pueden encontrar «la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en esta “noche” del cuerpo y del espíritu». Recuerda a quienes padecen una enfermedad que la misericordia que ofrece Cristo es especialmente para ellos y y les asegura que el Señor no es indiferente a su sufrimiento.

Por último, Francisco lamenta que en los contextos de guerra, el personal sanitario y los centros médicos estén «en el punto de mira». Condena que el poder político pretenda «manipular la asistencia médica a su favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria». Por eso, concluye en que atacar de esta forma a la sanidad «no beneficia a nadie».

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