El Papa denuncia las «voces destempladas» de «fobia a los pobres»

Pide celebrar la Jornada Mundial de los Pobres «bajo el signo de la alegría» de compartir

El Papa Francisco en una comida con personas necesitadas, el pasado mes de noviembre Efe
Juan Vicente Boo

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El Papa Francisco ha denunciado el jueves las «voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres » que se prodigan en muchas sociedades consumistas contemporáneas.

En su mensaje para la segunda Jornada Mundial de los Pobres del próximo 18 de noviembre, el Santo Padre lamenta que sean «considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento».

Sus comentarios reflejan el problema de la « aporofobia », término creado por la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, para especificar la «alergia a los pobres», e incorporado el año pasado al diccionario de la Real Academia Española (RAE).

El Papa recuerda en su mensaje que «en el templo de Jerusalén, después del rito del sacrificio, tenía lugar el banquete», una experiencia revivida el año pasado en muchas diócesis con motivo de la primera Jornada Mundial de los Pobres.

Francisco propone que esta Jornada se celebre cada año «bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo».

Esa experiencia «nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y simplicidad» en el capítulo segundo de los «Hechos de los Apóstoles» sobre la solidaridad con los necesitados en Jerusalén.

Pero, sobre todo, el Papa profundiza en el sentido religioso afirmando que los cristianos, «lejos de los sentimientos de desprecio o de pietismo», honran y dan precedencia a los pobres «convencidos de que son una presencia real de Jesús entre nosotros. ‘Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’, escribió Mateo».

En su despedida, Francisco recuerda que prestar ayuda práctica es tarea de todos, pero en especial «de los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que, en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres».

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