Mataderos en tiempos de coronavirus

La industria cárnica alemana se convierte en foco principal de contagio

Un matadero alemán donde se han registrado varios contagios AFP

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Clemens Tönnies es hijo de la generación del «milagro alemán» y ha dado otra vuelta de tuerca a aquel legendario esfuerzo de creación de riqueza. Su padre, artesano chacinero sindicado, capacitó a los dos hermanos como aprendices en los 70, pero Clemens, que ahora tiene 64 años, entendió que el negocio a lo grande no estaba en las salchichas . Hoy posee la mayor empresa de mataderos del mundo. Más de 20 millones de cerdos son sacrificados al año en sus fábricas de carne barata. Tönnies Holding factura 7.000 millones de euros a base de tres actividades básicas en masa: comprar, matar, cortar.

Vieja escuela, trabajada desde cero. Como hombre y artesano, empresario, fanático de los deportes, mecenas y jefe de club: está al frente. El resto: son bienvenidos a participar. Bandejas de filetes para supermercados alemanes, orejas de cerdo para China, vientres para Japón… y en sus negocios en más de 80 países hace amigos y barre para casa. Ha conseguido que el consorcio ruso Gazprom, en manos de oligarcas rusos afines a Putin, se convierta en el principal patrocinador de su equipo de fútbol, el Schalke 04, a cuya directiva pertenece. Todo iba viento en popa hasta que llegó el coronavirus. Todo eso que la sociedad alemana sabía, pero que prefería no mirar, ha quedado en evidencia. Solo trabajadores extranjeros mal pagados acceden a trabajar en sus «centros de desmantelamiento animal» y, en palabras de la ministra de Agricultura, Julia Klöckner «en condiciones vergonzosas e insostenibles«. La salchicha barata en la sartén ha dejado de ser prioritaria. El modelo de negocio en su conjunto es ahora puesto en cuestión.

La semana pasada, muchos de los trabajadores del matadero de Tönnies en Rheda-Wiedenbrück, Renania del Norte- Westfalia (NRW), aprovecharon el puente de Corpus Cristi para ir a su casa, en Polonia, Rumanía y Bulgaria, viajes de hasta 17 horas hacinados en autobuses antes de regresar para volver al tajo el lunes, y a los pisos en los que «pueden llegar a dormir hasta 20 personas porque lo que queremos es llevar el dinero a la familia, no gastarlo aquí en alquiler», explica Titus, padre de dos hijos a los que sueña con traer algún día a Alemania pero a los que, advierte, nunca permitirá pisar un matadero. Las cámaras a cuatro grados de temperatura en las que trabajan hicieron el resto. Ese mismo lunes aparecieron los primeros positivos en controles rutinarios y los casi 7.000 trabajadores del matadero han sido puestos en cuarentena mientras van siendo testados, 500 al día. Entre los primeros 3.127, 1.029 dieron positivo. «Percibimos una infección que es nueva en esta escala», dijo el viernes por la noche en Düsseldorf el presidente regional, Armin Laschet, advirtiendo sobre la posible necesidad de un confinamiento integral del distrito de Gütersloh, «tenemos el brote todavía muy localizado, pero si esto cambia no quedará otro remedio porque la amenaza de pandemia es muy seria».

Mientras el ejército alemán ha acudido a la región para ayudar a hacer test masivos, los vecinos del matadero se han interesado por primera vez en lo que ocurre de puertas adentro. Han descubierto, por ejemplo, que existe el oficio de «descabezador» y que hay operarios, como Titus, que cobran 700 euros por semana, en semanas que duran seis días y con jornadas laborales de 16 horas. «Lo que muchos hacemos es trabajar tres semanas seguidas sin pausa para ahorrar días y pasar la cuarta semana del mes en casa, y llevarles el dinero», describe su estrategia laboral. Un vídeo en el que se observan las condiciones de la cantina , donde los trabajadores comen a diario, codo con codo y sin siquiera desprenderse de los buzos salpicados de sangre animal, ha llegado a todas las televisiones alemanas. Y eso a su vez ha ocasionado que los consumidores deseen evitar los productos de esta empresa, lo que ha llevado a que descubran que el etiquetado homologado por la UE, que debería permitir conocer el origen de la carne que se come, es fácilmente burlado. «La marca de identificación debe estar impresa en el envase en todos los productos de origen animal. Sin embargo, no muestra de dónde proviene la carne, sino solo la ubicación de la compañía que la procesó por última vez », explica Bernhard Burdick, experto en alimentos del Centro de Consumo de NRW, «para evitar los productos de un fabricante, necesitaría saber su número de identificación y qué etiquetas privadas están suministrando. Pero eso no se puede encontrar en la etiqueta».

En medio de una lluvia de peticiones de dimisión a la directiva de la empresa y de manifestaciones de vecinos indignados, incluyendo niños con peluches de Pepa Pig, la Fiscalía de Bielefeld ha abierto un sumario por sospechas de vulneración de la ley de protección contra infecciones, en respuesta a cinco demandas presentadas contra este matadero, que sigue al de Coesfeld, donde también se verificaron 130 contagios entre su plantilla en mayo. «El ministerio encargará un informe científico que debe ir hasta el fondo del brote desde el punto de vista epidemiológico», ha garantizado el ministro regional de Sanidad, Karl-Josef Laumann, «tenemos que precisar cómo surgen los brotes de coronavirus en la industria cárnica«. «Pero no se trata solo del virus, lo que pasa ahí dentro es inhumano», critica Matthias Brümmer, jefe sindical del sector de la alimentación en Oldenburg, «es un escándalo en todos los sentidos y hemos de poner fin a que la salud de los trabajadores sea puesta deliberadamente en riesgo y a que haya reductos en los que las condiciones laborales que rigen en Alemania sea ignorados impunemente».

La planta de España, libre de contagio

Tönnies tiene ocho plantas en Alemania y varias más repartidas en Europa, como la de La Mata de los Olmos, en Teruel, cuya directiva garantiza que no ha habido contacto con la matriz alemana y que no registra casos de coronavirus. Este matadero de porcino tiene actualmente una plantilla de 37 trabajadores y se encuentra en proceso de ampliación con una inversión que rondará los dos millones de euros y que permitirá ampliar el personal hasta los 60 empleados. La dirección espera que las obras para aumentar la capacidad de sacrificio estén terminadas a finales de 2020.

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