El necesario cambio de rumbo de la Conferencia Episcopal

Los obispos eligen la próxima semana los nuevos cargos, excepto el secretario general

El Papa recibe en audiencia a monseñor Cañizares ABC

José A. Soler Martínez*

Los obispos españoles elegirán la próxima semana los nuevos cargos de la Conferencia Episcopal, excepto el secretario general, conforme a los reformados Estatutos, recientemente aprobados por la Santa Sede, destacando, entre otras novedades significativas, que los mandatos son ahora de cuatro años (en lugar de tres), reducción del número de Comisiones al tiempo que se aumenta la representatividad territorial y fortalece la colaboración entre los diversos organismos de la Conferencia.

Abandonar el perfil bajo, que ha sido una de las características de los últimos años, para que sin acudir a la confrontación, nunca aconsejable, la Iglesia tenga mayor presencia y visibilidad pública, con la única finalidad de dar a conocer su mensaje de esperanza y de concordia y sus valores asentados en el Evangelio, que muestre una Iglesia pobre, en sintonía con el Papa Francisco y el Magisterio de la Iglesia, es uno de los retos que se presenta a la Iglesia en esta nueva etapa.

Cambio de rumbo

El necesario cambio de rumbo significa apostar por un obispo o cardenal como futuro presidente de la Conferencia Episcopal, que, sin olvidar cumplir su misión de coordinar la Conferencia y asegurar la comunión entre las distintas sensibilidades episcopales, ponga en funcionamiento un impulso renovador e ilusionante en un mundo que padece una profunda crisis que, más que económica, es humana, social y moral, y conseguir que el Evangelio suene otra vez a buena noticia.

De esta forma, se podrá hacer frente a los retos y desafíos de la sociedad española actual, cada día más alejada de la religión, de forma que, con pleno respeto al Ordenamiento constitucional, que ha demostrado ser un instrumento válido para la convivencia entre los españoles, y sin privilegios, pero también sin discriminación , se respete la libertad religiosa y las creencias mayoritarias del pueblo español.

Por ello, se hace necesario, optar, como próximo presidente de la Conferencia Episcopal, por un cardenal (u obispo) que, con experiencia en cargos anteriores, tanto en España como en el Vaticano, haya acreditado capacidad de diálogo y de liderazgo tanto eclesial como en el complejo mundo de la política, teniendo en cuenta las demandas y necesidades, retos y desafíos de una sociedad pluricultural y moderna, y que proponga y defienda los valores cristianos y los derechos humanos, con equilibrio y moderación, para resolver posibles conflictos, enriquecido, en su trayectoria episcopal, con experiencia en circunstancias políticas semejantes a las actuales, lo que, sin duda, facilitará la resolución de problemas, especialmente en las relaciones Iglesia-Estado.

En una sociedad pluralista, corresponde a la Iglesia erigirse en defensora de los hombres y de sus derechos inalienables: desde el don de la vida humana; la protección de la familia; la educación integral de niños y jóvenes, la precariedad laboral y el paro, especialmente el juvenil; la violencia contra la mujer; la atención y solidaridad con los inmigrantes y refugiados; la ecología integral; los problemas de convivencia en nuestra sociedad, etc.

El papel de la religión no es proponer soluciones técnicas o políticas concretas, sino alentar a una laicidad positiva o sana laicidad, entendida como cooperación al bien común. Esto implica que el Estado, que no puede ignorar que el hecho religioso existe en la sociedad , ha de reconocer a las Confesiones religiosas como presencia comunitaria pública, a través de la evangelización y de la confesión de su fe. Su misión es la afirmación y la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad. Por ello, la Iglesia católica en España, en este cambio de rumbo que proponemos, como continuamente hace el Papa Francisco en sus homilías, discurso y documentos, no puede quedar indiferente y silenciosa. Tiene el deber de proclamar con firmeza y empuje la verdad sobre el hombre y sobre su destino.

En este camino, sin duda, será de gran estímulo la cercanía y el buen hacer del nuevo Nuncio, Monseñor Bernardito Auza, el hombre del Papa en España, que ha demostrado, en el escaso tiempo que lleva en nuestro país, conocimiento de la realidad española, tacto y capacidad de dialogo, no sólo con el Gobierno actual sino con representantes de amplios espectros de la sociedad.

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*José A. Soler Martínez es doctor en Derecho.

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