Coronavirus China

China investigará la muerte del médico que avisó del coronavirus, pero censura las críticas

En medio de la indignación por el fallecimiento del doctor Li Wenliang, el presidente Xi Jinping le promete a Trump que contendrá la epidemia con una «guerra popular»

China está conmocionada por la muerte del doctor Li Wenliang REUTERS
Pablo M. Díez

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El coronavirus amenaza con ser el Chernóbil de China. Con el país conmocionado por la muerte del doctor Li Wenliang , el médico reprendido por la Policía por alertar de la epidemia, ahora todo son condolencias y honores por parte de las autoridades y la Prensa oficial. Pero fue este mismo régimen autoritario el que, al igual que hace con disidentes y críticos, silenció al doctor Li y a otros médicos que avisaron en diciembre de la aparición en Wuhan de una nueva enfermedad parecida al SARS.

La indignación desatada por su fallecimiento, agravada por la confusión de los supuestos intentos por reanimarlo , ha obligado al régimen a abrir una investigación. De ella se encargará el todopoderoso órgano anticorrupción del país, la Comisión Nacional de Supervisión, que enviará un equipo a la ciudad de Wuhan para esclarecer el caso. En realidad, no hay mucho que aclarar porque lo ocurrido es, por desgracia, bastante habitual en dictaduras como la china : alguien alerta sobre algún problema y se ponen más esfuerzos en taparlo que en solucionarlo.

Desde el estallido de la epidemia, que se ha cobrado ya 637 vidas y más de 31.000 contagiados en China , el papel de las autoridades provinciales de Hubei ha sido ampliamente criticado. Primero por intentar ocultar el brote, como suele ser habitual con todas las informaciones sensibles, y luego por la falta de mascarillas, trajes, camas y kits de pruebas para hacerle frente . Pero el alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, ya ha reconocido que tardó un mes en alertar a la población porque no podía hacerlo sin la autorización de las autoridades superiores.

Para la sociedad china, más indignante aún ha sido la tremenda injusticia cometida con el difunto doctor Li Wenliang . El 30 de enero, este oftalmólogo de 34 años avisó en un foro de amigos de una red social de la aparición de una nueva enfermedad respiratoria parecida al SARS. A los cuatro días fue a verlo la Policía. Pero no para pedirle más información, sino para reprenderle por propagar “falsos comentarios” que “dañaban seriamente el orden social”, obligándole a firmar una carta retractándose. Para la historia, y la vergüenza, quedará el documento, que el doctor difundió en la red social Weibo después de que, operando a una paciente infectada, se contagiara de una enfermedad que, según las autoridades, no existía.

Tras su muerte, el Gobierno local de Wuhan se ha limitado a dar el pésame en un comunicado de una sola frase, según informa el periódico “South China Morning Post”: «¡Expresamos nuestras más sinceras condolencias y disculpas! Rendimos tributo a su dedicación combatiendo la epidemia en primera línea, y ofrecemos el pésame a su familia». Un mensaje que, para la mayoría, no es suficiente.

«El caso de Li Wenliang es un trágico recordatorio de cómo la preocupación de las autoridades chinas por mantener la ˝estabilidad˝ lleva a suprimir información vital sobre asuntos de interés público», denunció en un comunicado el director regional de Aministía Internacional, Nicholas Bequelin. En su opinión, «China debe aprender la lección del caso de Li y adoptar un enfoque respetuoso con los derechos para combatir la epidemia. Nadie debería enfrentarse al acoso o a sanciones por hablar sobre peligros públicos solo porque pueden ser embarazosos para el Gobierno».

Con millones de críticas y comentarios reclamando libertad de expresión y hasta democracia, la muerte del doctor Li ha desatado tal rabia en las redes sociales que ni la censura en internet puede detener . Consciente del enorme malestar ciudadano por la epidemia, que ha paralizado al país y desnudado las carencias sanitarias de China, el régimen ha permitido hasta ahora un mayor nivel de críticas que ya está empezando a parar.

Después de que el presidente Xi Jinping ordenara el lunes más «noticias positivas» sobre el coronavirus, para lo que despachó a 300 periodistas de la propaganda a Hubei, la Administración del Ciberespacio de China anunció el miércoles un mayor control de las redes sociales. Especialmente de las aplicaciones de vídeos, por las que han circulado todo tipo de imágenes mostrando el caos de los hospitales en Wuhan y las cuarentenas forzosas por toda China de familias encerradas en sus casas solo por ser de Hubei.

Dejando a un lado sus diferencias sobre la guerra comercial que les enfrenta, Xi Jinping ha hablado este viernes por teléfono con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien ha asegurado que China contendrá la epidemia. «Hemos adoptado las más completas y estrictas medidas de prevención y control a través de la movilización y la rápida respuesta. Hemos declardo una guerra popular contra la epidemia a través de la prevención y el control», le explicó Xi a Trump con el clásico lenguaje militar del régimen, según informa la televisión estatal CCTV. Mostrándole su «plena confianza y capacidad en la lucha contra la epidemia», le prometió que «el desarrollo económico de China a largo plazo no cambiará».

Pero no se sabe cuándo lo logrará porque todavía no se vislumbra el pico de la enfermedad. En solo dos semanas, la neumonía que azota al país se acerca ya a los alrededor de 800 muertos que provocó el SARS hace dos décadas. Una cifra que probablemente alcanzará el fin de semana. Es cierto que en dos los últimos días se han detectado menos casos nuevos. Pero todavía quedan muchos pacientes sin diagnosticar porque faltan los kits de pruebas y, lo que es peor, sin recibir tratamiento en los hospitales por la falta de camas en Wuhan y el resto de la provincia de Hubei pese a la construcción de dos nuevos hospitales. Para que no todo sea malo dentro de esta enorme tragedia, hay que recordar que más de 1.600 personas se han curado.

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