«En Brasil, la forma de afrontar la violencia es con violencia»

Marina Ocacina participa en un programa de la Fundación Botín para formar a futuros servidores públicos en América Latina

Marina Ocacina IGNACIO GIL
Isabel Miranda

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«En Brasil las cárceles no dan una segunda oportunidad», dice Marina Ocacina, de 22 años. Ha estado en ellas. Daba clases de Biología a las presas , la mayoría cumpliendo condena por tráfico de drogas. Allí descubrió que muchas asumían las responsabilidades de sus parejas, que no sabían nada sobre ETS o que no tenían ningún tipo de pensamiento crítico. Una realidad que Ocacina se empeña en cambiar. Forma parte de una generación que quiere transcender, dice, y ella ha encontrado su propósito: mejorar su país desde las instituciones.

La joven ha cambiado por unas semanas Belo Horizonte, una ciudad brasileña a unas seis horas de Sao Paulo, por la seguridad de Madrid. Se lo ha permitido una beca de la Fundación Botín dentro del programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina . Un proyecto para formar servidores públicos de alta capacitación que lideren el cambio en sus países. Los 32 estudiantes que participan cada año no solo tienen expedientes académicos brillantes, sino también con una acreditada vocación de ayuda a los demás.

Ocacina «colecciona historias», dice. Se lleva una lección de realidad social con cada experiencia. Como la de la única mujer blanca, rubia, de ojos claros y con carrera universitaria que encontró en la cárcel. « Había intentado huir de su marido , que la maltrató durante años, y lo mató durante la pelea. Ahí me di cuenta de que el machismo afecta a todas las clases sociales».

Las clases de Biología en prisión derivaron en lecciones de «cosas muy básicas», como dónde llamar en casos de violencia de género, cómo protegerse de enfermedades de transmisión sexual, o nociones sobre relaciones en el seno familiar. «No sabían nada al respecto, estaban subyugadas, abusadas...pero al final tomaron conciencia».

Aislamiento

En el seno de uno de los países con mayor desigualdad del mundo, Ocacina tampoco se dio cuenta de la distancia entre clases hasta que no comenzó a impartir talleres de derecho a la ciudad entre jóvenes exconvictos. No entendía algunas de sus posturas: «Era increíble como estaban a favor de la pena de muerte o de bajar la edad de criminalidad penal. Justo ellos». En Brasil, «la violencia se trata con violencia», corrobora. Pero aún más llamativo le resultó su aislamiento . Un día les propuso salir de las favelas e ir a la plaza mayor de la ciudad. «¿Qué plaza?», le decían. No la conocían. «Cuando eso pasó, una burbuja en mí estalló. Percibí que cada clase social está viviendo en burbujas que no se conectan. Y si no se conectan por la diversidad, por vivir juntos la ciudad, se conectan de otra manera que no es la mejor».

Por ello a la brasileña le fascinan las redes de transporte, la organzación de las ciudades , la oferta de espacios para el ocio. Pueden cambiar las relaciones sociales, dice. «Esos jóvenes vivían inmersos en una sociedad muy ruda». Solo el último día de clases, el hermano de una chica moría inmerso en una guerra de bandas. «Estas son las historias que te cambian».

Ocacina se dio cuenta de las carencias urbanas de Brasil la primera vez que viajó a Reino Unido. No dejaba de preguntarse por qué su país no tenía unos servicios equiparables . Hoy su caballo de batalla es el de las instalaciones de saneamiento básico. «Por increíble que parezca, casi la mitad de los brasileños no tiene red de alcantarillado o un sistema de saneamiento básico de agua potable, y eso afecta a la salud pero también a la productividad».

La comparación también le invade en España, aunque el voluntariado que hizo en la Orden de Malta -dentro del programa de la Fundación Botín-, la ha dejado huella. «Lo comparo con la política de mi ciudad y hay una diferencia: la extrema organizacion de gestión de los recursos y sobre todo la igualdad con la que se trata a las personas sin hogar . Eso hace toda la diferencia». Por eso, asegura la joven, «ese trato tan humanizado es lo que me gustaría ver en mi país».

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