José Luis Ortega
«De dónde viene...»

El misterioso y polémico origen del abrelatas

Algunos señalan el foco en el británico Robert Yates, en 1855, y otros posan la retina en el estadounidense Ezra Warnet tres años más tarde

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En un mundo donde cada día nos levantamos con el anuncio de un nuevo descubrimiento, de otro increíble paso para el avance de la humanidad, es una verdadera incógnita que aún siga habiendo gente incapaz de manejar un abrelatas. No importa si el artilugio lleva mango universal, presenta forma de mariposa o posee una cuchilla con una hendidura que responde al nombre de pavonado. El asunto va a dar problemas. Pero no se preocupe querido lector. Conviene saber que la lata de conservas se inventó antes que el abrelatas, por lo que siempre quedará volver a los métodos rudimentarios. Piedra y cuchillo, martillo y cincel o una navaja multiusos pueden sacarle del apuro.

Pero antes de ver su peculiar origen, conviene saber en que época apareció la lata de conservas, epicentro de existencia de nuestro invento.

En 1810, el inglés Peter Durand patentó un mecanismo para preservar los alimentos durante un largo período de tiempo. En un primer momento el recipiento empleado para tal misión era un vaso de cristal, pero con el paso de los años, acabó mutando en lo que hoy conocemos como lata de conservas. Durand se apoyó en los avances de Nicolas Appert poco tiempo atrás, cuando descubrió que la comida aguantaba más si se calentaba en un pote de cristal.

Los descubrimientos de ambos supusieron una auténtica revolución en el seno de los ejércitos francés e inglés, pues gracias a ellos, lograron almacenar la comida en sus respectivos frentes. A mediados del siglo XIX la lata de conservas alcanzó un fuerte punto de popularidad gracias a un aumento hasta diez veces más rápido en su fabricación.

A partir de ese momento, surgiría un problema que no por su simpleza, dejaría de traer de cabeza a quienes lo padecieran. La apertura de las latas no era nada sencilla. A los métodos mencionados en el primer párrafo, le siguió la llegada del abrelatas. Un aparato cuyo verdadero progenitor sigue siendo a día de hoy un misterio.

Algunos señalan el foco en el británico Robert Yates, en 1855, y otros posan la retina en el estadounidense Ezra Warnet tres años más tarde. La polémica reside en la nacionalidad de cada uno, quedando establecida una división según las dispares opiniones de sus respectivos compatriotas. El primero cuenta con la ventaja de la anticipación en el tiempo, mientras que el segundo posee mayor reconocimiento en los libros que versan sobre la materia.

No obstante, ninguno de los dos personajes causó furor con su abrelatas. Este hecho llegaría alrededor de dos décadas después, cuando se patentó el famoso abrelatas de rueda.

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