Un trabajador con su equipo de protección tras tomar una muestra de una persona fallecida por ébola
Un trabajador con su equipo de protección tras tomar una muestra de una persona fallecida por ébola - Reuters
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El primer contagio por Ébola fuera de África se produjo en Londres en 1976

Un investigador se pinchó accidentalmente. Al sexto día tuvo fiebre de 37,4 y le hospitalizaron. Sobrevivió gracias al tratamiento con interferon y suero de convaleciente

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El 5 de noviembre de 1976 un virólogo del Centro de Investigaciones biológicas Porton Down, en Reino Unido, se pinchó accidentalmente mientras trataba de inocular a un cobaya con muestras de pacientes que contenían un letal virus, parecido al de Malbourg, que empezaba a dar la cara en África y que hoy conocemos como Ébola.

La aguja traspasó el guante de alta seguridad y notó el pinchazo en el pulgar. De acuerdo con el protocolo establecido, se quitó inmediatamente el guante, sumergió el pulgar en una solución de hipoclorito (lejía) y lo sacudió vigorosamente. Aunque no hubo sangrado ni señal aparente de herida tras una inspección con lupa, al sexto día desarrolló la enfermedad. Su caso lo recogió el “ Brithis Medical Journal

” del 27 de agosto de 1977.

“La naturaleza del accidente y la ausencia de una marca de lesión punzante, enfatizan lo invasivo del vírus Ébola y la alta susceptibilidad de los humanos”, recoge la publicación, una vez que el virólogo había sobrevivido al alarmante accidente. Entonces se aplicaron todos los tratamientos disponibles y las máximas precauciones para evitar el contagio al personal que le asistía.

Seis días después del pinchazo, en la medianoche del 11 de noviembre, el investigador, que había estado en observación, tuvo algunas décimas de fiebre (37,4), dolor abdominal y nauseas. Con el protocolo actual no le hubieran ingresado, pero entonces fue suficiente para desatar la alarma e inmediatamente le tomaron todas las muestras imaginables, incluida la de sangre, y le enviaron a la Unidad de Enfermedades Infecciosas del hospital Coppetts Wood, donde le colocaron en un aislador plástico de presión negativa. Los 70 pacientes del centro fueron evacuados inmediatamente.

Tratamiento inmediato

Esa misma tarde, con una fiebre ya de 38, se inició el tratamiento con interferón, puesto que había sospechas más que razonables para pensar que su estado se debía al letal virus que estaba estudiando. Lo estuvo recibiendo intramuscularmente cada doce horas durante 14 días. A la mañana siguiente la temperatura había descendido, pero por la tarde volvió a subir hasta los 39 grados. Esos altibajos fueron una constante a lo largo su lucha por sobrevivir. Entonces ya se habían aislado virus en su sangre.

Se pidió ayuda al equipo médico de la Organización Mundial de la salud y a la comisión internacional, que estaban estudiando dos brotes, uno en Sudán y otro en Zaire, respectivamente. Se trajo suero de personas convalecientes de la enfermedad en Zaire, y se trataron previamente para eliminar el virus Ébola. A la 1,30 de la madrugada del 13 de noviembre, 47 horas después de los primeros síntomas ya pudo recibir los 450 mililitros que le fueron suministrados por vía intravenosa. Paralelamente se iban tomando muestras sanguíneas para determinar la carga de virus.

A la mañana siguiente estuvo nuevamente libre de fiebre. Pero duró poco. Un día después experimentó un pico de fiebre de 40 grados y un empeoramiento de su estado de salud. En las siguientes 24 horas su estado mental también se deterioró y mostraba dificultades para concentrarse y pérdida de memoria. Al cabo de 48 horas su debilidad era extrema y padecía un cuadro de diarrea.

El 16 de noviembre recibió otra dosis de suero de convaleciente, procedente de Sudán. Progresivamente fue recuperando el apetito, que había perdido, pero desarrolló una candidiasis en la garganta que le dificultaba tragar. El 20 de noviembre, nueve días después de su ingreso, su estado comenzó a mejorar tanto física como mentalmente, aunque no recordaba nada de la fase más aguda de la infección. Y dos días después se consideró que su vida ya no corría peligro, pero la recuperación total de sus parámetros solo se consiguió 3 meses después del inicio de la infección.

Medidas de protección

Cuatro de los cinco médicos que atendían al virólogo desarrollaron una especie de gripe con síntomas gastrointestinales, pero mejoraron a los tres días y no se encontraron virus en su sangre. De las 24 enfermeras que le atendieron, seis desarrollaron infecciones respiratorias agudas, que desaparecieron en un par de días. Tampoco dieron positivo para el Ébola.

El uso de los aisladores de plástico con presión negativa fue decisivo para minimizar riesgos de contagio al personal que atendía al paciente, recoge el British Medical Journal.

Para determinar en qué momento podían prescindir del aislamiento preventivo, se hicieron controles virológicos semanales. Finalmente, el virus dejó de detectarse en sangre, faringe, orina y deposiciones 3 días seguidos, aunque seguía apareciendo en el semen. El equipo médico consideró, no obstante que, dado que el paciente entendía totalmente las implicaciones que esa presencia de virus tenía, no era motivo para seguir manteniéndole en cuarentena.

En agosto pasado, Geoffrey Platt, ese primer paciente contagiado fuera de África en la historia del Ebola, no quiso hacer muchos comentarios al respecto. “Sucedió hace mucho tiempo. Hay gente con muchas más experiencia que yo para advertir de los peligros”, fue lo poco que dijo Platt al Daily Mirror.

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