El rincón de... Estrella Ferrer Campoy

«El turismo del Centro salva el comercio tradicional que el sevillano no frecuenta»

El establecimiento que gestiona, «Papelería Ferrer», ha sido galardonado por la Cámara de Comercio, ponderando las virtudes y esencias que guarda y multiplica como negocio tradicional

Estrella Ferrer Juan Flores

Félix Machuca

Ciento sesenta y cuatro años nos contemplan desde el atractivo escaparate de la calle Sierpes

Y todo comenzó porque sus bisabuelos perdieron el barco…

Efectivamente, mis bisabuelos, José y Josefa, perdieron el barco que les tenían que llevar a hacer las Américas. Eran gente joven, emprendedora y luchadora.

Y lo que se abrió como negocio provisional lleva ya más de siglo y medio de vida.

Vamos a por los ciento setenta y cinco aniversarios y ésta es la quinta generación de los Ferrer al frente del negocio.

Tengo entendido que el local que alquila su bisabuelo era una antigua cerería que surtía de velas al convento contiguo de Santa María.

Así fue. Posteriormente, con la ley de Mendizábal, el convento sería desamortizado y el local cerró como cerería y se alquilaba en aquellos momentos.

Tan provisional era que el mostrador lo componían dos bobinas de papel y un tablón...

Fíjese usted el horizonte de provisionalidad que tenía el negocio. Intenciones de quedarse cero.

Lo que son las cosas: América estaba en la calle Sierpes.

Durante los meses que tardaron a la espera del próximo barco para atravesar el Atlántico, encontraron que América estaba en la calle Sierpes. Y aquí se quedaron.

¿La familia Ferrer, catalana, siempre estuvo vinculada al negocio del papel?

Tanto José como Josefa eran de un pueblecito de Cataluña llamado Capellades y esa rama de la familia se dedicaba, por varias generaciones, al negocio del papel y las tintas.

¿Cuál fue la clave comercial para que la papelería, en tan pocos meses, se hiciera con una clientela tan sólida?

Creo que la fama la ganaron gracias a la receta de las tintas que traían desde Cataluña, que era de una calidad magnífica. Le llamaban «tinta la reina», una tinta que, como algún refresco actual, tenía una composición química secreta. Esa fórmula la seguimos teniendo, aunque no la pongamos en práctica.

La guerra civil y el desabastecimiento se sobrellevó a base de bicicleta ¿no es así?

Durante la guerra y parte de la posguerra hubo escasez de papel y tintas. En Cataluña estaban los principales fabricantes. Y hubo que buscar otros puntos de abastecimiento más cercanos a Andalucía. Mi padre contaba que iba en bicicleta a abastecerse a pueblos cercanos como Alcalá y Dos Hermanas. Una vez tuvo que ir hasta Osuna en la bicicleta. Y venir cargado de mercancías.

El caso es que, a su establecimiento, van gente a comprar un lapicero o una pluma con diamantes.

Preguntar, preguntan. Pero luego son muy pocos los que se deciden a comprar un artículo que lleva seis ceros de apellido…

¿Cuánto cuesta una pluma con zafiros?

Unos tres millones de euros. Eso al menos es lo que pagó un kuwaití a la firma de estilográficas «Montegrappa» por una pluma de diamantes con incrustaciones de rubíes.

¿Y el papiro egipcio?

El más valioso es el papel hecho en piel de cordero. Pero no es factible por consideraciones diversas. El que más se le puede aproximar es el apergaminado y, de vez en vez, entra el papiro egipcio, que aquí tiene un precio elevado aunque en origen esté tirado.

Tengo entendido que tienen pedidos de ultramar…

Con las redes sociales llegas a cualquier parte del mundo. Los clientes que pasan por la tienda y se enamoran de lo que ven luego nos lo piden desde sus países a través de los foros de escritura y así tenemos encargos desde México, Argentina, Canadá…

Una familia oriental se le presentó hace días con una maleta para llenarlas de caprichos…

Es cierto. No son los primeros además que vienen con una maleta no para irse de viajes sino para comprar artículos en la papelería. El último fue hace dos sábados y se llevó sextantes, higrómetros, praxinoscopios, telescopios, brújulas y cuadernos bonitos.

Ni Marco Polo…

(Risas)

¿Es la cara más positiva del boom turístico?

El turismo del Centro salva el comercio tradicional que el sevillano no frecuenta. Sin olvidarnos de los lugareños.

Muchos de sus clientes se despiden con un deseo: ¿me lo puede decir?

«Por favor no cerréis nunca esto».

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