Obituario

Muere en Sevilla Josephine Bruton, protagonista de una vida de película dedicada a los libros

Fue viuda del exdirector del Instituto Británico en España en los años 60, John G. Bruton

Tarjeta de identidad de Josephine Bruton como miembro del cuerpo diplomático británico ABC

Javier Rubio

Su silueta, delicadamente frágil, empujando la sillita de ruedas en la que luego se sentaba a leer su libro en algún velador era ampliamente reconocible en el Porvenir hasta el punto de que se había convertido en una vecina más del barrio, al que llegó a mediados de los años 90. El elegante porte de octogenaria de Josephine Bruton (Vancouver, 1924- Sevilla, 2021), Stewart de soltera, era inconfundible. Ha muerto en Sevilla a los 96 años de edad de una vida plena repleta de actividad en tres continentes . Vivió en Canadá, Estados Unidos, Colombia, Uruguay, India, España e Irán, donde enviudó de su marido, el eminente filólogo británico Jack Bruton el 4 de diciembre de 1970.

Había nacido en Canadá en el seno de una familia escocesa (su padre, de Edimburgo; su madre, de Glasgow) pero la temprana muerte del progenitor la llevó a Washington DC , donde recordaba lúcidamente haber recibido la noticia del bombardeo de Pearl Harbour. Quiso ser piloto militar, pero en aquella época, las carlingas eran territorio vedado a las mujeres. Estudió Administración y trabajó, durante la Segunda Guerra Mundial, en la embajada estadounidense en Bogotá, donde conoció a su marido, John G. Bruton , quien estaba en posesión de la Orden del Imperio Británico por sus muchos méritos contraídos como profesor de inglés para extranjeros a lo largo de su vida, truncada prematuramente.

De Colombia saltaron a Uruguay en 1947 y de allí, a la India recién independizada en 1952. Jack Bruton dejó como legado de su paso por la Joya de la Corona victoriana el Instituto Central de Inglés en Hyderabad (estado de Telangana, en el centro del país) para la cualificación del profesorado nativo en inglés. En 1961, Jack y Jo, como la conocieron siempre, se establecieron en Madrid reclamados por el British Council.

Hubiera sido una excelente piloto de guerra, adelantada a su tiempo, pero el destino quiso que viniera a acabar sus días empujando su sillita de ruedas por Sevilla

Su nuera, María Ángeles Broca, profesora de inglés en la Universidad de Sevilla , recuerda que «la unión con España era muy intensa» y que el destino en Madrid, donde Jack Bruton llegó a dirigir el Instituto Británico y desempeñó el cargo de agregado cultural de la embajada, le permitió al matrimonio trabar amistad con muchísima gente: «Fue algo diferente a todo lo demás», recuerda Broca, casada con Anthony, uno de los hijos, también profesor en la Hispalense. De esa época datan los primeros intentos del hispanista Bruton -matrícula de honor en el King’s College en filología hispánica- por fundar un colegio británico en Sevilla, carente a mediados de los 60, de un centro educativo bilingüe de referencia.

«Su devoción a España y el mundo hispánico le venía de su temprana juventud. En una época en que Inglaterra, cabeza de un imperio, mostraba un interés muy polarizado por todo lo español, Jack Bruton se especializó en nuestra lengua y literatura no para ser un erudito más, sino para conquistar con el dominio perfecto de la lengua, su humanidad, su comprensión y su tolerancia [...], el corazón de los muchos amigos que deja”, escribió el catedrático Emilio Lorenzo en la nota necrológica publicada en ABC el 8 de diciembre de 1970.

Al año de abandonar España, Jack Bruton murió en Teherán, a donde los había trasladado el British Council y Jo Bruton -viuda a los 46 años- decidió volver a España , donde la editorial Mangold, especializada en libros de texto en inglés y francés, que también hablaba, le ofreció un empleo.

Jo Bruton se instaló en Sevilla, donde su hijo Anthony había formado su familia, a su jubilación. «Alguien a quien le encantaba ser tan activa -recuerda su nuera- llevaba mal el retiro». Se consolaba con sus dos grandes aficiones: el piano, que siempre tuvo a mano en todos los sitios donde vivió, y los libros. Su hijo Anthony recuerda que «iba mucho a la biblioteca Infanta Elena, donde la conocían de sobra, porque era una gran lectora» . En el Porvenir, primero en un apartamento que compró en 1996 a un joven matrimonio sevillano y luego en una residencia de ancianos con libre acceso, pasaba muchas horas en la calle, embebida en la lectura. «Sevilla era perfecta para ella: es una ciudad plana, hace buen tiempo y nunca sentimos preocupación por su seguridad porque sabíamos que a su alrededor siempre habría cinco o seis personas que sabrían darnos aviso de cualquier cosa», afirma su hijo.

«Jo tenía muchísimas capacidades», resume María Ángeles. Hubiera sido una excelente piloto de guerra, adelantada a su tiempo, pero el destino quiso que viniera a acabar sus días empujando, sin perder en ningún momento la distinción cosmopolita de quien ha visto mucho mundo, su sillita de ruedas por Sevilla.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación