Polígono Sur

Un centro en el Polígono Sur para «sentirse mejor que en casa»

La labor socioeducativa del centro de adultos se ve enturbiada por una falta de seguridad endémica

El CEPER Polígono Sur M.J.López Olmedo

Mercedes Benítez

A un paseo de la lujosa avenida de la Palmera o del puntero hospital sevillano que investiga con células madre hay un barrio olvidado donde el paro supera el 50 por ciento y el fracaso escolar ronda el 70 por ciento. En esa zona, la misma desde donde este verano se difundieron imágenes de un niño de seis años portando un machete y amenazando con «partirle las tripas al que venga a coger marihuana» , se ubica un centro de adultos, el CEPER Polígono Sur, más conocido como el centro de adultos, que lucha por sacar adelante a aquellos que quieren salir de la exclusión social en la que están instalados desde hace décadas.

Sólo hace falta hablar con Rosario García, portavoz de la plataforma «Nosotros También Somos Sevilla» , para ponerse en situación de lo que supone vivir en una zona de la que los que tienen la más mínima posibilidad intentan salir. Porque, a juicio de esta mujer que a sus 72 años ha decidido quedarse mientras la mayoría de los que prosperan se ha marchado, el Polígono Sur está «abandonado» de todas las administraciones y el plan integral no parece tener efecto.

«Aquí hay drogas y armas por las calles» , explica mientras recuerda que a veces «por una zona que parece muy tranquila, luego dentro del bloque hay plantas de marihuana». Esa es seguramente la razón de que cada vez más quieran marcharse. Los que pueden se trasladan. Los que no lo logran, escolarizan a sus hijos fuera de la zona. Para así garantizarles un futuro mejor.

Agresión

Sin embargo, para los que se quedan también hay una segunda oportunidad. En la calle Bendición y Esperanza está ese centro que ha sido noticia hace sólo unos días. No por los premios (que también los tiene), sino porque su directora fue objeto de una agresión . Lo peor es que esa agresión se la infligió un menor.

Aún así la directora, que lleva once años comprometida con el centro y que sigue al pie del cañón, no quiere hablar del miedo o de la situación a la que tuvo que enfrentarse y que la obligó a encerrarse en uno de los despachos para huir de aquel triste episodio protagonizado por un niño de once años.

Tras asegurar que ese chico es «una víctima más» de las situaciones de desestructuración familiar y exclusión social y que ha pedido a la Junta de Andalucía que se incluya a la familia en un programa porque todavía «es recuperable» , la directora insiste en el lado positivo de un colegio en el que muchos de los que acuden «quieren quedarse a dormir».

Es algo que confirma la jefa de estudios, Gemma Carballar, que define el centro como «una gran familia» que, además de ser el lugar donde estudian, se convierte para muchos en una especie de refugio. «Para compartir y encontrar lo que no tienen en casa».

Porque en el centro, en el que estudian unos 400 alumnos, les ofrecen una oportunidad de planes de estudio para aquellos que dejaron el colegio antes de tiempo y han decidido volver a intentarlo. Hay muchas opciones . Desde los ciclos para terminar la formación de los que abandonaron y quieren sacar el titulo de ESO hasta los que quieren conseguir otras titulaciones.

Y luego están los estudios no formales. Entre ellos los orientados a mujeres mayores que leen y escriben pero necesitan seguir teniendo actividad, lo que denominan «envejecimiento activo». Les dan materias como inglés, informática, educación emocional... No es extraño cruzarse por los pasillos a mujeres mayores. Algunas, que vienen con el carrito de la compra, superan los 70. Es una vía para seguir activas y engancharse al conocimiento.

Una vuelta por las clases una mañana cualquiera da una idea de la importancia del colegio. Allí están maestras como Lourdes Ríos, que imparte clases a jóvenes que quieren sacarse el título de auxiliar de enfermería. O Eva María Serrano con un grupo de entre 16 y 40 años de hombres y mujeres con el título de ESO pendiente.

De todas las edades

Son clases «normales» de las que también salen buenos estudiantes y que le han valido al centro varios premios. Entre ellos el premio Confucio de la Unesco a la alfabetización o el Miguel Hernández del Ministerio de Educación por la labor social.

Por eso, todos coinciden en que lo peor son las dificultades que se están encontrando en el camino. Porque la falta de seguridad les impide a veces dar clase con normalidad. «Aquí dentro no pasa nada» aseguran. El problema esta fuera. Por eso no se cansan de reivindicar seguridad. No pueden estar sin portero . Y no puede ser, al menos eso dicen, que sólo les manden un guardia de seguridad privado cuando se produce una agresión, un robo o cualquier otro acto de vandalismo y a los pocos días se lo quiten como ha ocurrido. Asi no pueden seguir dando a los mayores del Polígono Sur una segunda oportunidad.

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