El Rocío 2019

La hermandad de Almonte, la asociación pública de la Iglesia con mayor poder de convocatoria del orbe religioso

La Matriz se ha adaptado a los tiempos y a una devoción de enorme crecimiento

El hermano mayor junto al presidente de La Matriz Raúl Doblado

M. A. Jiménez / M. Humanes

El fervor por la Virgen del Rocío es inconmensurable. Sus devotos se reparten por todo el mundo y la máxima celebración religiosa que se produce en su honor, la Romería de Pentecostés, concita cada año un mayor interés y una asistencia que desborda previsiones. Pero los cultos y festejos no se limitan al también conocido como Rocío Grande. El Rocío Chico, la Candelaria o Fiesta de la Luz , las peregrinaciones que las hermandades filiales protagonizan los fines de semana y, en años como el presente, conmemoraciones extraordinarias como el Año Jubilar o la celebración del Centenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío requieren una planificación cada vez más sofisticada a la que ha llegado, después de muchas décadas, la Hermandad Matriz de Almonte.

La trayectoria de la Matriz no ha sido impermeable a las vicisitudes sociopolíticas de su entorno. Para conocer la historia de la hermandad almonteña hay que remontarse al menos hasta el siglo XVI . Es entonces cuando surge, al albur de la importancia que iba adquiriendo la propia devoción por la que entonces se conocía como Nuestra Señora de las Rocinas, esa imagen cargada de misticismo situada en un lugar óptimo, una encrucijada de caminos que favoreció su expansión por las comarcas y provincias limítrofes.

La Capellanía de la Virgen del Rocío, fundada en 1587 por Baltasar Tercero, supone el germen funcional y estructural de la Hermandad Matriz. Regida por los Cabildos eclesiástico y secular de Almonte, sus patronos deberán atender las necesidades religiosas y también económicas de la fundación, entre las que se encuentran la administración de los bienes y la consecución de fondos necesarios entre otras cosas para la conservación de la ermita de la Virgen y la organización de los cultos correspondientes.

Sus primeras Reglas

Esta organización iría evolucionando con el paso de las décadas y separándose poco a poco de la influencia de sus patronos. En 1758 se redactan sus primeras Reglas, que surgen de la necesidad de reorganización que se produce como consecuencia de la falta de respuesta del Concejo de la Villa para reconstruir la ermita de la Virgen, que había quedado destruida por el terremoto de Lisboa.

Tampoco escapó este génesis de la Hermandad Matriz de las consecuencias de las desamortizaciones, que la desnudaría de gran parte de su patrimonio y perjudicaría los cultos, aunque esto a su vez provocaría que la Capellanía continuara su camino hacia la independencia. Curiosamente, ese proceso se vería espoleado por la orden de supresión de la hermandad que emitiría el Gobierno Civil de Huelva en 1842, una desaparición de la que no sólo se salvó, sino que salió fortalecida.

El tira y afloja con el Ayuntamiento, que se resistía a entregar prerrogativas tan importantes como la admisión de nuevas hermandades, se mantendría hasta finales del siglo XIX. En la segunda década del XX es cuando la hermandad asume todas las funciones , se reorganiza y se crean nuevas reglas, justo antes de la Coronación Canónica de la Blanca Paloma, de la que ahora se conmemora el centenario.

Legislación firme

A lo largo del siglo XX, la hermandad almonteña seguiría evolucionando, dotándose de una legislación firme, obteniendo los títulos de Real, Pontificia, Ilustre y de Matriz, dispuesta a vivir y acoger la eclosión definitiva de la devoción rociera, la multiplicación de sus fieles y, por tanto, de sus necesidades organizativas y espirituales. Será desde la segunda mitad del siglo XX, con la construcción del Santuario que hoy es emblema y que avanza hacia su reconocimiento como Internacional, con la celebración del Congreso Mariológico en 1992 y el espaldarazo de la visita del Pontífice San Juan Pablo II en 1993, amén de la admisión de decenas de nuevas filiales cuando la Matriz se configura como paradigma de gestión de la mayor devoción mariana que existe.

El proceso continúa en el siglo XXI, con la concesión de dos Años Jubilares y citas históricas como el centenario de la Coronación, con el justo equilibrio entre control y aperturismo, la adaptación a las nuevas tecnologías y a las nuevas formas de comunicación, el crecimiento de la obra social y el impulso a la formación y a la edición de publicaciones de calidad destinadas a la difusión y la mejor comprensión de la devoción de la que la Matriz es custodia e impulsora.

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