Karim Benzema celebra su primer gol al Athletic
Karim Benzema celebra su primer gol al Athletic - efe

Athletic-Real MadridUn sistema y Benzema

El Real Madrid de Benítez resiste en San Mamés y sale líder. Decisiva actuación del delantero francés. El Athletic llegó a empatar con el gol de Sabin Moreno (1-2)

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Athletic1902Real Madrid

Lo de Benítez tomó más forma en una visita comprometida, uno de los estadios donde se retrata el Madrid anualmente, y Benzema ganó el partido con goles y todo lo demás que aporta Benzema. El Madrid pudo empatar, pero ganó con justicia. Ya nos entendemos.

San Mamés es un campo especial. Al lado del torno de entrada la prensa aguardaba de pie, como un portero más, Andoni Goikoetxea. No es que intimide, pero...

Esta visita era aún más señalada. Allí murió el proyecto Ancelotti; se podía ver el osario de un búfalo rodeado de moscas cerca de un área.

El partido tenía un interés fundamental: comprobar la batería antiaérea del Madrid, y conocer, de paso, si Navas, como las amantes de Benedetti, sabe o no volar.

El Madrid salió con Kovacic y no Casemiro. El croata, visto desde arriba, se parece un poco a Paco Llorente. Es raro y desequilibrante en su primera carrera de un modo sorprendido y solitario. Un habilidoso per se, con todo lo demás por hacer. Pero suma, añade al equipo.

El dibujo blanco lo estiraba Isco en defensa hasta un 4-3-3. Al inicio no había presión sofocante del estadio, tampoco de un Athletic apocado. El Madrid estaba muy movilizado alrededor de Adúriz y Raúl García buscaba lo intercostal tras Kroos con mucha malicia.

Se ordenaba el Madrid con la pelota y se deshacía en alguna carrera individual cuando llegó el regalo de San José, una cesión candorosa a Iraizoz que aprovechó Benzema.

Con el 0-1, el Madrid consolidó su juego. Pepe respondía en los balones altos y San Mamés recurrió al ardor habitual para remontar el tono del equipo, lúcido fundamentalmente en alguna subida de Susaeta.

En el Madrid empezó a adensarse el juego de Modric, y el lejano minué táctico que Marcelo y Benzema bailaban con sus movimientos

Benzema hizo un control de antología, su rúbrica de modisto francés incomprensible.

Y hay que mencionar a Isco y sus esfuerzos para cerrar el 4-4-2 defensivo y luego llegar a posiciones de extremo. Recién rapado, parece estar viviendo una mili sin balón. Ancelotti le convirtió en interior y Benítez le quiere devolver al área. Qué trajín, dirá él.

Ese Madrid llegó a su máxima expresión en una ocasión de Kovacic a la media vuelta tras jugada de todos. Era un Madrid bueno, tranquilo, que sufría el peligro del encantamiento posicional, de quedarse demasiado satisfecho con la flotación y las idas y venidas de Houdini de Benzema.

Paró Iraizoz y apareció Keylor, el que faltaba, con una parada baja a Adúriz (su palomita de lanzarse a los pies del jefe en la moqueta). Soliviatado por unos malabares de Marcelo, el público gritó el “Así gana el Madrid”, que vertebra tanto que habría que meterlo en la Constitución. A la vez, aplaudía el anuncio del 4-1 del Barcelona en Balaídos. El partido se iba al descanso con la Liga metida en uno de esos instantes bisagra.

La segunda parte continuó con un Madrid cómodo, casi demasiado cómodo. Cristiano cometió el error de dar excusas a Mateu. En el momento del liderazgo, se puso aspaventoso. El Athletic vivía de espasmos de virilidad antigua que sostenía el público (el león es la grada y San Mamés es un rito de iniciación).

Al Madrid el partido sólo se le podía ir si se le metía en el triángulo de personalidades que formaban Cristiano, Raúl García y Mateu, un árbitro que llega a los sitios dando un saltito y que saca las tarjetas caminando hacia los futbolistas lento y seductor como un torero.

El Madrid tenía el partido para una contra o para imponer su personalidad con el balón, pero todo tenía que hacerlo Benzema. Acababa muriendo en sus propios movimientos y el genio debía frotar la lámpara: no estaba para rematar porque había creado el espacio.

Faltó estilo en ese instante, sello, genio colectivo y el partido se le iba a complicar. El carácter secular del Athletic apareció, por fin, en una evolución de Laporte, muy solo, que remató Sabin Merino. Y cuando parecía que iba a temblar el Madrid, a refugiarse en el área ante un vendaval cantábrico de balones aéreos, respondió con una rápida jugada por banda en la que Isco, otra vez asistente, encontró a Benzema.

Brilló aun Keylor, que no es Casillas, pero está en pleno proceso de beatificación, y Casemiro entró por Benzema. Benítez cerraba sus sistema como los buenos filósofos y acabó como contra el Granada: diez corriendo, indistintos, y Cristiano; el Athletic se redobló poniendo dos arietes, pero en realidad ya era más de lo mismo.

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