Real Madrid-ShakhtarOtro hat-trick de un Cristiano hambriento

El Real Madrid se impone con gran claridad (4-0) ayudado por errores puntuales del Shakhtar y del árbitro

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Bien el Madrid, pero queda la duda de saber qué hubiera pasado si el Shakthar no tuviera encima ese aire de desdicha inevitable: regalo en el gol, expulsión, asistente estelar...[ Así hemos contado el partido]

Septiembre en el Bernabéu. Se notaba en los bostezos de la gente. Qué sueño da septiembre. También era el regreso de la Champions. En la prensa, un exfutbolista había descrito la mística de la competición: «Con el himno se siente un gusanillo». Goles aparte, esa música es la emoción más sutil que hay en el fútbol. Una mezcla de grandeza, ceremonia, promesa y augurio. Vamos, el gusanillo.

Benítez abandonó el criterio salomónico en la portería; aborta así otro debate (el Madrid ya parece La Clave), y refuerza la confianza de Keylor.

El Madrid jugaba contra un rival nuevo. Un equipo en zona de guerra, semibrasileño y con un entrenador, Lucescu, que es una de esas personalidades cosmopolitas que da el fútbol, y que parecen personajes de «El Tercer Hombre». Alguien que interpretaría Peter Lorre. Personas que han estado en tantos sitios que parecen no ser de ninguno.

La realidad de este equipo se notaba en que en la parte de la grada habilitada para aficiones rivales no había diez mil, ni cinco mil, ni quinientos aficionados cantando. Había dieciocho. Y una bandera. Con ese contexto, los primeros compases del himno del Madrid nos hicieron pensar en Putin.

El Madrid tuvo muy buen comienzo. Isco y los delanteros acudían a la mediapunta para iniciar jugada. Iban allí como los gimnastas acuden a la fuente de magnesio antes de irse corriendo al plinto o subirse a las anillas. En un equipo con tantos mediapuntas, tiene mucho sentido democratizar la posición. La BBC son ahora los Bee Gees, un trío en falsete.

Bale remató con la espuela en el 12’, su peinado de perro multimillonario marbellí ya nos parece otra cosa.

Luego vino una genialidad de Cristiano, que recibió de espaldas en el área, se fue por la derecha con garbo y filtró a Benzema, fallido. Sonreía Cristiano como un chiquillo, mucho más que marcando el gol. Se habían intercambiado los roles.

Después controló un pase largo secamente y con recorte. Está muy fino de tobillo, como hacía tiempo.

El primer cuarto de hora fue estupendo. La gente no miraba el móvil (ni se hacíaesos selfis solitarios en los que un señor pone cara de estar echándose after shave) porque el Madrid entraba por bandas y hacía un fútbol muy directo. Ese tramo se coronó con una ruleta de Isco. Éxtasis tribunero.

Luego vino un ligero dominio ucraniano. El Shakhtar tiene buenos jugadores y las zurdas de Rakitskiy, Azevedo, Taison y Teixeira tuvieron el control durante un rato. Rondaban el área con peligro, sin chutar, pero en ese momento llegó el gol del Madrid: un regalo del central, que, al intentar ceder la pelota, despistó a su portero agachándose como cuando se hace la cama a alguien. Benzema no podía fallar eso.

El partido cambió por el gol y porque se lesionó Bale. «El sóleo, ha sido el sóleo», se oyó. Estamos rodeados de fisioterapeutas.

Benítez no metió a Jesé, sino a Kovacic. Isco a la izquierda y un bello 4-4-2 de Primero de Fútbol. El Madrid perdió ese aire de exhibición aérea arriba, pero controló el partido.

Kovacic no es mediocentro, pero se amolda bien a los sitios. Tiene una vertical estupenda, juega cuesta abajo y se le nota el orgullo de deportista balcánico. El público ha subido el pulgar.

Así llegó el partido a su descanso. El Madrid no podía relajarse; a la mínima, Benítez salía del banquillo como si estuviera pidiendo a gritos una póliza a algún empleado.

El Madrid comenzó la segunda parte como un equipo dispuesto al contragolpe, pero Stepanenko lo simplificó todo con su segunda amarilla. Dos errores groseros del Shakhtar lo habían alejado del partido. El que faltaba lo aportó el asistente arbitral: ese individuo federado junto a la red. Benzema hizo una virguería, un zigzag con el defensa en la banda, se la pasó a Cristiano, que chutó a los riñones de Srna. Protestó el delantero, pero es normal, se protesta siempre. El árbitro no iba a pitar nada cuando el asistente le hizo rectificar. El penalti lo transformó Cristiano. Fijándose luego uno en ese asistente, se veía que tenía unas ganas locas de pitar cosas. Seguía las jugadas al borde de la cal con ademán de espontáneo.

En el 62, el partido se acabó del todo: una jaimitada de Azavedo, que le dio con la mano, provocó el segundo de Cristiano de penalti.

Molestias y lesiones habían adelantado las rotaciones. Ya no quedaba más que mantener el cero virtuoso atrás y echarle algún cervatillo a Cristiano.

Tras una bonita jugada de Isco, Benzema falló de cabeza a puerta vacía. Ligeros pitos de gente indignada. «¡Con Rihanna sí, eh! ¡Con Rihanna sí!».

El partido acabaría con otro gol de Ronaldo, aprovechando, él sí, un rechace.

Saturno devorando otro «hat-trick».

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